Nunca se lo identificó. Se lo conoció en aquel momento como "el hombre del tanque" o como "el rebelde desconocido". Fue el ciudadano chino que desafió a uno de los regímenes más crueles de la historia durante las movilizaciones de mayo y junio de 1989 en la plaza Tiananmén.
Se hizo famoso el 4 de junio, cuando en absoluta soledad frenó una columna de tanques enviados por el Gobierno de la República Popular China para reprimir con fuego una de las protestas más emblemáticas de los últimos 30 años.
Los motivos de las marchas eran múltiples: corrupción del Partido Comunista, inflación, medidas económicas que provocaban hambre y falta de trabajo, intelectuales que se sentían perseguidos y estaba hartos de décadas de tiranía. Los cuerpos de los manifestantes cubrieron la plaza, pero nunca se conoció con certeza el número exacto de víctimas mortales. Diversas fuentes indican que hubo entre 400 y 2.600 personas ejecutadas por el régimen.
Hoy en Estambul –y otros puntos de Turquía– miles de ciudadanos salieron a las calles en defensa del gobierno de Recep Erdogan, que sufrió un intento de golpe de Estado por parte de una facción rebelde de las Fuerzas Armadas. Uno de ellos, en el Aeropuerto Internacional Ataturk, tuvo idéntico instinto a aquel joven chino que enfrentó a los tanques. Aún sin identificar, este turco se interpuso en el camino de los transportes blindados y su imagen recorrió el mundo en segundos.
Ambos pelearon por la libertad y contra los regímenes. En sendas situaciones extremas, las autoridades en poder del Estado habían planteado el toque de queda y la ley marcial.
El protagonista de Tiananmén se hizo famoso pero jamás se conoció su rostro, su nombre ni se supo nada sobre su historia. Del fornido turco que enfrentó los tanques quizás se pueda conocer algo más en las próximas horas.
De ambos se sabe algo cierto: lucharon por un Estado libre. Erdogan también deberá tomar nota sobre los límites que propone a su pueblo desde hace años.