La salud de Hillary Clinton y Donald Trump en la mira: los riesgos de un Presidente septuagenario

Tras el desmayo de la candidata demócrata en el acto del 11-S, la salud de los candidatos se convirtió en tema central de la campaña en Estados Unidos. La enfermedades que afectaron a otros presidentes lengevos

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Hubo un tiempo en que la edad promedio del presidente de los Estados Unidos el día de su asunción era de 55 años. No será el caso en 2017: la candidata demócrata, Hillary Clinton, ya ha cumplido 69, y el candidato republicano, Donald Trump, 70.

"En este país la gente dice que los 70 son los nuevos 50, y eso simplemente no es cierto", advirtió a Infobae Mark Fisher, profesor de Neurología y de Ciencia Política en la Universidad de California con sede en Irvine (UCI). "Hay demasiadas enfermedades que son mucho más comunes a los 70 que a los 50: el Parkinson, el Alzheimer, los trastornos cerebrovasculares tienden a aumentar cuanto más grande es una persona. Con estos candidatos presidenciales de 70 años tenemos buenas razones para preocuparnos y esperar un grado mayor de revelación de sus estados médicos".

—El malestar de Clinton en la conmemoración de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono fue una señal. ¿Es importante en sí, o hay otros elementos a considerar, como historia clínica, cuidado preventivo y hábitos de salud?

—Todo importa: con candidatos de esas edades, un episodio médico relativamente menor puede tener consecuencias políticas graves. Lo que le pasó a Hillary Clinton hace unos días es un hecho relativamente menor desde una perspectiva médica; resultó que tenía neumonía. Pero esa clase de eventos tienen el potencial de conllevar consecuencias políticas profundas.

Con estos candidatos presidenciales de 70 años tenemos buenas razones para preocuparnos

Como si hubiera escuchado la advertencia del doctor Fisher —"con miras al futuro, será muy importante que ella pruebe clara e inequívocamente que tiene buena salud y está en condiciones de llevar adelante en su totalidad la enorme responsabilidad de las tareas de la presidencia"—, a mediados de la semana la candidata del partido gobernante amplió los detalles sobre su estado de salud.

"Lo último que supimos sobre su estado médico en detalle fue hace un año… Es hora de una actualización", dijo el especialista, al que tampoco le bastó la trumpiana declaración del gastroenterólogo del candidato republicano: "Será el individuo más sano en haber sido elegido a la presidencia". El informe le pareció poco profesional, sin la información necesaria.

Como no fue el único en pensar eso, Trump llevó al popular programa Dr. Oz otro informe médico, con fecha del 13 de septiembre y la firma de Harold Bornstein. Entre otros detalles —que sólo estuvo hospitalizado una vez a los 11 años, que sus exámenes de rutina son normales— el médico desglosó la presión sanguínea, el nivel de glucosa y el panel de lípidos de Trump, quien tiene sobrepeso y toma una medicación contra el colesterol y una dosis baja de aspirina para la prevención de problemas arteriales.

—Sería bueno, ideal, que se les hiciera a los candidatos un examen médico completo y sin prejuicios, y que lo hagan individuos que no son necesariamente sus médicos personales. Acaso sea pedir demasiado… —ironizó Fisher—.

—Pero usted ha pedido más aun, como experto en envejecimiento del cerebro y su efecto en el liderazgo político.

—Además de un examen médico general, que por lo general realiza un especialista en clínica médica, yo recomiendo que todos los principales candidatos presidenciales se sometan a un examen neurológico completo, para evaluar sus funciones cerebrales, su capacidad de razonamiento, de memoria y de tomar decisiones. Un examen de estado mental es un elemento central de la evaluación neurológica, y aseguraría al público que ambos están en condiciones de ser presidentes.

Sería ideal que se les hiciera a los candidatos un examen médico completo, y que lo hagan individuos que no son necesariamente sus médicos personales
 

¿Un cerebro viejo puede liderar la Casa Blanca?

El profesor Fisher fue el primero señalar la importancia del envejecimiento de los líderes políticos, en el ensayo —en coautoría con David Franklyn y Jerrold Post— "Executive Dysfunction, Brain Aging, and Political Leadership" ("Disfunción ejecutiva, envejecimiento cerebral y liderazgo político"), donde pone como ejemplo principal la enfermedad neurológica del ex primer ministro de Israel Ariel Sharon, y las posibles consecuencias de ese mal en sus actos públicos.

"La toma de decisiones tiene importancia crítica en el liderazgo político, y se podría presumir que esta capacidad disminuye a medida que se envejece", argumentó el texto. "La sabiduría se concibe por lo general como un atributo clave de los individuos mayores", pero eso sucede en simultáneo a otro fenómeno. "El impacto negativo de la vejez de los líderes políticos se ve típicamente desde la perspectiva de una enfermedad catastrófica, como el cáncer o un ataque al corazón, o un deterioro progresivo lento pero obvio, como se ve con el Mal de Alzheimer. Sin embargo, existen otros escenarios del envejecimiento cerebral en el liderazgo político que son tan insidiosos como comunes".

Y, en opinión de los especialistas, hay uno tan habitual como inexplorado: "El deterioro de las capacidades para la toma de decisiones debido a la edad". 

Hillary Clinton debió ser escoltada a su camioneta cuando casi se desmaya por una neumonia, la semana pasada, durante el acto por el aniversario del 11-S en Nueva York.
Hillary Clinton debió ser escoltada a su camioneta cuando casi se desmaya por una neumonia, la semana pasada, durante el acto por el aniversario del 11-S en Nueva York.

Los desmayos, las cirugías —como las dos que sufrió en funciones Ronald Reagan, quien está a punto de perder el récord de presidente más provecto al asumir su primer periodo: 69 años—, los accidentes cerebrovasculares como el que sufrió Woodrow Wilson, las convulsiones de Richard Nixon dan mejores titulares que el secreto, muchas veces invisible para terceros, deterioro de las funciones cognitivas que sucede naturalmente con la edad.

—¿Qué lo llevó a pensar en la importancia de este factor silencioso?

—Estamos acostumbrados a pensar en los episodios relacionados con la edad que son catastróficos, o condiciones progresivas pero obvias de deterioro de las funciones cerebrales (como le sucedió a Franklin D. Roosevelt durante los últimos años de su presidencia por una hipertensión mal tratada), o episodios como los que se observaron en Reagan cuando pasó por cirugías y algunas de sus decisiones quizá se vieron impactadas por los efectos de la anestesia. Pero hay cambios más sutiles en la función cerebral.

—¿Qué capacidades mentales habría que considerar con seriedad sobre un político mayor que aspire a estar en la Casa Blanca?

—Muchas de las funciones cognitivas —memoria, aprendizaje, atención, lenguaje, razonamiento, habilidad para tomar decisiones— a las que se engloba como funciones ejecutivas. Hay pruebas de que luego de los 60 años nuestra capacidad para tomar decisiones comienza a declinar, y lo sigue haciendo a medida que aumenta la edad. Esa es una observación promedio; hay una tremenda cantidad de variaciones. Pero todos estos factores se vuelven más probables en los individuos mayores.

 

Ejemplos de la historia

Ente los casos que Fisher —profesor del Departmento de Anatomía y Neurobiología de UCI—, cataloga de catastróficos se destaca el derrame cerebral que Wilson sufrió el 2 de octubre de 1919, tras una historia de hipertensión desde al menos 1906.

El lado izquierdo de su cuerpo quedó paralizado, y su habla resultó comprometida. "Durante los últimos días de su presidencia se cree ampliamente que su esposa, Edith, tomó las decisiones en su nombre", dijo el especialista de UCI. "Ese derrame cerebral fue público; no está claro si había tenido otros anteriores. Sé que hay especulación alrededor del tema, pero no estoy convencido de que haya sufrido síntomas durante un periodo prolongado; probablemente antes del ataque mayor haya sufrido eventos menores, pero no por muchos años".

Bajo la etiqueta de progesiva se encuentra la enfermedad cerebrovascular de Franklin Delano Roosevelt. Se conocía su lucha contra la poliomielitis, pero la causa de su muerte a loas 63 años fue un derrame cerebral. Desde comienzos de la década de 1940 sufrió de presión alta; los valores que presentaba "hoy en día serían considerados en el rango de hipertensión maligna, una emergencia médica que requiere el ingreso a la terapia intensiva de un hospital", afirmó el artículo de Fisher, Franklin y Post.

Además de fumar, por lo que sufrió problemas cardíacos y pulmonares, Roosevelt "puede haber tenido episodios de encefalopatía hipertensiva, que consisten en periodos de disfunción cognitiva grave, incluida la inconsciencia". Murió poco después de la Conferencia de Yalta, donde mostró señales de no comprender lo que sucedía.

Dentro de lo episódico se cuentan dos episodios graves de disfunción cognitiva transitoria que sufrió Reagan. "El primero sucedió luego de su intento de asesinato en abril de 1981", señaló el texto. "La incapacidad de Reagan fue mucho mayor de lo que se reconoció públicamente en el momento. No se invocó la 25ª Enmienda, que se ocupa de las consecuencias de la incapacidad presidencial, y las decisiones ejecutivas fueron tomadas por un grupo de asesores políticos superiores a los que nadie había elegido".

El gastroenterólogo de Trump dijo que será “el individuo más sano en llegar a la Presidencia”, pero muchos piden un infome más serio sobre su salud.
El gastroenterólogo de Trump dijo que será “el individuo más sano en llegar a la Presidencia”, pero muchos piden un infome más serio sobre su salud.

El segundo episodio sucedió luego de la anestesia que Reagan recibió para su cirugía para tratar el cáncer de colon en 1985. Reagan se mostró desorientado; "llamativamente, no se le hizo una evaluación de su estado mental ni un estudio de sus funciones cognitivas". La decisión de que volviera a trabajar fue tomada por la Casa Blanca, no por los médicos; "el escándalo Irán-Contra se desarrolló mientras Reagan se recuperaba de la cirugía".

—La depresión de Abraham Lincoln fue un secreto, también la insuficiencia suprarrenal de John F. Kennedy (enfermedad de Addison).

—La extensión de sus problemas médicos de Kennedy es asombrosa, en particular si tenemos en consideración las muchas crisis por las que él tuvo que guiar al país. Tomaba mucha medicación, y hoy hay pruebas de que tomaba medicación que no se recetaban en circunstancias normales —como anfetaminas o drogas similares— para su cuadro de aquel momento. Creo que tuvimos suerte de haber evitado una catástrofe durante la presidencia de John Kennedy, pero quizá la próxima vez no tengamos tanta suerte.

—¿Cómo fue el caso de Sharon?

—En sus últimos años en el poder hizo cambios en la dirección de su liderazgo político. Se puede mirar eso desde un punto de vista histórico, pero hubo cambios grandes en su actitud ante los territorios ocupados, por ejemplo, al punto que algunos de sus oponentes y hasta algunos de sus aliados lo criticaron porque veían algo extraño. Sharon tenía una enfermedad neurológica llamada angiopatía amiloide, que se sabe que afecta la capacidad de tomar decisiones. Si eso fue la causa de sus cambios en las decisiones políticas, no es claro; pero es al menos razonable la idea de que haya sido un factor contribuyente.

 

Qué puede exigir el electorado

Aunque la función ejecutiva se deteriora de manera sustancial luego de los 60 años, no siempre se nota: en muchos casos se mantienen la fluidez verbal, por ejemplo, o la memoria. "Así, mientras un individuo puede parecer normal desde la perspectiva de la función cognitiva en general, el mismo individuo puede tener una capacidad disminuida para integrar habilidades cognitivas básicas como el lenguaje y la memoria para lograr una toma de decisiones normal", escribieron Fisher y sus coautores.

—¿Habrá en el futuro candidatos más jóvenes o este cambio permanecerá porque la expectativa de vida está en un récord?

—Creo que lo que sucede en esta campaña es un azar, no refleja la política en general en este país, y espero que en futuras campañas presidenciales volveremos a ver otra vez candidatos más jóvenes, por cierto más jóvenes que los que tenemos este año. La expectativa de vida probablemente es un factor que contribuye. Nos encontramos en un punto de la historia del desarrollo médico en el cual la gente vive más y tiende a mantenerse saludable durante periodos más prolongados, y entonces hay más oportunidades para que los individuos mayores compitan por la presidencia.

—¿Y qué implicancia tiene eso en el modo en que pueden atravesar las demandas del cargo?

—Ser presidente de los Estados Unidos es un trabajo muy exigente. Si miramos fotos del presidente Barack Obama en 2008, cuando fue elegido, y las comparamos con fotos actuales, vemos que ha envejecido considerablemente y más de lo que se esperaría en ocho años. Así que no hay dudas de que se trata de un trabajo muy exigente y esa es una de las razones por las cuales si individuos mayores quieren ser presidente muchos sienten que hay una expectativa muy grande por conocer su historia médica completa.

El profesor Fisher se mostró escéptico sobre la posibilidad de imponer exámenes neuropsicológicos de rutina o estudios de imágenes para quienes quieran o ejerzan el poder. "Quizá la solución más asequible en el corto plazo sea educar al electorado sobre este fenómeno —sugirió en el ensayo—, y dejar que el público evalúe a los candidatos de manera acorde".

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