Robert E. Lee (1807 – 1870) se convirtió en un inesperado símbolo de la creciente tensión política y racial que está viviendo Estados Unidos. Hijo de un héroe de la Guerra de Independencia estadounidense, fue un destacado militar hasta 1861, cuando se desató la Guerra Civil que enfrentó a la Unión con la Confederación de 11 estados sureños que pretendían independizarse, entre otras cosas, porque no estaban dispuestos a abolir la esclavitud, clave para sus economías.
El presidente Abraham Lincoln le ofreció ser el jefe de su ejército, pero éste lo rechazó porque era de Virginia, uno de los estados confederados, y no estaba dispuesto a luchar contra su propio pueblo. Cuando estalló la guerra, Lee pasó a ser asesor militar de Jefferson Davis, presidente de la Confederación, y en 1965, poco antes del fin de la disputa, se convirtió en comandante general de los ejércitos confederados.
En muchos estados del sur, especialmente en Virginia, Lee es considerado un héroe. Por eso hay estatuas en decenas de ciudades, y hay calles, parques y hasta una universidad que llevan su nombre. Eso no había generado demasiados problemas hasta ahora. Ante el resurgir de grupos supremacistas blancos que reivindican a los emblemas confederados, empezó a crecer en respuesta un movimiento de repudio, que ha tomado como blanco a los monumentos asociados a los secesionistas. En ese marco, muchas estatuas de Lee han sido tiradas abajo por manifestantes, y otras fueron retiradas preventivamente por alcaldes y gobernadores.
"En la izquierda militante de hoy, el nombre de Lee evoca un odio crudo y aullidos de 'racista y traidor'. Ha crecido un clamor para derribar todas sus estatuas y las de todos lo soldados y estadistas confederados", dijo Patrick J. Buchanan, político y asesor de larga trayectoria en el Partido Republicano, en una columna titulada "La Segunda Guerra Civil de Estados Unidos". El ex consejero de los gobiernos de Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, y ex precandidato presidencial en 2000, reivindica la figura de Lee y advierte sobre las consecuencias del avance de ese movimiento de protesta contra el racismo.
"Estados Unidos no es el mismo país que era antes. Hemos atravesado una gran revolución social, cultural y moral que nos dejó irremediablemente divididos en orillas separadas", sostuvo Buchanan.
Al preguntarse por el agente causante de estas transformaciones y de la violencia que se está viendo en las últimas semanas, apuntó sin dudarlo a "la izquierda del Partido Demócrata". "En Durham, Carolina del Norte, nuestros talibanes destruyeron la estatua de un soldado confederado. Cerca de la entrada de la Universidad Duke Chapel, una estatua de Lee fue pintarrajeada y le rompieron la nariz", ejemplificó.
Para el experimentado dirigente, se trata de una "limpieza cultural" comparable a la que realizó Estado Islámico en Siria. "Como ISIS, que destruyó las ruinas históricas de Palmira, y los rebeldes de Al Qaeda, que asolaron la legendaria ciudad de Tombuctú (Malí), el nuevo barbarismo ha llegado a Estados Unidos", sentenció.
Citando al presidente Donald Trump, Buchanan se preguntó "¿dónde termina todo esto?". "No se termina —respondió— Al menos no hasta que las historias y las biografías estadounidenses sean quemadas, se escriban nuevos textos para nazificar a Lee, Jackson, Davis y todos los demás, y una nueva generación de estadounidenses adoctrinados accedan a esa demanda de tirar abajo y destruir lo que sus padres valoraban".
Para terminar, Buchanan hizo un llamado a los líderes de su propio partido. "Es fácil para los republicanos lavarse las manos de elementos tan odiosos como los nazis que había en Charlottesville, ¿pero van a defender a los monumentos y a las estatuas que definieron nuestra historia, o van a capitular ante los destructores de íconos?".
"En esta Segunda Guerra Civil, ¿de qué lado van a estar?", preguntó. Cada uno tendrá su respuesta.
LEA MÁS: