John Joseph Boswell tiene una fábrica de barriles para bebidas alcohólicas. La más grande del mundo: Independent Stave Company. Con ella hizo millones de dólares. Eligió su mejor traje y el 18 de enero partió desde su lujosa mansión en Palm Beach a Washington. Al día siguiente tenía pensado presenciar la asunción del presidente Donald Trump y regresar a su costosa suite en el piso 10 del Mayflower Hotel.
Pero el día anterior a la ceremonia, en su habitación abrió la puerta y descubrió que una de las empleadas acomodaba su cama. Eran las 2 pm. Se acercó por detrás y comenzó a frotar sus nalgas. "¡Esto es muy bonito! ¡Me gusta!", le dijo. "¡Perdón, señor… perdón, señor!", fue la respuesta de la joven agredida. Quien abandonó el lugar aterrada. Sin saberlo, otra empleada estaba en el baño y salió al escuchar que algo raro pasaba. No supo qué. Sólo vio a su compañera partir quien alcanzó a decirle que se ocupara de la habitación. Boswell, sediento de sexo, volvió a aproximarse a su nueva víctima. La tomó por detrás, le tocó el hombro. Ella reaccionó, le ordenó que se sentara y se fue.
No hicieron la denuncia pero lo reportaron a su jefe directo, quien a su vez le informó de lo sucedido a la gerencia del hotel. Minutos después de la denuncia, la Policía estaba tocando a la puerta de la habitación 1065. Abrió y una de las empleadas lo señaló. Se lo llevaron detenido. Junto a él, tras las rejas, había otros 200 manifestantes anti-Trump que protagonizaron disturbios en la capital del país. Nadie imaginaba que ese hombre estaba allí por una denuncia de acoso sexual.
El mes pasado, el empresario se declaró culpable ante la Corte Superior de Washington D.C. Pudo llegar a un acuerdo por el cual pasaría 10 días bajo arresto y seis meses bajo trabajos comunitarios. Pese a haberse declarado culpable, Boswell insiste públicamente en que es inocente. "La acaricié en la parte inferior de la espalda. Fue un gesto amigable", dijo a The Washington Post.
El hecho es uno más de los miles de casos que anualmente se registran en hoteles de todo el mundo. Sin embargo, no siempre termina con el acosador tras las rejas y declarándose culpable. En Estados Unidos, por caso, no hay casi denuncias: las mujeres son casi siempre inmigrantes ilegales o afroamericanas que tienen miedo de perder sus trabajos si hablan sobre un huésped. Saben que litigar contra alguien poderoso es una pérdida de dinero y de tiempo.
La víctima de Boswell no escapa a ese universo. Es una inmigrante africana que gana 20 dólares la hora para limpiar las habitaciones de los huéspedes en el Mayflower Hotel de D.C. La mitad de los empleados de la industria hotelera han denunciado que al menos una vez han tenido que lidiar con algún tipo de ataque sexual por parte de un huésped. El más famoso de todos fue el que protagonizó en 2011 Dominique Strauss-Kahn, por entonces el director del Fondo Monetario Internacional.
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