Ayer miércoles, cuando la Policía de Nueva York irrumpió en sus oficinas de Manhattan, Nancy Wiener no se resistió. Sabía que su detención era inminente y prefería evitar el escándalo o la mala prensa. También sabía que con unos miles de dólares podría conseguir que su abogado pudiera librarla en pocas horas bajo fianza. Y así fue, con 25 mil grandes.
Pero la historia pronto se conoció en toda la gran ciudad estadounidense. Una Corte Criminal de Manhattan la detuvo bajo la acusación de formar parte de una red de contrabandistas que comercializaban bajo una fachada legal obras milenarias valuadas en millones de dólares.
Las maniobras comenzaron al menos en 1999 cuando la Procuración de Nueva York inició las investigaciones. Para ello entrevistaron a decenas de informantes, rastrearon cientos de correos electrónicos y miles de documentos. También estuvieron en contacto con agencias que investigan a los traficantes de tesoros milenarios. En marzo, los oficiales de Justicia allanaron las oficinas de Wiener.
La Justicia estadounidense dice tener probado que la ingeniería pensada por la banda criminal era "casi" perfecta. "El acusado utilizó un proceso de lavado que incluyó servicios de restauración para ocultar daños causados por las excavaciones ilegales, compras de paja en casas de subastas para crear historias de propiedad fraudulentas y la creación de una falsa procedencia para violar las leyes internacionales de patrimonio que prohíben la exportación de antigüedades saqueadas", señala la denuncia.
Wiener es una de las más famosas vendedoras de obras antiguas de Nueva York. Entre sus clientes figuran personalidades destacadísimas, como John D. Rockefeller III, Jacqueline Kennedy e Igor Stravinsky, entre otros. Sus "descubrimientos" son expuestos en los museos más importantes de los Estados Unidos. Hizo millones incalculables con sus ventas y disfrutaba de cócteles y presentaciones casi a diario. El negocio siempre fue gerenciado por ella y su madre Doris, quien murió en 2011, pero también habría formado parte del entramado de engaño e ilegalidad.
Pero algo cambió en marzo de 2015. Fue luego de que la India -el lugar favorito de Wiener para sustraer objetos- denunciara que una pieza que era exhibida en la Galería Nacional de Australia le perteneciera. El gobierno indio argumentaba que esa pieza había sido saqueada por contrabandistas. La casa de arte australiana había pagado a la mujer más de un millón de dólares que debió ser devuelto.
Los saqueadores y traficantes de obras trabajaban en coordinación con Wiener sobre todo con material proveniente de India y Camboya. Desde allí los cargaban en barcos que eran redirigidos a los Estados Unidos, donde se les realizaba todo tipo de proceso para simular su origen e inventar una historia nueva. Varias figuras de Buda fueron presas de estas maniobras. Y hasta la popular casa de subastas Christie's cayó en la trampa propuesta por la famosa vendedora neoyorquina. En total, esa empresa de remates adquirió 380 lotes de la mujer. Ahora sólo espera que la corte la cite nuevamente y sepa si será condenada.
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