Unas carpas naranjas plantadas en la inmensidad nevada marcan el lugar donde una decena de investigadores llevan a cabo desde el pasado 15 de agosto la expedición "Protecting Ice Memory". A 4.200 metros de altitud, cerca de la cima del Mont-Blanc, los científicos buscan extraer muestras de lo que consideran la memoria del planeta, amenazada por el cambio climático: se trata del hielo. El macizo de los Alpes es sólo el primer destino de la iniciativa que apunta a constituir en la Antártida un archivo mundial para las futuras generaciones.
"Los glaciares son fantásticos. Son libros de historia. Cada página, creada por una acumulación de nieve, ofrece información sobre el clima, la atmósfera, la evolución", dijo a la cadena France 2 Jérôme Chappellaz, del Laboratorio de Glaciología y Geofísica del Medioambiente de Grenoble que impulsó el proyecto junto con la Universidad Ca'Foscari de Venecia.
Las muestras de forma cilíndrica se obtienen mediante la perforación del manto de hielo hasta la roca, a unos 130 metros de profundidad. El primer testigo, como le dicen los científicos, de 126 metros de largo, viajó en helicóptero desde las alturas hasta el valle el pasado 22 de agosto, y el segundo –de 129-, el último miércoles. Ambos fueron recortados en pedazos de un metro y acondicionados en cajas isotérmicas para ser trasladados a Grenoble.
En un almacén frigorífico de la ciudad francesa, el orden de archivo hace que cimas lejanas se vuelvan vecinas entre sí. Pedazos de hielo de Groenlandia, el Himalaya y el Mont Blanc esperarán uno al lado del otro la hora de emprender el viaje hacia su destino final, en 2020: la Antártida. Su nuevo hogar será en Concordia, la base científica franco-italiana, a 3.233 metros de altitud, donde las temperaturas de unos 54 grados bajo cero asegurarán su preservación para las próximas décadas, tal vez siglos.
A modo de diario, los científicos consignan día tras día el avance de la expedición en una página de Facebook. En el mensaje a continuación, los investigadores indicaron el pasado 18 de agosto, que ya sumaban más de cien las cajas isotérmicas almacenadas antes de ser transportadas.
Los testigos de hielo son una máquina para viajar en el tiempo. Las burbujas de aíre que ahí quedaron atrapadas brindan información sobre, por ejemplo, la composición del atmósfera. Las impurezas y partículas también cuentan algo sobre la actividad humana y la polución. Hasta se pueden encontrar organismos biológicos, virus y bacterias.
Cuán de lejos se remonta en la cronología depende de varios factores –como la acumulación anual de nieve– y por lo tanto no es igual en todos los lugares de perforación. Las muestras que fueron extraídas en el Mont-Blanc encierran un siglo y medio de historia. Mientras que en Bolivia, donde la expedición llevará a los científicos en 2017 a más de 6.400 metros de altitud, los testigos de 135 metros de largo cubrirán cerca de 18.000 años de historia, según indicó al diario Le Monde Patrick Ginot, del Instituto francés de Investigación para el Desarrollo.
A medida que sube la temperatura del planeta, crece la amenaza sobre ese "archivo natural". "En unas décadas, el agua del deshielo será demasiado importante en la superficie, se inflitrará y lavará los elementos químicos", explicó a France 2 Christian Vincent, ingeniero en el Laboratorio de Glaciología y Geofísica del Medioambiente de Grenoble. "No se podrá más utilizar muestras de hielo para reconstruir la memoria", agregó.
Otros países como Alemania, Austria, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, Rusia o Suiza, evalúan sumarse a la iniciativa. Entre todos, intentarán que las próximas generaciones puedan atender a lo que la Ciencia todavía no pudo explicar y poner a salvo páginas de la historia de la Tierra.