Son mujeres, 26 en total, de entre 19 y 33 años. Llevan uniforme pero no tienen armas. Su trabajo es proteger a los rinocerontes. Se hacen llamar Black Mambas, el nombre de una de las serpientes más venenosas. Desde que en 2013 iniciaron su tarea en la reserva natural de Balule -que forma parte del Gran Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica- ninguno de sus protegidos había muerto, pero la caza furtiva de dos animales marcó este año con sangre.
Los rinocerontes fueron sorprendidos en un lugar remoto en el que raras veces vez deambulan y donde nunca antes habían sido blanco de cazadores furtivos, por lo que no estaba cubierta por la patrulla. Ambos animales -un de ellos, una hembra embarazada- fueron abatidos a tiros y sus cuernos, arrancados. "Fue horrible. La sensación es de haber sido la culpable", dijo a AFP Collet Ngobeni, de 32 años, que forma parte de la unidad desde que se fundó. "Necesitamos estar mejor preparadas", aseguró.
Por su labor, las Black Mambas fueron galardonados con el premio Campeones de la Tierra, el máximo reconocimiento medioambiental otorgado por las Naciones Unidas. Ngobeni recibió la distinción, en nombre del equipo, en una ceremonia celebrada en Nueva York en septiembre de 2015.
El trabajo de la unidad también fue elogiado en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES), que se celebra desde el 24 de septiembre y hasta el 5 de octubre en Johannesburgo.
Sin embargo, "toda la atención que recibimos no se ha concretado en ayuda", dijo Ngobeni, quien denunció a AFP la falta de formación, de gente y de recursos económicos para hacerle frente al apetito insaciable de los cazadores furtivos. "Si damos un paso atrás, volverán", advirtió.
Las integrantes de Black Mambas reciben del gobierno sudafricano un sueldo mensual de entre 3.000 y 3.500 rand, el equivalente de entre 220 y 255 dólares, un ingreso bajo incluso para los estándares de Sudáfrica.
El trabajo mantiene a las mujeres alejadas de su casa durante 21 días consecutivos, en los que se turnan para patrullar. Al cabo de ese periodo, disponen de diez días de descanso para visitar a su familia. Mientras están en la reserva, viven en chozas que comparten entre tres o cuatro personas.
"Otras mujeres quieren sumarse al equipo, pero necesitamos más fondos", dijo Felicia Mogakanede. "Para proteger a los animales, es necesario tener gente que haga el trabajo difícil, recorrer todos los días la valla. Si no salimos de patrulla, los cazadores furtivos se dan cuenta", explicó la mujer de 28 años, madre de dos hijos. "Hay circunstancias difíciles, pero amo lo que hago", expresó.
La amenaza que pesa sobre los rinocerontes proviene principalmente de Asia, donde se ha extendido el mito de que sus cuernos son una cura milagrosa. La promesa de tratamiento contra males que van desde el cáncer hasta la impotencia incrementó su demanda en el mercado negro.
El año pasado, un alarmante récord de 1.342 rinocerontes fueron víctimas de la caza furtiva en África. Cerca de 1.200 de ellos fueron asesinados en Sudáfrica.