"Que él oiga el violín esta noche". Con esas pocas palabras, Mira Wang se dirigió a su audiencia el pasado lunes cuando inició su concierto. En su hombro había apoyado un Stradivarius que perteneció a su maestro, muerto en 2012. Pero su guía en el aprendizaje de ese instrumento, Roman Totenberg, partió de este mundo creyendo que su Stradivarius jamás sería recuperado y que nunca más volvería a escucharse.
Pasadas las 8 p. m., Wang sacó de su funda el invaluable instrumento y comenzó a tocar la "Sonata para Violín Número 2″ de Eugène Ysaÿe, una pieza hecha a medida y ejecutada de manera perfecta por la música. Al finalizar, volvió a ser escueta en sus palabras: "Estoy sosteniendo en mis manos el Ames Stradivarius de Totenberg". Los presentes no creían lo que escuchaban.
Es que ese Stradivarius estuvo desaparecido desde el 13 de mayo de 1980. Ese día, luego de que Totenberg realizara una presentación en la Escuela de Música Longy en Cambridge, Massachusetts, un mediocre músico llamado Philip Johnson lo robó. Sin embargo, el hombre siempre negó los cargos en su contra, y el violín jamás pudo ser recuperado.
Entre quienes asistieron al exclusivo auditorio de 200 personas se encontraban las tres hijas de Totenberg, Nina, Jill y Amy, las últimas de las presentes que habían visto a su padre ejecutando el instrumento. Sentado a un costado, Christopher McKeough, el agente del FBI responsable de haber recuperado el rarísimo violín construido en 1734 por Antonio Stradivari. Y también Bruno Price, el hombre que lo restauró para aquella noche.
Wang era una estudiante de música cuando en 1986 conoció a Totenberg durante una competencia en Polonia. Al volver a su China natal, le envió una carta con ayuda de traductores para estudiar con él. Ganó una beca en la Universidad de Boston y voló a los Estados Unidos. No tenía dónde alojarse, no hablaba una palabra de inglés y la plata era muy escasa. Entonces, su maestro y Melanie, su esposa, decidieron darle un espacio en su propio hogar.
Eran pocas las veces que hablaban del robo, aunque el hombre sabía quién podía habérselo llevado. "No le gustaba hablar sobre aquello, porque le producía mucho dolor. Así que no conversamos sobre el asunto muchas veces", contó Wang a The Washington Post. La relación entre la joven alumna y la familia de su mentor fue tan profunda que en su lecho, días antes de morir, se sentó a su lado e interpretó Bach y Brahms. "Quise llevarle paz".
Increíblemente, Johnson nunca pudo ser detenido por el robo del Strad. Aunque siempre fue el principal sospechoso del delito, los agentes federales nunca pudieron comprobar que él haya sido el autor. En 2010, murió de cáncer y se llevó con él el misterio que todavía marchitaba el alma de Totenberg. Sin embargo, cinco años después de su fallecimiento la esposa del ladrón de violines decidió ir a una tienda de permutas de California y venderlo.
El hombre que lo recibió se sorprendió al tener frente a sí un Stradivarius. De inmediato dio aviso y el instrumento fue identificado como el que 25 años antes le había pertenecido al talentoso maestro. Cuando en 2015 el FBI regresó el violín a las hijas, las emociones fluyeron. Brindaron con shots de vodka, la bebida preferida de su padre. Una de ellas, Nina, soñaba con él ejecutando su preciado Strad y se despertaba llorando emocionada.
Ahora, las tres mujeres quieren vender el tesoro heredado de su padre. Pero no a un coleccionista cualquiera, no a alguien que lo quiera exhibir en sus vitrinas. Pretenden que sea un verdadero violinista quien lo cuide tal como su padre hizo con él, hasta que se lo arrebataron de sus manos.
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