Un cura católico en Virginia se tomó una licencia tras revelar que en el pasado fue miembro del Ku Klux Klan, con una carta en la que envió un claro mensaje a los partidarios del grupo racista.
El padre William Aitcheson, sacerdote en la diócesis de Arlington, escribió sobre su pasada afiliación en el The Arlington Catholic Herald, el periódico de la diócesis.
Aitcheson, de 62 años, dijo que han pasado 40 años desde que estuvo en el KKK. Se disculpó en el artículo por su membresía y dijo que las imágenes de la marcha de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, este mes le recordaron un período de su vida que preferiría olvidar, aunque explicó que el olvido no es la solución.
"Cuando recuerdo la quema de cruces, una carta amenazante y otras cosas, siento como si hablase de otra persona. Es difícil de cree que era yo", indicó. Y agregó: "Debemos condenar, en cada oportunidad, el odio y la maldad de las creencias del KKK y otras organizaciones supremacistas blancas. Lo que creen contradice directamente nuestras creencias que como estadounidenses y católicos sostenemos".
En una declaración, el obispo de Arlington, Michael Burbidge, dijo que el pasado de Aitcheson con el Klan era preocupante, pero añadió que espera que su historia ayude a otros a rechazar el odio. La diócesis resaltó que la intención de Aitcheson era contar la historia de su transformación, y recordó el pedido de licencia "por el bien de la comunidad".
La carta completa:
En el curso de la vida, hay momentos seminales que nos enorgullecen y, en algunos casos, nos avergüenzan. En las últimas décadas, he sido bendecido con la oportunidad de servir como cura católico. Originalmente ordenado por la diócesis de Reno – Las Vegas, fui transferido a la diócesis de Arlington.
Lo que mucha gente no sabe es que, como un joven impresionable, fui miembro del Ku Klux Klan. Es información pública, pero rara vez el tema se menciona. Mis acciones fueron despreciables. Cuando recuerdo la quema de cruces, una carta amenazante y otras cosas, siento como si hablase de otra persona. Es difícil de cree que era yo.
Como un joven adulto, era católico, pero de ninguna manera practicaba mi fe. La ironía de abandonar un grupo de odio anticatólico para volver a unirme a la Iglesia Católica no me ha dejado. Es un recuerdo de la radical transformación que es posible en la misericordia de Jesús.
Aunque han pasado 40 años, debo decir: lo siento. A cualquiera que haya sido sujeto de racismo o discriminación, lo siento. No tengo excusas, pero espero que me perdonen.
Las imágenes de Charlottesville me trajeron recuerdos de un período sombrío que hubiese preferido olvidar. La realidad es que no podemos olvidar, no debemos olvidar. Nuestras acciones tienen consecuencias y anque creo firmemente que Dios me perdonó, como perdona a cualquiera que se arrepienta y pida perdón, olvidar lo que hice sería un error. Aquellos errores han fortalecido mi camino para seguir al Dios que anhela darnos su gracia y redención.
Las imágenes de Charlottesville son vergonzosas. Nos avergüenzan como país, pero a aquellos que se arrepientan del daño y del pasado destructivo, las imágenes debe llevarnos a la oración. Los racistas han contaminado las mentes, retorcidas por una ideología que refuerza la falsa creencia de ser superiores a otros.
Cristo enseña algo diferente. Nos enseña que todos somos su creación y hechos maravillosamente, sin importar nuestro color de piel o etnia. Darnos cuenta de esta verdad es increíblemente liberador. Cuando dejé mi antigua vida, busqué mucho en el alma. Dios me hizo humilde, porque necesitaba serlo. Pero abandonar el pensamiento racista y de superioridad me dio la liberación que necesitaba.
Debemos condenar, en cada oportunidad, el odio y la maldad de las creencias del KKK y otras organizaciones supremacistas blancas. Lo que creen contradice directamente nuestras creencias que como estadounidenses y católicos sostenemos.
Si hay algún supremacista blanco leyendo esto, tengo un mensaje para ustedes: no encontrarán ninguna satisfacción en esa ideología. Su odio nunca será satisfecho y su odio nunca bajará. Los aliento a encontrar la paz y la misericordia en el único lugar en el que es atento e infinito: Jesucristo.
Les pido que recen por las víctimas del racismo y la discriminación. Recen para que nunca sientan como algo menos que una criatura de Dios, provista de dignidad y amor.
Recen también por aquellos que perpetúan los pensamientos racistas y que equivocadamente se creen superiores a otros. Dios perdona a todos que se arrepientan verdaderamente. Nadie está fuera del alcance de su amor. Con conversión en Cristo, pueden encontrar una nueva vida en la verdad.