En la Torre Trump, donde vive con su hijo Barron en el triplex del piso 58, la esposa del presidente de los Estados Unidos mantiene la misma discreción que mostró durante la campaña electoral y luego de la asunción del 20 de enero. En el vestíbulo del edificio se vende el merchandising de Donald Trump y las joyas de la línea de Ivanka Trump. Pero no hay siquiera un imán de refrigerador con la cara o el nombre de Melania Trump.
Cuanto más reservada se mostró la Primera Dama, más fueron las especulaciones sobre ella: que es solitaria hasta el aislamiento, que vive prisionera en una jaula de oro (#FreeMelania es un lugar común en Twitter), que su relación con el presidente está en un momento crítico, que se propone dinamitar el papel anacrónico de la compañera de un hombre de alto perfil. Pero en menos de diez días de actividades la ex modelo de 46 años mostró que su problema mayor son las expectativas ajenas.
Habló en el Departamento de Estado durante la ceremonia del Premio Internacional a la Mujer de Coraje. La Casa Blanca difundió su retrato oficial. Vistió de verde —el color del paraíso en el Islam— en su encuentro con la reina Rania de Jordania y de rojo —el de la buena fortuna y la felicidad en China— para la comida con el presidente chino Xi Jinping y su esposa Peng Liyuan. Será la anfitriona de la Fiesta Anual de los Huevos de Pascua de la residencia presidencial.
Aunque había participado en algunas actividades, la decisión de no mudarse a Washington, DC, hasta que el hijo termine el año escolar en junio, hizo que la criticaran mediante la comparación con Jacqueline Kennedy, Nancy Reagan y Michelle Obama. La tradición excede a los Trump, aunque encarnen un estilo de vida singular. Como el público está acostumbrado a ver a la Primera Dama junto al presidente, el camino lento de Melania Trump hacia su lugar ha resultado desconcertante.
Sin embargo, su actividad creciente sugirió que se aproxima a su papel con cautela. Ocupar un papel que ella misma tendrá que llenar —declaró que se dedicará a combatir el cyberbulling— requiere aprendizaje; en particular si se cumple en un escenario de mucha competencia por la atención como es el centro de la política mundial.
Quienes la conocen la describieron como alguien muy diferente de su esposo: circunspecta y reflexiva, impermeable a los rumores y contraria a los actos impulsivos. Sus tiempos de modelo quedaron atrás, en particular desde que nació su hijo Barron: no busca publicidad.
Si su presencia se destacaba por la sonrisa y el silencio, en una aparición en la Florida, el 19 de febrero, hizo una fuerte defensa del gobierno de su marido, en el que se incluyó. "Los Estados Unidos que imaginamos es un país que trabaja para los ciudadanos y en el que todos los ciudadanos pueden trabajar", dijo. "Siempre me mantendré fiel a mí misma y a ustedes, no importa lo que la oposición diga sobre mí. Voy a actuar en beneficio de todos ustedes".
Con cinco apariciones públicas al comenzar abril, se mostró tanto como en todo marzo y más que en febrero. "Creo que si somos un poco pacientes", opinó una ex empleada de la Casa Blanca durante el gobierno de Barack Obama, Julianna Smoot, "la veremos más involucrada".
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