Nunca antes dos candidatos presidenciales habían generado tan poco entusiasmo. En este contexto, la mayoría emitirá un voto negativo: en contra del que creen que será peor para el país
Estados Unidos se encamina hacia una elección atípica. Por primera vez en mucho tiempo, los dos postulantes a la presidencia generan en el votante medio mucho más rechazo que aprobación.
Esto explica que la campaña se esté volviendo cada vez más negativa: ya no se trata de ofrecer un sueño, de presentar un proyecto de país superador, sino de demostrar que un triunfo del adversario sería devastador.
"El público estadounidense y los votantes en particular no sienten por este par de candidatos presidenciales el entusiasmo de elecciones anteriores. Por ejemplo, hubo un inmenso interés y mucho apoyo entre los demócratas hacia la candidatura de Barack Obama en 2008 y 2012. En cambio, gran parte de la población tiene una imagen negativa tanto de Hillary Clinton como de Donald Trump", dijo Jane Junn, profesora de ciencia política especializada en opinión pública de la Universidad del Sur de California, consultada por Infobae.
Clinton comenzó la campaña con un nivel bastante aceptable de popularidad, pero bajó rápidamente a medida que avanzó la disputa con Bernie Sanders en las primarias demócratas. Trump se mantuvo bastante estable desde el principio: siempre con más imagen negativa que positiva.
"Desde que anunció su intención de competir por la presidencia, la popularidad de Clinton cayó significativamente. Las controversias por la Fundación Clinton y el uso de su correo privado como Secretaria de Estado jugaron un papel, junto a una primaria más dura de lo esperado con Sanders. Trump comenzó su primaria siendo muy impopular y así se ha mantenido", dijo a Infobae William Jordan, editor a cargo de las elecciones en Estados Unidos en la consultora de opinión pública YouGov.
Hillary lleva otro lastre muy importante sobre su espalda. Muchos estadounidenses nunca le perdonaron a su esposo, Bill Clinton, haber tenido sexo con empleadas en la Casa Blanca cuando era presidente (1993-2001), y la ven a ella como una cómplice, ya que trabajó para que no sea condenado.
"Clinton y Trump se parecen en más de lo que se diferencian. Sus familias eran amigas antes de que la historia los encontrara compitiendo por el mismo cargo político. Ambos son ricos. Ambos adquirieron su riqueza de manera sospechosa. Ninguno es agradable. Ninguno es respetado. Los dos son oportunistas. Ninguno tiene una clara brújula moral y ambos tienen ambición de poder", explicó Jay H. Leve, presidente y CEO de la consultora SurveyUSA, en diálogo con Infobae.
Los dos están, en términos de opinión pública, entre los peores candidatos a presidente de sus respectivos partidos. Nunca habían coincidido dos personas que generan tanta desconfianza en la población.
"Si los demócratas hubieran presentado a otra persona —continuó Leve—, habría derrotado fácilmente a Trump en las elecciones del 8 de noviembre. Si los republicanos hubieran presentado a otro, habría vencido cómodamente a Clinton".
Hacia un consenso negativo para elegir quién es peor
"La cualidad que destacan los seguidores de Clinton es su nivel de experiencia en el gobierno —dijo Junn—. Es un punto de fuerte contraste con Trump, quien nunca estuvo en ningún cargo, ni designado ni electo. A la inversa, los que apoyan al republicano elogian su experiencia en los negocios, cuando Clinton pasó la mayor parte de su vida en el servicio público".
Para Jordan ambos tienen fortalezas y debilidades bien definidas. "Clinton es vista por la mayoría de los votantes como inteligente, capaz y preparada para ser presidente, pero también como deshonesta y hasta corrupta —dijo—. A Trump se lo ve como poco calificado para el cargo de presidente, y los votantes dicen que es deshonesto, racista y hasta loco. Sin embargo, se cree que es más independiente de los grandes aportantes y que es más probable que pueda producir un cambio real en Washington DC".
El mayor escollo que enfrentan los dos es que, para la mayoría de los electores, el peso de sus defectos supera largamente al de sus virtudes. Entonces se ven obligados a elegir el mal menor, aceptando que ninguno de los dos sería demasiado bueno.
"Los estadounidenses están desesperados. No pueden creer que en un país con 300 millones de habitantes éstas sean las únicas dos personas entre las que hay que elegir para presidente. Ambos candidatos son seriamente, en algunos aspectos fatalmente, defectuosos. Para la mayoría de las personas la elección no se trata de 'Quién quiero que sea electo', sino de 'Quién quiero asegurarme de que sea derrotado'. La gran mayoría está votando contra el otro candidato, más que a favor del suyo", sostuvo Leve.
Así se llegó a una situación en la que los más fervientes opositores de Trump empezaron a ver a Hillary con más simpatías que antes, solamente porque ella es la única esperanza para que él no sea presidente. Al mismo tiempo, quienes más odian a la ex primera dama dejaron de lado todos los reparos que les genera el magnate, porque su triunfo supone la derrota de ella.
"En situaciones anormales la gente se acostumbra a la anormalidad y empieza a verla como si fuera normal. Muchas personas que inicialmente apoyaban a Trump con reservas, ahora lo apoyan con entusiasmo, incluso a pesar de que sus comentarios se volvieron más indignantes, y las revelaciones en torno suyo más escandalosas. Muchos de los que hoy están con Clinton eran dos años atrás los primeros en decir que no podía ganar una elección presidencial por todo el equipaje que lleva encima", concluyó Leve.
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