"Bienvenido a la ciudad del miedo". Así se titulaba la guía de supervivencia para aquellos que se atrevían a visitar Nueva York allá por la década del setenta. El panfleto publicado por sindicatos asociados al departamento de policía local conocido como NYPD, en ese entonces se encontraba en guerra con el alcalde Abe Beame por los recortes de presupuesto y despidos masivos entre sus fuerzas. Independientemente de sus intenciones políticas, reflejaba de manera fiel la realidad de la metrópolis.
La guía ofrecía instrucciones para poder manejarse de manera segura en una ciudad que se encontraba ahogada por problemas financieros con un gobierno quebrado, altos indices de criminalidad, una epidemia de drogas, edificios abandonados, miles de personas en situación de calle sumado a incendios y apagones constantes que generaban pánico a nivel masivo.
El preámbulo del material distribuido en la calles a partir de 1975 detallaba la brutal incidencia del crimen y la violencia en la ciudad, a la vez que criticaba los recortes presupuestarios llevados adelante por el alcalde que llevarían a sacar de servicio a un número "significativo" de vitales bomberos y policías de las calles.
"Hasta que la situación cambie, manténgase fuera de Nueva York de ser posible", alertaba el texto a los visitantes, a la vez que destacaba que muchos residentes – a pesar de la situación completamente desfavorable – lograban sobrevivir y mantener a salvo su propiedad.
Entre el punteo de consejos que se recomendaba seguir al pie de la letra se destacaban el mantenerse fuera de las calles luego de las 6 de la tarde debido al creciente número de asaltos y asesinatos, además de que se recomendaba no caminar y siempre recurrir a los taxis para trasladarse dentro de la ciudad.
El transporte público debía ser evitado a toda costa dado que los actos delictivos perpetrados en el subterráneo habían alcanzado tal magnitud que las autoridades se habían visto obligadas a cerrar la mitad de los vagones para que los pasajeros viajasen más aglomerados y de esta manera se pudiesen proteger los unos a los otros.
El panfleto también sugería mantenerse dentro del área que se conoce como Manhattan y evitar trasladarse hacia zonas aledañas como el sur de Bronx, conocido en ese entonces como "Fuerte Apache" y convertido en uno de los territorios más peligrosos de todo EEUU.
Ni siquiera las cajas fuertes de las habitaciones de hotel podían ser utilizadas dado que eran blanco de los ladrones y los robos en dichos establecimientos se habrían vuelto "incontrolables" así como los incendios, en muchos casos provocados intencionalmente para poder cobrar los seguros en medio de una agobiante crisis económica que azotaba a todo el país.
Fue precisamente en este contexto que el departamento de comercio de la ciudad de Nueva York se dispuso a lanzar una campaña publicitaria con la intención de cambiar la mala reputación de la ciudad e intentar volver a atraer a turistas provenientes tanto de otros estados como del extranjero, los cuales por motivos obvios le había comenzado a dar la espalda a la "ciudad que nunca duerme".
La iniciativa impulsada por el gobernador del estado de Nueva York Hugh Carey contó con la colaboración de la firma publicitaria Wells Rich Greene. Fue su director creativo Charlie Moss quien ideó por primera vez el eslogan "Yo Amo a Nueva York", mientras que el reconocido escritor de jingles Steve Karmen le agregó la música necesaria para acompañar al concepto.
El foco de la campaña estaba puesto en resaltar los valores tradicionales de la ciudad, entre los que se destacan al día de hoy la belleza tanto arquitectónica como natural, además de la variedad de oferta teatral y gastronómica a disposición de los visitantes.
Pero independientemente de que el concepto era atractivo, faltaba un aspecto visual que ayudara a dar el golpe de gracia y generara ese impacto a nivel nacional que eventualmente pudiese cambiar los preconceptos de toda una nación sobre Nueva York.
La contratación de Milton Glaser, un residente del sur de Bronx conocido por haber cofundado la revista New York, sería una decisión que al día de hoy quedaría grabada en la historia de la ciudad. Luego de varios intentos fallidos de crear un concepto visual de alto impacto, todo cambió cuando el diseñador gráfico se dirigía a su casa a bordo de un tradicional taxi amarillo.
Tomó un sobre blanco que tenía en su maletín y con un crayón de color rojo dibujó por primera vez lo que se convertiría en uno de los logotipos más efectivos, replicados y conocidos del mundo. "Yo", seguido por un corazón y las letras NY servirían para hacer historia.
Pero al parecer, la devolución de sus jefes no fue la esperada. El director creativo de la firma a cargo del proyecto y su equipo creyeron que el diseño era demasiado abstracto y críptico, por lo que lo descartaron de inmediato.
Pero James Doyle, uno de los integrantes del equipo creativo, estaba decidido a no dejar morir la idea. Con su propio dinero, hizo estampar el logotipo en dos camisetas, las cuales él y su novia usaron en las playas de Bermuda durante el fin de semana del Día del Trabajo.
Para sorpresa de Doyle y su hoy esposa – con quien ha permanecido casado por 39 años – la respuesta de los turistas a su experimento en la paradisíaca isla fue tremendamente positiva. El creativo recuerda al día de hoy cómo varias personas se les acercaron con una sonrisa en el rostro para decirles que les encantaba la idea.
Al regresar a Nueva York de sus vacaciones, Doyle le comentó acerca de su experiencia a sus colegas e instó a sus superiores que le dieran otra oportunidad al logotipo de Glaser. Sin otra gran propuesta en carpeta, estos accedieron y comenzaron a incluirlo en las piezas publicitarias que ya se encontraban en circulación.
"El gran secreto fue reemplazar el verbo amar por un sustantivo. Cuando cambias el lenguaje obligas a las personas a resolver un acertijo", aseguró orgulloso Glaser al New York Post, entrevistado por el cuarenta aniversario de su creación.
"Yo es una palabra completa, el corazón es un símbolo de emoción y 'NY' es la inicial del sitio, por lo que debes resolverlo de otra manera se vuelve en algo impenetrable", agregó el diseñador. "Es un rompecabezas, pero a la vez muy fácil de resolver" dijo.
Cuatro décadas después, los números alrededor del logotipo por antonomasia de Nueva York siguen sorprendiendo. Luego de ser lanzado al público en el año 1977, tanto en comerciales de televisión como en medios gráficos, el número de visitantes a la ciudad creció en 1.6 millones de personas el primer año.
Debido al limitado presupuesto con el que se contaba en ese entonces, con un gobierno local al borde la quiebra, Milton Glaser recibió de parte del estado solo USD 2.000 para cubrir los costos de los materiales utilizados y la impresión del logotipo. Su labor creativa, increíblemente, no fue compensada.
El legendario Frank Sinatra, quien prestó su imagen para un comercial de televisión vinculado a la campaña, recibió la suma mínima estipulada por el sindicato de actores, acordada en ese entonces en USD 325. El Estado, por su parte, fue el más beneficiado siendo hoy propietario de 21 registros de marca para las múltiples configuraciones del logotipo. Además cuenta con un equipo dedicado exclusivamente a impedir que otras organizaciones alrededor del mundo lo utilicen de manera ilegal.
Glaser estima que ve el logotipo unas cinco veces por día a lo largo y ancho de la ciudad, utilizado hoy día en calzoncillos, chocolates y cualquier producto imaginable. "Vivimos inundados de marcas y eslóganes, por lo que resulta increíble que algo resulte todavía tan memorable", compartió al periódico New York Post.
"El milagro para mí es su durabilidad. Una de las razones por las que funciona es que no es publicitario, no intenta persuadir", dijo. "Es un reconocimiento de lo que la gente ya siente. El mundo sólo necesitaba una nueva manera de demostrar su amor".
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