Acababa de terminar la reunión en el Salón Oval y la tensión atravesaba las cámaras. Donald Trump y Angela Merkel se esforzaban por sonreír cuando los fotógrafos empezaron a pedir un apretón de manos. Incómoda ante la falta de reacción del anfitrión, la canciller alemana se le acercó y le dijo: "Están pidiendo que nos demos la mano". Sin mirarla y sin borrar la sonrisa de su rostro, el presidente estadounidense la ignoró completamente.
Detrás de la hostilidad que quedó evidenciada en ese primer encuentro del 17 de marzo asoman enormes diferencias de interpretación sobre cómo deben ser el orden mundial y las relaciones internacionales. Uno de los mayores motivos de disputa es la OTAN, la alianza militar en la que participan las dos naciones. "Alemania debe grandes sumas de dinero a la OTAN y Estados Unidos debe ser mejor retribuido por la poderosa y onerosa defensa que le proporciona", tuiteó Trump el 18 de marzo. Berlín desmintió al día siguiente que existiera cualquier tipo de deuda. A esos reclamos se sumaron luego las diferencias por la política comercial.
"Merkel es una persona muy racional. Ha visto ir y venir a muchos líderes ególatras, como George W. Bush y Vladimir Putin. Tras algunas dificultades al comienzo, siempre pudo manejarlos. De modo que debe haber imaginado que podía influenciar a Trump. Cuando se encontraron en la Casa Blanca le explicó pacientemente unas diez veces que Estados Unidos no podía romper acuerdos comerciales sólo con Alemania, dado que esos pactos sólo pueden terminarse con la Unión Europea como un todo. Sólo cuando se lo repitió por undécima vez Trump lo comprendió", contó Michael Mayer, jefe de sección del Departamento de Historia Contemporánea en la Academia Política de Tutzing, en Baviera, Alemania, consultado por Infobae.
Pero el enfrentamiento estuvo lejos de enfriarse en ese momento. La tensión escaló a un nuevo nivel a fines de mayo, durante la cumbre del G7 en Italia. Las diferencias en torno a las políticas contra el cambio climático marcaron un quiebre entre Washington y los otros seis miembros del bloque. La declaración final dejó en claro que no hubo acuerdo en ese punto por el rechazo de Trump, quien ya anunció que Estados Unidos se retira del Acuerdo de París, en el que casi todos los países del planeta se comprometieron a reducir las emisiones de gases contaminantes.
"Los momentos en los que podíamos confiar plenamente en los demás han terminado", dijo Merkel el domingo pasado, en un evidente mensaje al ex empresario. "Sólo puedo decir que los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos", agregó. Bastante más frontal fue Jürgen Hardt, vocero de la CDU, el partido de la canciller: "Lo que hemos vivido en las cumbres no se corresponde a lo que esperamos de un presidente estadounidense, ni intelectualmente, ni con el potencial de Estados Unidos".
Disgustado, Trump le contestó con quejas y advertencias. "Tenemos un déficit comercial MASIVO con Alemania, además de que pagan menos de lo que deberían en la OTAN. Esto es muy malo para Estados Unidos y va a cambiar", escribió el martes en su cuenta de Twitter.
"Merkel se dio cuenta de que Trump no va a cambiar y de que va a seguir siendo igual de errático que durante la campaña presidencial —continuó Mayer—. Por eso modificó su estilo y le dijo al mundo que Europa tendría que relacionarse de otra manera con Estados Unidos. Si bien lo sigue considerando un socio importante, se va a concentrar más en otros líderes mundiales, como el primer ministro indio, Narendra Modi, y su par chino, Li Keqiang, que estuvieron esta semana en Berlín".
Polos opuestos
"La canciller alemana y el presidente estadounidense tienen una amplia gama de desacuerdos, desde sus actitudes hacia el calentamiento global, hasta sus opiniones sobre la inmigración y el comercio. Durante su campaña, por ejemplo, Trump la criticó duramente por abrir las puertas de Alemania a miles de refugiados sirios. Además hay grandes diferencias de estilo. La impronta arrogante de Trump choca con la modesta dignidad que proyecta Merkel. No son la pareja perfecta", dijo a Infobae Thomas Schwartz, profesor de historia y ciencia política en la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, Tennessee.
Están en las antípodas. La líder democristiana abraza la globalización y cree que la única solución para los problemas políticos y económicos del mundo es aumentar los niveles de cooperación. Por el contrario, el mandatario republicano piensa que cada país debe afrontar los desafíos de esta época por su cuenta, y considera que la globalización y el libre comercio son un peligro.
"Es un choque entre dos liderazgos con miradas muy diferentes. Trump está muy enfocado en las relaciones comerciales bilaterales, y muchas veces parece no comprender que el comercio internacional no se rige según criterios de trueque. Por otro lado, el déficit bilateral con China es muy superior al que mantiene con Alemania, pero con el presidente Xi Jinping tiene una buena relación personal y necesita de él para lidiar con Corea del Norte", explicó Harold James, profesor de historia y asuntos internacionales en la Universidad de Princeton, Nueva Jersey, en diálogo con Infobae.
Pragmática, la canciller alemana ve a la política comercial como un complejo entramado de relaciones con muchos países. Con algunos puede haber superávit, con otros déficit, y esto puede variar con el tiempo. En cambio, para Trump es casi una cuestión de principios: Estados Unidos no puede perder a nada con nadie. Eso dificulta mucho los vínculos con sus socios, porque considera que cualquier forma de concesión demuestra debilidad.
"La causa de este cruce de declaraciones es la insistencia de Trump en que el superávit alemán y su política monetaria están perjudicando a Estados Unidos, y la toma de conciencia por parte de Merkel de que habla en serio. Este toma y daca es cualitativamente diferente de los problemas que ha habido en el pasado entre los dos países", dijo a Infobae Rosa Balfour, experta en relaciones internacionales del Fondo Marshall Alemán de Estados Unidos, think tank con sede en Bruselas, Bélgica.
Un conflicto que puede terminar mal
La gran duda en estos días es hasta dónde puede llegar el enfrentamiento. Algunos analistas son optimistas, porque entienden que los vínculos tejidos por Estados Unidos y Alemania en las últimas décadas son demasiado estrechos como para que haya un distanciamiento serio.
"Los intereses estructurales a ambos lados del Atlántico sugieren que es más lo que los une de lo que los separa —dijo Balfour—. Incluso cuando puedan estar en desacuerdo, lo más probable es que se encuentren más cerca uno del otro que de otros socios, como China. Además la receta de Trump con Rusia no está dando resultado y las señales indican que el Partido Republicano podría bloquearla. Más allá de que pueda detenerse el comercio y de que aumenten las peleas, eso no significa que vaya a terminar en una ruptura diplomática. Los europeos van a terminar evitando la confrontación porque, en última instancia, su seguridad territorial sigue dependiendo de Washington".
Sin embargo, otros expertos no lo ven tan fácil, porque lo que está ocurriendo es inédito desde muchos puntos de vista. Y el gobierno estadounidense es demasiado impredecible. "Los diplomáticos profesionales de ambos lados están trabajando duro para mantener abiertas las comunicaciones. Pero el Departamento de Estado norteamericano quedó muy golpeado por los recortes de personal, y el Presidente mira con mucha sospecha al servicio exterior y a la inteligencia. No es sólo una cuestión de Trump contra Alemania. También hay una lucha entre Trump y su propio estado", afirmó James.
Schwartz es aún más pesimista. "El conflicto podría ponerse feo. Hay nuevos reportes que indican que los alemanes no quieren la asistencia de la inteligencia estadounidense para prevenir cualquier posible interferencia en las elecciones de septiembre. Es cierto que los dos países están tan interconectados a través de organizaciones gubernamentales, de la alianza militar y de los vínculos económicos, que es difícil imaginar una ruptura diplomática. Pero dos años atrás era igualmente difícil de imaginar que Trump podía ser presidente de Estados Unidos".
Ganadores y perdedores
Todos los líderes mundiales siguen muy de cerca esta escalada. Son las dos grandes potencias de Occidente, así que un enfrentamiento entre sus gobiernos no puede resultar indiferente para nadie. "Si bien China podría beneficiarse de una separación entre Estados Unidos y Alemania, el principal favorecido sería la Rusia de Vladimir Putin —dijo Schwartz—. Una verdadera ruptura de relaciones debilitaría seriamente a Occidente, y haría casi imposible ejercer presión contra cualquier acción del gobierno ruso. Sería un desastre para la OTAN y para todo el orden internacional liberal".
Es evidente que Moscú celebra estos desacuerdos. Desde 2014, cuando decidió intervenir con fuerza en el conflicto interno en Ucrania, Putin adoptó una postura mucho más agresiva en su política exterior, que culminó con la intervención en la guerra siria para sostener al régimen aliado de Bashar al Assad. Debilitar a Washington y a Bruselas puede permitirle extender su área de influencia.
No obstante, no hay que perder de vista que es un país con enormes limitaciones y fragilidades. "Rusia está tratando de aprovechar la ausencia de Estados Unidos en regiones como Oriente Medio y Próximo —dijo Mayer—. Pero su nueva política de poder está enfrentando grandes problemas. Por ejemplo, no logra cerrar un acuerdo de paz en Siria porque es incapaz de imponer su voluntad a Irán y a Turquía, que luchan a su lado. Putin necesita desesperadamente los recursos de Europa y de Estados Unidos para reconstruir Siria, porque su economía ya no puede lidiar con el creciente gasto militar. Así que, al final, Rusia terminará perdiendo".
El de China es un caso más dudoso. Su exitoso intento de incrementar su influencia a nivel mundial hace pensar que podría verse favorecida ante un quiebre en el bloque occidental. Y es posible que gane terreno como socio comercial de Europa en caso de que Estados Unidos decida cerrarse. Sin embargo, es un país que está cada vez más integrado y globalizado, y depende en gran medida del mercado estadounidense, así que también podría salir perjudicado. De hecho, es uno de los impulsores del Acuerdo de París del que se bajó Trump.
Para Mayer podría haber un beneficiado inesperado. "Desde un punto de vista geopolítico, la presidencia de Trump podría traer ventajas para la Unión Europea, ya que le pondría presión a sus miembros para que trabajen más unidos. Ya se pueden ver nuevas iniciativas, especialmente en políticas de seguridad y defensa", concluyó.
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