Luego de un año de bullying, en el otoño boreal de 2011 cuatro compañeros de curso de Chaz Wing, por entonces de 12 años, lo violaron en la Escuela Brunswick, en el estado de Maine. Fue la primera vez, pero no la última: el niño no dijo nada hasta un año después, cuando los hechos se habían repetido. Se había quejado muchas veces de los ataques verbales y las agresiones físicas, pero las autoridades escolares lo habían considerado hipersensible.
"En los Estados Unidos, miles de estudiantes han sufrido asaltos sexuales de otros estudiantes, en escuelas secundarias y hasta en las primarias: un horror oculto que se advirtió a los profesores de que no ignorasen", presentó el tema The Associated Press (AP).
Tras una investigación de un año sobre el tema, realizada sobre datos oficiales, la agencia de noticias encontró unas 17.000 denuncias de ataques sexuales de estudiantes entre 2011 y 2015. La cifra —se enfatizó en el artículo— "no refleja completamente el problema, porque esos ataques se denuncian poco y algunos estados no los monitorean".
Maine, donde Chaz denunció que el bullying se convirtió en violencia sexual, es uno de ellos.
"Aunque la escuela disputó que hayan ocurrido las violaciones, AP halló que las autoridades permitieron que el bullying contra Chaz fuera en aumento y luego no investigaron adecuadamente sus alegaciones de abuso sexual", según el texto de los periodistas Robin McDowell, Reese Dunklin, Emily Schmall y Justin Pritchard.
El acoso contra el muchacho había comenzado prácticamente el primer día de clases, en septiembre de 2010. Los compañeros de Chaz se burlaban de él por su sobrepeso y por lo que percibían que era su sexualidad. Lo sometieron a un "examen de homosexualidad", lo escarnecieron porque no le gustaban los deportes ni los videojuegos.
Un día de 2012 cuando la madre del niño, Amy, regresó a su casa, lo encontró hecho un ovillo sobre la cama. No quería hablar. Dijo al fin: "Me lastimaron". De a poco le explicó que lo habían violado varios, en tres ocasiones.
"Bajo juramento, Chaz les dijo a la policía, los investigadores de abusos contra menores y los abogados que durante casi un año mantuvo silencio sobre los ataques porque lo habían amenazado a él y a su familia si hablaba", publicó AP.
El silencio es algo frecuente en estos casos, pero causa un problema adicional: la desaparición de la evidencia física. No obstante, una evaluación de los dichos del niño mostró su coherencia. Un especialista en abuso infantil mencionó en su informe "la evidencia importante" del crimen.
El caso de Chaz acumuló 1.500 páginas en los tribunales. Si bien luego de su primera denuncia de bullying ante el director Walter Wallace, los niños agresores dejaron de molestarlo, pronto lo hicieron otros. El estudiante se quejó cada vez que lo acosaron, "docenas y docenas de veces", ante "los maestros, el consejero escolar y el director", reseñó AP. "Se quejó tantas veces que llegó a ser visto como un fastidioso hipersensible".
Cuando lo atacaron con un lápiz, que le clavaron en el brazo, la escuela lo hizo escoltar por un maestro entre una clase y otra. Las burlas arreciaron. Chaz pidió que lo dejaran andar solo. Entonces, en noviembre de 2011, lo violaron por primera vez, en el baño. La segunda vez, en febrero de 2012, sucedió en los vestuarios del gimnasio. La tercera, en mayo de 2012, nuevamente en el baño.
En octubre de ese año, cuando le confió a su madre lo que le habían hecho, Amy presentó una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado —lo habían atacado por una percepción de su sexualidad— y lo retiró de la escuela.
Luego de cuatro años y otras tantas internaciones por depresión y estrés postraumático, las autoridades de la escuela negociaron con la familia que cambiarían las políticas antibullying y lo indemnizarían con USD 50.000. Chaz pidió que los perpetradores se disculparan; como nunca lo reconocieron, la escuela no se comprometió a hacerlo.
Según datos nacionales de los Estados Unidos, los niños son vulnerables al ataque sexual de otros niños en dos lugares sobre todo: la casa y la escuela. "De la violación y la sodomía al sexo oral por la fuerza y el manoseo, la violencia sexual que rastreó AP con frecuencia aparecía mal clasificada como bullying, rituales de humillación o actos con consentimiento", denunció la agencia. "Sucedía en cualquier lugar donde los estudiantes quedan sin supervisión: los buses y los baños, los pasillos y los vestuarios".
El manoseo surgió como la forma de ataque más común. Uno de cada cinco estudiantes fue violado, sodomizado o penetrado con un objeto. Alrededor del 5% de la violencia sexual afectó a niños de cinco y seis años, pero el porcentaje aumentó mucho entre los 10 y los 14 años.
Entre las razones por las cuales las escuelas no ponen todos sus recursos para evitar estos ataques, un especialista dijo a AP que "ningún director quiere que su escuela sea la escuela de la violación: las instituciones tratan de enterrarlos".
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