El primer impacto surgió un mes atrás cuando un mensaje en Facebook de la diputada por Bradford West, Naz Shah, reveló ideas tales como la de deportar a todos los judíos de Israel a los Estados Unidos; el posteo de la diputada culminaba con la frase: "Problema resuelto" (¿Habrá querido expresar solución final?). Al mismo tiempo, Shah escribió en Twitter: "Los judíos se están organizando para atacar Irán".
La diputada Shah profesa la religión musulmana y representa a una circunscripción que hasta las últimas elecciones estaba representada por George Galloway y, entre otras "mentes lucidas" de la zona, se encuentra el diputado liberal demócrata David Ward.
En consecuencia, es justo decir que entre sus colegas las expresiones de Shah no fueron sorpresa.
Como generalmente sucede, la semana pasada llegó la disculpa que, como siempre, se da una vez descubierta la barbaridad y el impacto brutal de esas declaraciones. Shah dijo que es un tiempo en el que los ánimos están "muy exaltados". Sin embargo, no todo el mundo pide la destrucción de un Estado miembro de la ONU en momentos de exaltación; pero Shah, sí, y a 24 horas de salir a la luz sus mensajes y causar un lógico revuelo político fue suspendida de la militancia en el partido Laborista, mientras se lleva adelante una investigación interna.
Así, la semana de los laboristas no había hecho más que empezar. A las pocas horas, otra diputada, Rupa Huq, salió en defensa de Shah. En una entrevista con la BBC, Huq intentó comparar los llamamientos a erradicar el Estado de Israel con cualquier "broma infortunada" que se puede encontrar en Twitter o Facebook.
El siguiente en salir a la palestra, desde el escenario de la izquierda británica, fue el ex alcalde de Londres, Ken Livingstone, actualmente miembro del Comité Ejecutivo Nacional laborista. Livingstone es miembro del laborismo hace casi cuarenta años y ha estado en las mismas trincheras que el actual líder del partido durante toda su vida política. Se manifestaron juntos por causas terribles y arrimaron su hombro a varias barricadas que luego abandonaron.
Livingstone acudía a varios programas de la,y allí comenzó a utilizar sus intervenciones mediáticas para hablar sobre Hitler; llegó a afirmar que el antisionismo fue una política visionaria y anticipadora del Führer. Pero cuando vio que se estaba metiendo en problemas, remarcó luego que todo eso fue antes de que Hitler "se volviera loco" y matara a seis millones de judíos.
Total, en el plazo de una semana, el Partido Laborista se vio obligado a suspender a una de sus más combativas representantes y a uno de sus antiguos barones por la misma razón: ambos fueron denunciados por antisemitismo.
En este momento, Jeremy Corbyn y sus asesores tratan desesperadamente de dar la imagen de que han superado el asunto y que lo están gestionando correctamente. Pero, según varios medios ingleses, hay razones por las cuales no recuperaran la confianza, entre ellas, que el Laborismo -y la izquierda en general en Europa y América Latina- han tomado la bandera de la neojudeofobia contra el pueblo judío y el Estado de Israel.
Tanto Jeremy Corbyn como Ken Livingstone dicen que condenan el antisemitismo, aunque siempre mencionan que también condenan "la islamofobia y otras formas de racismo", lo que se asemeja a un descargo con cierto intento deliberado de ocultar el odio hacia los judíos bajo el paraguas de todas y cada una de las críticas hacia el islam. Y lo grave es que, en cierto punto, en verdad se lo creen. Esto resulta fascinante en la muestra de torpeza que manifiestan, pues, mientras dan esas declaraciones, alientan lo que dicen condenar.
La indignación por una respuesta de Livingstone de días pasados al tratar de excusar los comentarios de Naz Shah diciendo que estaban "fuera de lugar" aunque eran "inofensivos" ha sido la respuesta más reveladora a todo lo que declaró antes a distintos medios de prensa que hasta ahora no habían merecido comentarios de tan alto voltaje e inciden en el manifiesto racismo de la izquierda inglesa.
En entrevista con la BBC, Livingstone declaro: "La única verdad de todo esto es que Naz hizo esos comentarios en un momento en que se estaba produciendo un brutal ataque israelí contra los palestinos en estado de indefensión. Hay otra tremenda verdad de la que prácticamente nadie informa jamás en los medios británicos y es que, en casi todos los conflictos, la cifra de palestinos asesinados suele ser de entre 60 y 100 palestinos por cada israelí muerto, y por ello, Israel debería ser acusado por crímenes de guerra".
En estas últimas declaraciones, Livingstone mostró exactamente lo que está en el centro del problema: el antisemitismo que anida en el Partido Laborista. Ellos hablan como si el Estado judío actuara sin motivos. Los laboristas nunca mencionan los miles de cohetes que Hamas y otros grupos islamistas lanzan sobre Israel desde la Franja de Gaza. Pero sí lo hacen de las represalias israelíes contra Hamas en Gaza, lo cual convierte en un ataque "brutal" contra "todos los palestinos" en su conjunto.
Cuando da esas cifras de muertos, Livingstone no tiene interés en explicar que el Estado de Israel construye búnkeres para que los ciudadanos puedan refugiarse en ellos, mientras que Hamas utiliza a los palestinos como escudos humanos y como cadáveres útiles para las cámaras de televisión a fin de aparecer como la víctima.
Cuando la izquierda inglesa dice que Israel, al proteger -como puede- a sus ciudadanos de cohetes y apuñalamientos está cometiendo crímenes de guerra, no sólo se perpetúa una mentira, si no que también siembra de forma sutil una idea. Un ingenuo o cualquier persona de buena fe podría preguntarse "¿por qué se aplica este doble rasero sólo a Israel, y no, por ejemplo, a Irán, China, Sudán, Corea del Norte o Rusia?" La respuesta no es compleja: "Es porque esta gente, simplemente, odia a los judíos".
Por eso, aunque el Partido Laborista quiera esconder el problema que padece, ya no puede hacerlo porque su antisemitismo esta enquistado en su propio liderazgo. Lo que dijo Livingstone no suscitó comentarios porque es algo que creen numerosos diputados e incontables miembros del partido.
Al excusar los comentarios de Naz Shah diciendo que se produjeron en un marco de especial sensibilidad, las palabras de Livingstone forman parte de una serie de mentiras que su partido y sus colegas han tomado como dogma de verdad revelada, que no sólo es privativa de la izquierda británica, sino que trasciende sus fronteras y se han convertido en falsedades que han calado en la izquierda europea y latinoamericana en general.