Jessie Quinn, de Sacramento, tenía 36 años cuando perdió el apetito, redujo su peso, tuvo algunos problemas en la vista y finalmente un intenso dolor en la pelvis que la envió a una sala de emergencia en 2010. Los análisis de inmediato revelaron que padecía leucemia mieloide -un tipo de cáncer en la sangre que avanza rápidamente- y los médicos le dijeron que la quimioterapia probablemente no sería suficiente; necesitaría un trasplante de médula ósea.
Quinn, quien tiene conocimientos científicos, sabía que encontrar un donante sería difícil. En la universidad se registró como una de médula ósea sabiendo que las personas como ella, con una herencia racial mixta, tenían mayores dificultades para encontrar un órgano compatible.
De hecho, cuando ella y los médicos buscaron el registro de posibles donantes, sólo hallaron un nombre: el suyo. "No sabía si reír o llorar", dijo Quinn.
Mientras buscaron sin éxito a uno que fuese compatible durante cinco meses, Quinn tomó cinco sesiones de quimioterapia para mantener la leucemia acorralada. Lo que eventualmente la salvó, fue un trasplante experimental usando células de la sangre del cordón umbilical de un recién nacido, un intento que puede ser usado sin que los tipos de sangre concuerden.
Esta terapia ha revolucionado el tratamiento de cáncer en la sangre en los últimos pocos años. Cada hijo biológico es mitad compatible con sus padres, y viceversa.
"Muchos pacientes que previamente hubieran muerto por falta de compatibilidad ahora son curados de su enfermedad maligna", comentó Richard Jones, director del programa de trasplante de médula ósea en el Johns Hopkins Kimmel Cancer Center.
El trasplante de médula, que inyecta células sanguíneas sanas tomadas de un donante, son usadas cuando la quimioterapia y la radiación ya no pueden detener la producción de células cancerígenas que destruyen el sistema inmune de la persona.
El proceso es peligroso porque deja al paciente vulnerable a infecciones que amenazan su vida durante meses, antes de que el sistema inmune se reconstituya y vuelva a trabajar con normalidad. Ese periodo es crítico.
En el pasado, el cuerpo de un paciente hubiera rechazado cualquier donante que no sea perfectamente compatible. Las células del cordón umbilical, sin embargo, son una especia de pizarra en blanco porque no han estado expuestas a bacterias y virus, y así son más fácilmente aceptados aún si la compatibilidad no es del 100 por ciento.
Cuando el médico de Quinn no halló posibles donantes, ella se sometió a un ensayo clínico para examinar la seguridad de tomar las células sanguíneas de un cordón umbilical.
Ya que cada cordón produce solamente un reducido número de células madre, este tipo de trasplantes toman más tiempo de trabajo que los regulares, lo que hace que los pacientes tengan más posibilidades de contraer infecciones fatales. Y si se utilizan las células de varios cordones umbilicales, las posibilidades de mayores problemas inmunes ascienden.
Quinn permaneció internada 30 días, y dijo que la recuperación fue difícil pero relativamente sin sobresaltos. Mayormente tuvo que lidiar contra una fatiga abrumadora durante el primer año. También otras dificultades en la piel. Pero ha estado libre de cáncer por un lapso de cinco años.
Recuerda conocer el diagnóstico de leucemia y asumir que pronto moriría.
"Todavía me permite pensar que puedo viajar y hacer de mochilera y remar mi kayak en mi viaje a Costa Rica", dice la mujer. "Estaba tan segura de que nunca haría esas cosas de nuevo. Es un sentimiento indescifrable".
"Los padres son siempre haploidénticos. Los hijos son siempre haploidénticos", explicó Jones. "Los hermanos son la mitad de las veces y todos los parientes de segundo grado (nietos, primos, etcétera) tienen 50 por ciento de posibilidades de ser mitad-compatibles. Todo el mundo tiene ahora un donante, y ése es el mayor avance". Pero aún hay médicos y pacientes que no están al tanto de que hay otras posibilidades que el tradicional trasplante de médula, manifestó.
"A pesar de la información que muestra la equivalencia de este tipo de trasplantes con los convencionales (que requieren una compatibilidad del 100 por ciento), muchos médicos oncológicos y algunos de trasplantes todavía consideran que estos nuevos trasplantes no son una práctica estándar. Hay todavía una gran cantidad de pacientes en necesidad de trasplantes y que no los consiguen por la falta de donantes que concuerden, y eso es inaceptable en el año 2016", cuestionó Jones.
Jones calcula que alrededor de 7.500 trasplantes de células madre donadas fueron hechas en 2014, principalmente por leucemia y linfoma, pero también para desórdenes no malignos como la anemia aplásica. Pero cree que se podrían hacer fácilmente 15.000 al año si los médicos adoptaran los nuevos métodos ahora disponibles.
Gregg Gordon, de 44 años, desarrolló leucemia en 2011. Notó dos golpes debajo de su espinilla dorsal y se estaba sintiendo inusualmente cansado. Fue a su clínico, quien le realizó chequeos de sangre y a las 24 horas estaba en el hospital realizándose quimioterapia.
Su esposa, Caryn, recuerda lo poco que sabían acerca de esta enfermedad cuando los médicos discutían los tipos de tratamientos con ellos.
"Sabíamos que sería un largo camino de lucha contra la enfermedad", dijo Caryn Gordon. "Decidió estar enfocado en ser un buen paciente y dijo 'haga todo lo que tenga que hacer conmigo porque quiero acompañar a mis dos hijas (12 y 16 años) en la iglesia cuando se casen'".
Aconsejados por su hematólogo, los Gordon viajaron a Hutchinson, que había ganado reputación nacional como un centro de trasplante de médula ósea, pero rápidamente descubrieron que no había un donante compatible. "Creíamos que podíamos encontrar alguien afín. Fue un golpe durísimo para nosotros saber que era imposible", recuerda la mujer.
Pero Gregg Gordon estaba dispuesto a participar del ensayo clínico de Collen Delaney, del Fred Hutchinson Cancer Research Center en Seattle y, como Quinn, recibió sangre del cordón y una intensa quimioterapia y radiación. También lleva cinco años libre de cáncer.
Pero no todos son tan afortunados. Quinn, Gordon y otros 11 participantes del ensayo de Delaney "están vivos, en remisión, en una edad promedio de 4.7 años", dijo el investigador. Pero dos pacientes murieron cuando la enfermedad volvió.
Un ensayo más grande, utilizando sangre de cordón umbilical, está en marcha.
Por Susan Berger – The Washington Post
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