Increíble, pero cierto. Donald Trump está a cinco días de las elecciones presidenciales gozando de lo que los estadounidenses llaman su "Momentum". Según el sitio web Real Clear Politics, que entre otros datos más que útiles para interpretar este proceso publica un promedio ponderado de las principales encuestas, Hillary Clinton estaría superando al magnate por un poco menos de dos puntos porcentuales, 45,3% a 43,4%. Casi un empate técnico.
Ambos contendientes llegan a esta instancia protagonizando uno de los duelos electorales más complejos y retorcidos de la historia en lo que se supone es una de las democracias más consolidadas de la Tierra; un enfrentamiento entre imágenes negativas sin precedentes. El próximo martes 8 de noviembre, los estadounidenses elegirán al sucesor de Barack Obama, no tanto por sus propuestas e ideas, sino votando en contra. Esto permitiría entender un poco más el verdadero electrocardiograma que representa el gráfico continuo de las intenciones de voto correspondientes a los últimos meses.
La ex primera dama arrastra una pesada mochila en lo concerniente a su actuación como funcionaria pública, tanto en sus épocas de mujer influyente del entonces gobernador de Arkansas como en sus más recientes años como secretaria de Estado del primer presidente negro. La reciente reapertura por parte del FBI de la investigación sobre el caso de los emails oficiales enviados desde y borrados de su cuenta privada, constituye una mancha más en ese verdadero "animal print" controvertido que caracterizó su vida como funcionaria. Para los estándares estadounidenses, mucho mas exigentes que los de otras partes del planeta, estos temas y algunos otros, como la confirmación de que podría haber hecho alguna trampa en los debates de la interna demócrata que la enfrentó al senador Sanders, la están comprometiendo gravemente. En aquella sociedad, mentir es algo muy serio.
Los negativos del republicano son más que evidentes y tienen más que ver con sus dichos y actitudes que con su desempeño político, casi nulo hasta su llegada a la precandidatura. Por eso se sostiene que a Hillary le estaría costando más revertirlos, porque esto implicaría tapar u opacar hechos del pasado y por lo tanto irreversibles, mientras que Donald con nuevas posturas y discursos, podría ir remediando, en parte, los daños ocasionados durante su carrera reciente.
Pero al tema de las imágenes negativas, que complican la situación de ambos, se le suma un factor muy importante a tener en cuenta. Cuando se promedian las mediciones de opinión pública respecto de la dirección que está tomando el país, el diferencial entre las respuestas negativas y positivas es enorme. Un poco menos del 30% de los estadounidenses piensa que se está siguiendo un buen camino, mientras que un abrumador 63% sostiene lo contrario. El verbo cambiar se está conjugado en tiempo presente y futuro y esa situación explicaría bastante el por qué un candidato que hasta hace pocos meses todos tomaban como un chiste, ahora camina cada vez más cerca del Salón Oval.
Allí también radica la clave de lo que para muchos es la verdadera dicotomía en juego. Mucho más que una elección entre demócratas y republicanos o izquierdas y derechas, la opción sería entre insiders y outsiders, fenómeno que se viene replicando en todas las últimas contiendas en todas las latitudes. La frustración de vastos sectores del electorado que asiste impotente a la falta de respuestas a sus demandas por parte de los sistemas establecidos, provoca que un número importante de ellos se empecinen en patear el tablero a la hora de sufragar casi sin medir las consecuencias. El voto por el "Brexit en el Reino Unido, el empantanamiento de la situación española sin gobierno por diez meses, el sorpresivo triunfo del "No" en Colombia, contra la Academia Sueca y su Premio Nobel de la Paz incluido, sumado a todos los presidentes impecables de guayabera blanca, más los triunfos inesperados de figuras sin antecedentes en numerosas elecciones locales, van mostrando ya una tendencia.
En los EEUU, se habría traducido en el sorprendente desempeño de la candidatura de Sanders en la interna demócrata y en el tsunami Trump que se llevó puesto a todo el establishment conservador, incluyendo a la mismísima familia Bush. Si esto fuera así, qué mejor revancha para los enojados con el sistema que votar la semana próxima por el que todos en todo el mundo denostan. Lo que en una elección normal hubiera sido una enorme debilidad se transforma en este escenario particular en una gran fortaleza. Si los medios, el mundo financiero, los artistas consolidados, la gente de la cultura, la burocracia internacional condenan a alguien, qué mejor que elegirlo para condenarlos a todos. Del otro lado, quien fuera primera dama de Arkansas por doce años, primera dama del país por otros ocho años, Senadora representando a Nueva York por nueve años y finalmente Secretaria de Estado por otros cuatro, treinta y tres años en total, lo que habitualmente se caracterizaría como una valiosa experiencia, la ubica claramente como la más conspicua representante del sistema que muchos quieren derrumbar.
Dick Morris, que supo ser uno de los asesores y estrategas más cercanos a los Clinton y ahora da consejos al otro candidato, de quien es amigo desde joven cuando eran vecinos en el Upper East Side neoyorquino y su padre era el abogado de la familia Trump, sostiene que la clave la tiene ahora el republicano. Los ataques contra Hillary ya dieron sus frutos, y el mundo entero, pero, por sobre todo, los estadounidenses de a pie, están tomando conciencia que ese excéntrico millonario de pelo casi color naranja, puede ser su Presidente. Por eso todo dependerá de su actuación y desempeño en las próximas horas, de cuán presidenciable y confiable se lo vea. Debido a que la participación no es obligatoria, la decisión la tendrán ciertos segmentos que normalmente no votan y en estos días podrían revertir esta actitud. Para Morris, todo depende de si la posibilidad de Trump Presidente termina asustando masivamente a negros y latinos, que ya se movilizaron hace ocho años dándole la victoria a Obama, o por el contrario entusiasmando a los sectores blancos más humildes que habitualmente también le dan la espalda a la política, y en esta oportunidad podrían canalizar su profunda frustración existencial eligiendo al candidato menos pensado. Se viven días decisivos.
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