Todos saben que la familia Trump no tiene animales. Ninguna mascota forma parte de sus álbumes familiares. Ver un perro o un gato en sus retratos es imposible. Nadie sabe si es porque a Donald Trump -presidente electo de los Estados Unidos- no les gustan o porque no tienen tiempo suficiente para atender sus necesidades más básicas.
Lo cierto es que ahora, quien será a partir del 20 de enero el hombre más poderoso del mundo, se enfrenta a uno de los "máximos dilemas" de su gestión: tener o no un "primer perro presidencial", una tradición que todos los jefes de estado desde hace 150 años cumplen sin excepción.
Pero la esperanza en los amantes de los animales resurgieron a partir del encuentro que Barron, el pequeño hijo de 10 años de Trump, tuvo con una mascota muy especial. Fue durante el Día de Acción de Gracias en la mansión que la familia tiene en Palm Beach.
Allí, Lois Pope, una reconocida filántropa del lugar y amiga del empresario, le presentó una fotografía a DT de un perro Goldendoodle de apenas nueve semanas. "Ve y muéstraselo a Barron. Se enamorará de él. Barron lo querrá", fueron las palabras que el presidente electo le dijo a Pope durante su breve paso por Mar-a-Lago.
"Cuando le mostré la fotografía a Barron, una gran sonrisa salió de su boca y los ojos se le llenaron de lágrimas", contó Pope. "Estoy segura. Todos los presidentes tienen un primer perro. Va con la presidencia", dijo la mujer, quien bautizó al animal bajo el nombre de Patton, por George Patton, general estadounidense de la Segunda Guerra Mundial a quien Trump admira.
Sin embargo, nada es seguro respecto a si Donald Trump romperá con su tradición personal de no tener mascotas o con una de 150 años por la cual cada jefe de Estado tiene su propio perro en la Casa Blanca. "No se ha tomado ninguna decisión", señaló la vocera del presidente electo Hope Hicks.
LEA MÁS:
Así es la mansión de Donald Trump donde celebrará el Día de Acción de Gracias en Palm Beach