No es algo nuevo. Ya en 2012, cuando apoyó al candidato republicano Mitt Romney, lo hizo. Y sorprendió a millones de usuarios de Twitter, quienes leyeron que el magnate de Nueva York convocaba a algo que se parecía mucho a la desobediencia civil. En aquella oportunidad, Donald Trump había denunciado ¡fraude! Eso mismo está pensando hacer en esta ocasión, al tiempo que desde su centro de campaña reconocen que las encuestas no le son favorables de cara a noviembre.
Al menos ese es el consejo que uno de sus más cercanos confidentes, Roger Stone, le hizo en una entrevista a Breitbart.com, un sitio dedicado casi en exclusiva en apoyar la postulación de Trump. "Todos sabemos que un ordenador puede hacer lo que sea. Estas máquinas de votos son esencialmente ordenadores. ¿Quién podría decir que no pueden ser falsificadas?", exclamó Stone, uno de los más conocidos lobistas políticos de Washington.
Para el diario The Washington Post, no es casualidad que Trump haya dejado de emitir mensajes por su cuenta de Twitter sobre encuestas. Las más recientes le dan una desventaja de entre siete y ocho puntos respecto a su rival demócrata, Hillary Clinton. Ayer, durante su campaña electoral, el exitoso empresario inmobiliario utilizó las mismas palabras que su ex asesor para referirse al futuro: "Me temo que la elección será falsificada. Debo ser honesto".
Todo hace suponer que Trump finalmente escogerá ese camino lleno de lodo en lo que quede de la campaña. "Creo que estamos ante un fraude generalizado, pero la primera cosa que Trump necesita hacer es empezar a hablar de ello constantemente. Si hay un voto fraudulento, esta elección será ilegítima, la elección del ganador será ilegítima; tendremos una crisis constitucional, una desobediencia civil generalizada y el gobierno no será más el gobierno", alienta Stone a su cercano candidato.
La idea de que Trump intenta deslegitimar su derrota está cada vez más extendida. Pero también, el candidato republicano busca deslegitimar una posible presidencia de Clinton, en caso de que ella ganara. Incluso, tanto el multimillonario como sus más ciegos seguidores remarcan una y otra vez la certeza de que el proceso electoral que podría elevar a la ex primera dama a la presidencia es ilegítimo. Mientras las encuestas continúen siendo desfavorables para el neoyorquino, seguirá alimentando esa fantasía. Si en cambio, los vientos se le vuelven favorables, la abandonarán.
Trump también sabe que juega con algo a su favor. Por lo general, las acusaciones sobre fraude no van acompañadas de pruebas contundentes. Al contrario. Sólo son lanzadas al aire y suelen prender en aquellas personas cuyos ánimos se ven heridos por la victoria. Durante las primarias demócratas, los rumores sobre la falsificación de los comicios a favor de Clinton fueron múltiples. Pero ninguno fue acompañado de prueba alguna.
Cuando en 2000 Al Gore perdió unas reñidas elecciones frente a George W. Bush, dejó de lado las fundadas razones que tenía para denunciar fraude. Había ganado el comicio general pero perdido en el recuento de electores. "Le digo al presindete electo Bush que lo que quede del rencor partidista debe ser puesto de lado y que Dios bendiga su administración del país", fueron las palabras del candidato demócrata hace ya 16 años. Las pronunció –según dijo– para que las instituciones de los Estados Unidos no sufrieran un desgaste ante la opinión pública local e internacional. Una frase que será difícil que Donald Trump pronuncie si pierde con Hillary Clinton.