Donald Trump una vez más está involucrado en un escándalo. En los últimos días circuló un video de 2005 en el que realiza comentarios denigrantes sobre las mujeres. Varios líderes del Partido Republicano repudiaron sus dichos y le exigieron que se retire de la contienda. El magnate pidió disculpas, pero advirtió que no se baja de la carrera a la Casa Blanca.
En ese contexto llegó el segundo debate entre el candidato republicano y la aspirante demócrata Hillary Clinton. El cruce empezó el domingo a las 20, hora local (1 GMT del lunes) en la Universidad de Washington, en San Luis, Misuri.
El debate duró 90 minutos, sin interrupciones publicitarias. En esta oportunidad, las preguntas fueron realizadas por votantes indecisos de ese Estado norteamericano, que fueron previamente seleccionados por la consultora Gallup, o bien por usuarios de distintas redes sociales.
"Habrá unas once o doce preguntas en total, algunas de ellas vendrán de las redes sociales, y otras de los ciudadanos que estarán físicamente en el debate", explicó Peter Eyre, asesor principal de la Comisión de Debates Presidenciales (CPD) que se encarga de organizar estos encuentros.
Ese formato contrasta con el del primer debate, celebrado a finales de septiembre en Nueva York, en el que los candidatos respondían a las preguntas de un único moderador.
Tammy Vigil, especialista en comunicación política de la Universidad de Boston, consideró que esta modalidad de debate representa un desafío para los candidatos: "Tendrá un impacto más directo en la opinión pública".
"A los moderadores frecuentemente se les ignora o se habla por encima de ellos, pero ese comportamiento se considera menos aceptable cuando preguntan los ciudadanos. Aunque los candidatos intentarán insertar en su respuesta el mensaje que tenían planeado, hay más presión para responder a la pregunta del votante", añadió.
Según el diario The Washington Post, Clinton tenía planeado iniciar el debate con reflexiones sobre los comentarios de Trump sobre las mujeres en el video filtrado este viernes y su relación con la capacidad del magnate para ser presidente.
Aunque Trump se disculpó la madrugada del sábado por el incidente, los líderes más destacados del Partido Republicano han condenado sus palabras, mientras que numerosos legisladores conservadores y nombres históricos de la formación han pedido su dimisión o le han retirado su apoyo.
La ex secretaria de Estado quiso aprovechar la gran audiencia que se espera que tenga este debate para maximizar el impacto de su respuesta al escándalo, al que hasta ahora solo ha reaccionado con un tuit emitido el viernes.
Los moderadores del debate, los periodistas Anderson Cooper y Martha Raddatz, se han encargado de seleccionar las preguntas de las redes sociales y de los votantes indecisos que asistirán al debate.
Un estadio de baloncesto del campus universitario se ha reconvertido en escenario para el debate, en el que Clinton y Trump se sentarán en dos sillas, sin podios, y estarán rodeados de unos 40 votantes indecisos, con alrededor de mil asistentes más contemplándolos desde las gradas.
Con información de EFE
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