En la Navidad, las mesas de Puerto Rico difícilmente puedan mostrar el plato típico de arroz con gandules. La escasez de comestibles en las pocas tiendas que abrieron a una semana del trágico paso del huracán María son el preludio de una crisis completa de la alimentación.
De los 14.000 árboles que tenía José A. Rivera, un productor agropecuario de Yabucoa, al sudeste de Puerto Rico, no ha quedado ninguno. Tampoco —mostró a The New York Times— quedó nada de sus sembradíos de boniato (batata) y pimientos dulces. Un vecino, Félix Ortiz Delgado, rastrilló los desechos del campo que administra. "Encontró alrededor de una docena de mazorcas de maíz resecas. El viento se había llevado el resto", describió la nota.
Mientras el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dijo que agua y alimentos iban en camino a la isla que visitará la semana próxima, la gente en Puerto Rico —sin comunicación, sin electricidad, sin agua, sin comida, sin medicamentos— abren cocos para beber y juntan agua de los arroyos montañosos. La situación está al borde de la crisis humanitaria.
La mayoría de los supermercados sigue cerrado, como todos los restaurantes. Además de la escasez de alimentos, no hay generadores suficientes, ni combustible para hacerlos funcionar. Frente a los pocos puntos que abrieron se formaron larguísimas filas de personas que, al ingresar, en general hallaron estanterías vacías.
Al anochecer del martes 26, el USNS Comfort, el barco-hospital más grande del mundo, zarpó hacia Puerto Rico, donde sólo 11 de los 70 hospitales funcionan parcialmente con generadores. El petrolero tiene 1.000 camas, 12 quirófanos, un tomógrafo y varios aparatos de radiología, según Military Times.
La pérdida para los productores como Rivera es de unos USD 300.000 por cada campo, se estima. Pero la pérdida para la producción de la isla es invalorable. El estado en que el huracán María dejó la tierra no permite que los cultivos se recuperen pronto. "No hay más agricultura en Puerto Rico", dijo Rivera al periódico estadounidense. Y no habrá por aproximadamente un año y medio.
La fuerza del huracán no sólo arrancó las hojas y las ramas de los árboles, sino que también despojaron hileras e hileras de sembradíos. Carlos Flores Ortega, el secretario del Departamento de Agricultura de Puerto Rico, dijo que María "eliminó alrededor del 80% del valor de las cosechas en Puerto Rico". La riqueza destruida en rendimiento agropecuario es de USD 780 millones aproximadamente, según el funcionario.
Aunque actualmente importa el 85% de sus alimentos, como es común en las islas, durante más de cuatro siglos la economía de Puerto Rico se basó en la agricultura: la caña de azúcar, el tabaco y los cítricos. El volumen bajó luego de la industrialización de posguerra, pero tras la reciente crisis económica los campos volvieron a atraer a la población, que hizo revivir la producción —y garantizó su propia supervivencia— entre un 3% y un 5% por año en los últimos seis, dijo Flores.
También fueron arrasados los galpones de ordeñe y los corrales de aves. No más leche, queso, yoghurt; no más huevos, pollo, picadillo de pavo. Los cultivos más afectados fueron los plátanos, las bananas y el café, algunos productos que representan ingresos de divisas para la isla endeudada, que exporta el 15% de sus cosechas.
Las palmeras, que cayeron detrás de los cocos, tardan unos 10 años en volver a crecer.
Por otra parta, otras de las islas desde donde llegan a Puerto Rico algunos productos —República Dominicana, Domina y St. Martin— también fueron afectadas.
El agricultor Ortiz, que tiene 80 años y lleva casi siete décadas trabajando el campo, ha visto muchos huracanes —Georges, por ejemplo, que destruyó industria de refinación de azúcar en 1998— pero nada como María, dijo a The New York Times.
La reconstrucción probablemente será más rápida, porque incorporará tecnología que no existía, y más eficiente desde el punto de vista de la producción y el gasto de energía. Pero más rápida sólo en comparación con otra infraestructura que necesita reconstrucción. En términos absolutos, todo tardará mucho.
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