Fue un sacudón. Tras meses de pregonar, primero como candidato y luego como presidente, que Estados Unidos debía acercarse a Rusia y trabajar con Bashar al Assad para combatir a ISIS en Siria, Donald Trump decidió patear el tablero. El viernes a la madrugada ordenó un bombardeo con 59 misiles Tomahawk sobre la base aérea de Al Shayrat, en la provincia de Homs.
Según el Pentágono, de allí partieron los aviones que perpetraron el martes un salvaje ataque químico que mató a 83 civiles —25 niños— en la localidad de Jan Sheijun. El cambio de paradigma no es menor: fue un acto de guerra contra un país del que Vladimir Putin se siente dueño.
Hayat Alvi, profesora del departamento Asuntos de Seguridad Nacional del Colegio Naval de Guerra de Estados Unidos, enumeró algunos de los principales motivos que asoman detrás de la decisión de Trump. "Lo hizo para eclipsar al ex presidente Barack Obama y mostrarse como alguien que va a actuar frente a los ataques con armas químicas contra civiles, a diferencia de su antecesor —dijo a Infobae—. Para desviar la atención de los problemas domésticos que está teniendo. Para sacar ventaja del oportunismo político, por sobre todas las cosas. Para tomar pasos preliminares en la dirección de ir, al menos indirectamente, contra el régimen de Irán. Para mejorar su imagen ante la opinión pública, para que el mundo vea su 'intervencionismo humanitario'. Y, quizás, para demostrar que puede hacer lo que quiera con las relaciones internacionales, como una advertencia hacia el resto del planeta".
La mayoría de los analistas coinciden en que sólo se pueden entender las razones de este arriesgado giro de la administración Trump teniendo en cuenta tanto dimensiones de su estrategia externa como interna. "En lo que respecta a las motivaciones de política exterior, los líderes nuevos suelen tener incentivos para construir una reputación resolutiva. Probablemente, este ataque no sólo buscó disuadir al gobierno sirio de volver a usar armas químicas en el futuro, sino que también envió una señal a otros enemigos de Estados Unidos contra los que Trump desea actuar militarmente, especialmente Corea del Norte", explicó Michaela Mattes, profesora de ciencia política en la Universidad de California, Berkeley, consultada por Infobae.
Para Melvyn Levitsky, embajador (ret.) y profesor de política internacional en la Universidad de Michigan, "Trump sintió, o lo persuadieron para que sintiera, que se ponía en cuestión la credibilidad de Estados Unidos". "Estoy convencido de que él, como muchos otros, quedó impactado y angustiado al ver las imágenes de los niños luchando para respirar y sobrevivir tras haber sido gaseados y envenenados por las fuerzas de Al Assad. Una declaración condenando ese ataque ilegal y brutal no habría tenido sentido sin ninguna acción para evitar futuros episodios. Esto debe continuar con fuertes advertencias a Rusia para que controle a Al Assad, o mejor, se deshaga de él. Por supuesto, este tipo de operativos habrían sido mucho más efectivos de tomarse cuando los sirios cruzaron la línea roja de Obama, y antes de que los rusos se involucraran", sostuvo Levitsky en diálogo con Infobae.
Desde la perspectiva de su estrategia interna, a Trump no le faltaban razones para buscar un desahogo en una incursión militar. "En términos de política doméstica —dijo Mattes—, el Presidente sufrió la investigación por la interferencia rusa en las elecciones, y tuvo algunos fracasos de muy alto perfil, especialmente en la reforma de salud. Los ataques aéreos pueden ser una manera de distraer la atención sobre esos temas y construir apoyo para su gobierno".
Para un presidente que ganó las elecciones con un discurso muy nacionalista, prometiendo "hacer grande a Estados Unidos", es muy incómodo el estado de impotencia en el que quedó luego de que se frustraran dos de sus principales compromisos. El decreto contra inmigrantes y refugiados fue bloqueado por la Justicia, y al proyecto de reforma sanitaria para acabar con el Obamacare lo obturaron sus propios congresistas en la Cámara de Representantes. Qué mejor que una guerra para recuperar algo de esa imagen de líder fuerte que proyectó en campaña.
"Probablemente, Trump reconoció que sus declinantes índices de aprobación repuntarían si atacaba a Siria. Ciertamente, es vergonzoso lo rápido que algunos miembros liberales de la autodenominada resistencia adoptaran una postura tan supina frente a los ataques. Estas acciones demuestran que Estados Unidos usará sus capacidades militares cuando pueda, incluso a pesar de que los intereses vitales de la nación no estén en peligro de ser afectados. Sólo nos queda esperar que no se produzca una escalada en la región y que no se repita un fiasco como el de la Guerra de Irak", dijo a Infobae Daniel Bessner, profesor de política exterior estadounidense en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Washington.
Rusia, el nuevo viejo enemigo
La reacción de Moscú frente al bombardeo fue inmediata. Su representante ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Vladimir Safronkov, describió el ataque como "una flagrante violación de la ley internacional y un acto de agresión". Como represalia, resolvió cortar la línea de comunicación directa entre los dos países, diseñada para impedir colisiones aéreas.
"Rusia no está contenta con lo que pasó y es difícil saber lo que va a pasar ahora. Todos dudan de que el ataque vaya a conseguir que Al Assad deje de usar armas químicas. Si Rusia decidiera que es desechable, entonces sí puede que sufra las consecuencias, pero en este momento las cosas no van en esa dirección. Por eso, hasta aquí el impacto fue más bien simbólico, y no hay indicios de que la administración Trump tenga una clara estrategia respecto de Siria", señaló Alvi.
Lo que se empieza a ver con nitidez es que concluyó el fugaz romance entre Trump y Putin. Nikki Haley, la embajadora estadounidense en la ONU, lo hizo explícito al responsabilizar indirectamente al Kremlin por el atentado con gas sarín en Jan Sheijun. "Si Rusia hubiera estado cumpliendo con su responsabilidad, ni siquiera habría armas químicas en manos del régimen sirio", dijo el viernes.
Mattes consideró que aún hay que esperar para comprobar si la operación estadounidense fue un hecho aislado o el inicio de una campaña militar más activa en Siria. A partir de ahí se podrán analizar cabalmente los posibles efectos. "Por el momento, más allá de todas sus condenas al ataque, no parece que Rusia esté reaccionando con tanta fuerza. Hay reportes que indican que oficiales rusos se enteraron del bombardeo 90 minutos antes de que se produjera. Rusia podría haber utilizado su sistema de defensa antiaérea para derribar los misiles, pero todo indica que ni siquiera lo intentó. Si Estados Unidos decidiera involucrarse más en Siria, entonces sí Moscú podría responder con mayor agresividad. También es interesante ver cómo se comporta China. Después de todo, los ataques se ejecutaron mientras el presidente Xi Jinping visitaba a Trump".
LEA MÁS: