Como si el nombre que se le dio encerrara su destino, el mar Muerto podría desaparecer. La amenaza sobre la que alertan los expertos desde hace tiempo hizo que, en menos de cincuenta años, el lago salado que se extiende sobre los territorios de Israel, Palestina y Jordania perdiera al menos un tercio de su superficie.
Cambiar de perspectiva y volver a ver lo mismo con una mirada renovada es la propuesta de una reciente filmación realizada con un drone en aquel inmenso lago de Medio Oriente. Es parte de un informe interactivo difundido por el diario israelí Haaretz.
Los datos del Geological Survey of Israel (GSI) dan cuenta de la rapidez del fenómeno: el agua alcanzaba 430 metros bajo el nivel del mar en 2015, contra 398 en 1975. Mientras que el declive fue de seis metros cada diez años, durante las dos primeras décadas, el ritmo se aceleró a nueve metros en la tercera y once en la cuarta.
El mar Muerto pagó el precio de los megaproyectos emprendidos por países de la región. El agua que fluye hacia el sur por el valle del río Jordán de Siria y el Líbano es desviada para la agricultura y el consumo doméstico a lo largo del camino. Un ejemplo de ello es el ambicioso Acueducto Nacional de Israel, que utiliza recursos hídricos del lago de Tiberíades o la construcción de represas en Jordania y Siria.
Pero gran parte del deterioro se debe a las operaciones mineras. La extracción intensiva de potasio y otros minerales, por caso, podría ser responsable de entre el 9 y el 20 por ciento de las pérdidas de agua que el mar Muerto sufre cada año.
Al compás de su retroceso, en las orillas el mar Muerto se multiplican los sumideros –hoyos profundos que marcan el paisaje– a un ritmo alarmante: eran 220 en 1996, 1.808 en 2006 y el año pasado el número se disparó a 5.548. El doctor Gedeon Baer, que dirige la unidad del GSI que estudia y monitorea ese cuerpo de agua, estima que 500 nuevos sumideros se abren cada año.
Esos hundimientos también están relacionados con el proceso de secado del lago. La caída en los niveles de agua salada permite la penetración del agua fresca en una capa de sal ubicada entre 5 y 60 metros bajo tierra. Como si de burbujas se tratara, esas cavidades subterráneas emergen hasta generar un colapso a nivel del suelo. Así nacen los pozos que rodean el mar Muerto.
No se trata sólo de una cuestión de paisaje: la multiplicación de sumideros alcanza desde cuestiones de infraestructura hasta la explotación y el uso de playas. Hace tres años, algunos geólogos alertaron sobre algo inusual bajo la ruta 90, cercana al kibbutz Ein Gedi. Repleta de sumideros bajo el asfalto, la vía quedó cerrada y el tránsito fue desviado por caminos alternativos.
"Nos dimos cuenta de que no podíamos lidiar con esto, que era demasiado grande", fueron las palabras de Avi Cohen, quien manejaba un balneario cercano al kibbutz de Mitzpeh Shalem. Hace menos de un año, un inmenso sumidero apareció en el área del estacionamiento. Poco después otro agujero, esta vez justo en la playa. Hoy está cerrada y posiblemente no vuelva a abrir en un futuro cercano.