Detectaron "niveles extraordinarios" de contaminación en las fosas oceánicas más profundas del planeta

Científicos de la Universidad de Aberdeen hallaron altísimos registros de polución en las depresiones marinas de las Marianas y de Kermadec, a más de 10.000 metros de profundidad. El hallazgo demuestra que el impacto de la actividad humana puede llegar hasta los rincones más remotos del mundo

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Una caja de Spam encontrada a 4947 metros de profundidad en las fosas de las Marianas (Noaa Office of Ocean Exploration)
Una caja de Spam encontrada a 4947 metros de profundidad en las fosas de las Marianas (Noaa Office of Ocean Exploration)

Científicos en Reino Unido han detectado "niveles extraordinarios" de contaminación provocados por la actividad humana en dos de las fosas oceánicas más profundas del planeta, revela un estudio publicado este lunes por la revista Nature.

La investigación, desarrollada por la Universidad de Aberdeen (Escocia), sugiere que los altísimos registros de polución hallados en dos depresiones marinas, que se encuentran a más de 10.000 metros de profundidad y alejadas de áreas industriales, demuestran que la contaminación antropogénica en la superficie puede llegar hasta los rincones más remotos del mundo.

Mapa de la fosa de las Marianas
Mapa de la fosa de las Marianas

"Los niveles de contaminación eran considerablemente más altos que los medidos en regiones próximas a zonas fuertemente industrializadas, lo que plantea la existencia de una bioacumulación de contaminación antropogénica y apunta a que estos contaminantes son omnipresentes en los océanos del mundo y en sus profundidades", explica el equipo de investigación, liderado por el experto Alan Jamieson.

Para su estudio, analizaron muestras de crustáceos anfípodos recogidas por sumergibles "Deep-sea Landers" en la fosa de las Marianas y de las Kermadec, situadas en el océano Pacífico norte y sur, respectivamente, y separadas entre ellas por unos 7.000 kilómetros de distancia.

Los crustáceos capturados en las Kermadec y en las Marianas, a unas profundidades de entre 7.227 y 10.000 metros y 7.841 y 10.250 metros, respectivamente, tenían niveles de contaminación similares o superiores a los presentes en la Bahía de Suruga, una de las zonas del noroeste del Pacífico más castigadas por la polución industrial.

Crustáceos anfípodos en la fosa de las Marianas (Noaa Office of Ocean Exploration)
Crustáceos anfípodos en la fosa de las Marianas (Noaa Office of Ocean Exploration)

Los investigadores encontraron "niveles extremadamente altos" de contaminantes orgánicos persistentes (POPs, en sus siglas en inglés) en los tejidos grasos de los anfípodos.

Entre los POPs figuran los Policlorobifenilos (PCBs) y Difeniléteres prolibromados (PBDEs), utilizados habitualmente en fluidos dieléctricos y en retardantes de llama, respectivamente.

Jamieson y sus colegas han presentado pruebas claras de que el océano profundo, en vez de ser remoto, está altamente conectado con la superficie marina y está expuesto a concentraciones significativas de contaminantes fabricados por el hombre

Estas sustancias contaminantes, presentes, por ejemplo, en prendas de vestir como agente ignífugo, son altamente tóxicas y pueden permanecen en el medio ambiente durante largo tiempo sin descomponerse y trasladarse a grandes distancias a través del agua y del aire.

Los autores de este estudio opinan que, probablemente, los POPs llegaron hasta las fosas marinas a través de residuos plásticos y de la carroña que se deposita en sus profundidades, donde se convierten en alimento de los crustáceos anfípodos.

En un artículo adjunto al estudio de la Universidad de Aberdeen, la experta Katherine Dafforn aborda el impacto del ser humano sobre zonas del planeta lejanas que, no obstante, no escapan a la contaminación.

"Jamieson y sus colegas han presentado pruebas claras de que el océano profundo, en vez de ser remoto, está altamente conectado con la superficie marina y está expuesto a concentraciones significativas de contaminantes fabricados por el hombre", destaca Dafforn, de la Escuela de Ciencias Biológicas, Terrestres y Medioambientales de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney (Australia).

Con información de EFE

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