Turquía, del legado laico de Mustafá Atatürk al islamismo de Recep Erdogan 

Por George Chaya

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A lo largo de su mandato como primer ministro y ahora como Presidente, Recep Tayyip Erdogan se ha distanciado de la laicidad del fundador de la Turquía moderna Mustafá Kemal Atatürk.

En su historia reciente, Turquía ha experimentado cinco golpes militares desde la fundación de la República en 1923. Lo ocurrido la pasada semana con el levantamiento de oficiales y soldados del ejército contra Erdogan y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) ha sido el sexto .

Sin embargo, recorriendo esa historia moderna de Turquía, desde Atatürk y su modelo de estado constitucional-secular, aunque el 95% de su población profesa la fe musulmana y de haber sido alguna vez la sede de un imperio islámico, el ejército turco ha servido a menudo de contrapeso de la nación contra los avances del fundamentalismo sobre el secularismo y la Constitución preservando las aspiraciones de su fundador. Aún así, los elementos emergentes del último intento de golpe no parecen ser el caso.

Erdogan ofrece una conferencia de prensa la noche del intento del golpe. La imagen de Mustafá Ataturk a sus espaldas contrasta la actualidad de Turquía (Reuters)
Erdogan ofrece una conferencia de prensa la noche del intento del golpe. La imagen de Mustafá Ataturk a sus espaldas contrasta la actualidad de Turquía (Reuters)

De todas maneras, la histórica tensión existente entre secularismo y extremismo religioso es tan esencial para la comprensión de la vida política turca de hoy como lo es la tensión entre el federalismo y derechos de los estados en EEUU.

El último golpe militar ocurrido en 1997 fue lo que los turcos llamaron "un golpe de Estado por correspondencia"; la cúpula militar turca entregó un memorándum que inició un proceso que llevó a la renuncia del primer ministro islamista Necmettin Erbakan (Partido del Bienestar Popular) y causó la disolución de su gobierno de coalición.

En ese momento, Cevik Bir, uno de los generales que planearon el golpe de Estado, lo justificó con una metáfora muy sencilla de entender: "En Turquía tenemos un matrimonio entre el Islam y la democracia. El hijo de este matrimonio es el laicismo. Cuando ese hijo se enferma, algo que ocurre a menudo, las fuerzas armadas de Turquía son el médico que salva al niño, y dependiendo de qué está enfermo, administramos la medicina necesaria para asegurarnos que se recupere".

En esa definición, el general Bir explicaba sus posiciones sobre los religiosos que conforman la parte mas conservadora y conflictiva del país. Fue condenado por "incitar al odio basado en las diferencias religiosas" y por recitar los siguientes versos del poeta e ideólogo nacionalista Ziya Gokalp: "Nuestros minaretes son nuestras bayonetas. Nuestras cúpulas nuestros cascos. Nuestras mezquitas nuestros cuarteles".

Erdogan intenta terminar con un legado básico de Ataturk: quiere que el país deje de ser laico y se convierta en una nación islámica
Erdogan intenta terminar con un legado básico de Ataturk: quiere que el país deje de ser laico y se convierta en una nación islámica

A estos versos del poeta Gokalp, Erdogan, un hombre que comenzaba su carrera política a gran escala y con amplio apoyo de sectores islamistas, le supo agregar hábilmente: "Nadie nos puede intimidar. Mi referencia es el Islam. No hay tal cosa a la que llamar Islamismo, lo que hay en todos lados es Islam y musulmanes".

La ascendencia de Erdogan en la vida política turca no se hizo esperar. En 2003, fue elegido primer ministro, llegó al poder como parte de una reacción contra la expansión de la laicidad sobre las cuestiones religiosas. Aunque durante mucho tiempo fue poco popular entre los turcos cosmopolitas y no religiosos, Erdogan contó con la habilidad para atraer el apoyo incondicional de la población rural religiosamente conservadora. Así, fue derribando la imagen de Atatürk y luego -aunque su tarea no ha culminado- el legado de modelo político laico del primero.

En noviembre del año pasado, Erdogan obtuvo el 49,5 % de los votos en las elecciones parlamentarias en todo el país. Sin embargo, una masa crítica de la población turca se ha vuelto en su contra debido a una lista de quejas que es encabezada porque Erdogan decidió reanudar la guerra contra los kurdos en el sureste del país; por su apoyo a los rebeldes islamistas en Siria, lo que contribuyó al ascenso del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en ingles); también por la represión de su gobierno a la prensa libre y la expropiación del periódico Zaman; y quizás, lo más importante, por su deseo de celebrar un referéndum constitucional sobre si se le concede a la presidencia facultades ejecutivas con el poder de cambiar las leyes actuales sobre la laicidad.

La oscilación entre el laicismo constitucional de Turquía por una parte y su identidad religiosa por el otro, define la fundación de la República Turca que fue orquestada por militares y que "sigue siendo el muro de contención para las ambiciones de Erdogan". El más famoso de esos militares ha sido Ataturk, quien continúa siendo considerado el padre de la Patria por muchos, a pesar del disgusto que ello ocasiona a Erdogan.

La noche del intento de golpe, Erdogan pidió a la gente que saliera a las calles para retomar el poder. Lo consiguió y un manto de sangre inundó Turquía (Reuters)
La noche del intento de golpe, Erdogan pidió a la gente que saliera a las calles para retomar el poder. Lo consiguió y un manto de sangre inundó Turquía (Reuters)

Esos militares turcos creyeron que la influencia de la religión en el Imperio Otomano había conducido a la desaparición de la nación luego de la Primera Guerra Mundial durante la cual Turquía se había aliado con Alemania en un intento de promover ambiciones imperiales absurdas del viejo sultanato.

Por entonces, Ataturk era un comandante de regimiento que luchó en la campaña de Gallipoli y comenzó a ser conocido por algunas de sus frases en la conducción militar, como por ejemplo por decirle a sus tropas: "No estoy ordenando que ataquen conmigo. Yo les estoy ordenando ir a morir conmigo si es necesario".

La actualidad política de Turquía influenciada por el islamismo ha dejado muy lejos ese modelo instrumentado por Atatürk y los programas de aquel comandante valiente. Lo concreto es que a lo largo de su mandato como primer ministro y ahora como PresidenteErdogan se ha distanciado del mentor de la modernidad turca. El presidente se ve a sí mismo como el padre de una nueva identidad alineada estrechamente con su pasado otomano y su herencia islámica.

De allí que dirige sus políticas en dirección a lo religioso, similar al lugar que se encontraba antes del golpe de estado de 1997. Lo notable, es que justo antes de ese golpe, una encuesta realizada en materia de valores políticos y niveles de laicidad en Turquía mostró que un 95% de los turcos confiaba en sus militares.

Erdogan encaró una profunda purga en las fuerzas armadas y en la Justicia. La OTAN y la Unión Europea lo advirtieron sobre el respeto a la democracia y los derechos humanos (AP)
Erdogan encaró una profunda purga en las fuerzas armadas y en la Justicia. La OTAN y la Unión Europea lo advirtieron sobre el respeto a la democracia y los derechos humanos (AP)

Sin embargo, otro muestreo realizado en el período previo a las elecciones nacionales que consagraron presidente a Erdogan, expresó resultados muy diferentes: sólo el 51% de los turcos calificaba positivamente a las Fuerzas Amadas. La caída del apoyo a los militares fue clara y proporcionalmente directa a la relación del apoyo a Erdogan en gran parte de la población. Allí se encontrarán las razones de porqué el golpe reciente -de haber sido real, y no autogolpe- falló. Los ciudadanos han salido a las calles en apoyo de Erdogan. Los partidos de oposición también se solidarizaron con él. El Partido Popular Democrático, que representa principalmente a la minoría kurda del país se pronunció tibiamente contra el golpe a través de un comunicado indicando que "la única solución es la política democrática".

En otras palabras y a pesar de Erdogan, parece poco probable que la Estatua histórica de Ataturk sea retirada de la plaza Taksim. Su legado se mantiene en el tiempo y el actual presidente no piensa -de momento- ir tan lejos como para erradicarlo. Él sabe que es un gobernante débil que necesita de la religión islámica para defender su gobierno.

Desarticular la herencia de Atatürk puede colocar a Erdogan en el umbral de la desgracia política no solo con su pueblo sino con sus Fuerzas Armadas.

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