Los futbolistas siempre han sido el capital más importante de los clubes y el Barcelona FC siempre ha estado entre las instituciones cualitativamente más acaudaladas del mundo. Ha atesorado innumerables apellidos ilustres, entre patrimonios surgidos de La Masía y riquezas obtenidas de plantillas ajenas. Johan Cruyff, Diego Maradona y Lionel Messi, de los mejores jugadores de la historia, son quizás los máximos exponentes en la nómina de figuras acogidas por el Camp Nou. Neymar tiene el potencial para ser un fuera de serie y unirse a ese trío. Fichó por el Paris Saint Germain a cambio de 222 millones de euros con la intención de tomar el trono del fútbol. Con 25 años, a menos de 365 días para la Copa del Mundo, ha buscado un escenario propicio para competir mano a mano con su amigo Leo y el portugués Cristiano Ronaldo por el Balón de Oro. No aguantó hasta heredar el legado de Messi, quiso salir de la zona de confort y hacer su propia historia.
La novela del delantero brasileño es otro culebrón sin final feliz para el Barça, que vuelve a caer por enésima vez en la desazón típica de las rupturas amorosas. Es un mal crónico, que excede las aspiraciones deportivas de Neymar y la ambición de dinero de su padre. Al Barcelona ya no solo se le escapan sus mejores promesas, seducidas por las ofertas del fútbol inglés, sino que tampoco parece tener la capacidad para retener por mucho tiempo a figuras de la talla de Neymar. El único que escapa a esa enfermedad incurable es Lionel Messi, quien renovó ocho veces su contrato. La explicación es simple: Messi es el Barcelona. Los dirigentes, los jugadores, el entrenador y el club entero están en manos del rosarino, que ganó 30 títulos desde su debut. Es el doble de trofeos que alzó el Real Madrid en el mismo lapso de tiempo. Ha conseguido maquillar los desajustes de las presidencias de Rosell y Bartomeu. En Cataluña han hecho lo imposible para que el mejor fruto de La Masía no siga el camino de varias figuras que dijeron adiós, síntoma que comenzó a fines de los '70 y se prolongó en el tiempo.
Cruyff y Maradona abrieron el grifo
Después de un largo amorío, con 61 goles en 184 partidos, y la obtención de una Liga (1974) y una Copa del Rey (1978), Johan Cruyff decidió en mayo de 1979 marcharse al fútbol estadounidense. Un año antes, había tenido que pagarle al gobierno español una fortuna en impuestos atrasados por una mala gestión dirigencial. Fue el primer paso para tomar la decisión de irse de España. Además, según confesó en su autobiografía, sintió que parte de la directiva blaugrana usaba el poder de su imagen contribuir a la lucha en favor de la libertad de Cataluña frente al poder de Madrid.
Con 32 años, el legendario futbolista holandés llegó a la antigua North American Soccer League (NASL). Iba a ser el 'nuevo Pelé' del New York Cosmos, pero finalmente eligió jugar en los Los Angeles Aztecs para ser dirigido nuevamente por Rinus Michels. Un década más tarde volvería al club para tomar el cargo de entrenador y se convertiría en una leyenda absoluta del barcelonismo.
Por otra parte, en 1984, el astro argentino Diego Maradona también decidió romper su vínculo con el Barcelona, su primer club en Europa. Fue traspasado de última hora al Napoli en 7,5 millones de dólares (1.185 millones de pesetas), cifra menor a la que habían pagado por él dos años atrás. A Josep Lluís Núñez, presidente culé de aquellos años, no le quedó otra alternativa: no podía mantener en la plantilla a un jugador que estaba a disgusto, por más figura que sea. Tras la recordada pelea entre jugadores del Barcelona y el Athletic de Bilbao en la final de la Copa del Rey de 1984, a Maradona le cayeron tres meses de suspensión. Se sintió poco apoyado por la directiva y, sumado a algunos problemas económicos por la mala gestión de sus asesores, decidió emigrar a Italia.
Otra de las salidas de gran impacto en el Barcelona a fines de los '80 fue la del alemán Bernd Schuster, que dejó aún más marchito el corazón de la afición blaugrana al fichar por el Real Madrid. Sus manifiestas divergencias con la directiva lo llevaron a no renovar el contrato y firmar directamente con el equipo archirrival. Fue uno de los fichajes con más morbo de la historia, ya que en su debut con la camiseta blanca fue en el Camp Nou ante su ex club, dando la vuelta al campo con la Supercopa de España ganada por el Real Madrid, donde mucho tiempo después también tuvo una experiencia como entrenador.
El barcelonismo tuvo que sufrir también la salida de Michael Laudrup en 1994, quien estaba enemistado con Cruyff, por entonces entrenador, y también decidió irse al Real Madrid. "Si se confirma que se va al Madrid al final resultará que este equipo será nuestro filial. Existe una intención externa que intenta crear malestar en el Barça", dijo Josep Lluís Núñez, según reprodujo el diario El País, en referencia a las anteriores salidas de Schuster, Milla y Nando. Sin terminar de digerir aquel golpe, años más tarde, el Barça perdió a dos estrellas brasileñas. Primero Romario, que sólo soportó una temporada en el Camp Nou antes de regresar a Brasil para jugar en el Flamengo. Luego Ronaldo Nazario, que también desplegó su magia una única campaña y se marchó al Inter de Italia. Ambos hicieron torneos sensacionales y parecían destinados a tener un largo amorío con el público blaugrana pero el club no pudo evitar sus salidas.
De Figo a Ronaldinho, otros grandes portazos
La fuga que más daño hizo al Barcelona fue, sin duda, la del portugués Luis Figo. Más allá de que también se marchó al Real Madrid, como lo hicieron Schuster y Laudrup, entre otros, los barcelonistas lo acusan de mentir descaradamente. Había sido adquirido en la temporada 95-96, procedente del Sporting de Portugal. Se había convertido en una de las grandes figuras del equipo e incluso llegó a ser uno de los capitanes. Todo fue color de rosa hasta que Florentino Pérez pagó su cláusula de rescisión de 61 millones de euros y, en julio del 2000, se marchó al Real Madrid. "Al final de cuentas, si no estás realmente sintiéndote 100% reconocido en el seno de lo que entregas y lo que haces, no por parte de la gente, sino de los que manejan y gestionan el club, cuando tienes otras ofertas te planteas cambiar y fue lo que pasó", señaló Figo en una entrevista a la web de La Liga española. Joan Gaspart, el presidente que tomaba la posta de Núñez, comenzaba su mandato de la peor manera.
A Gaspart también se le escapó uno de los grandes símbolos barcelonistas: Pep Guardiola. En abril de 2001, con 30 años, tras haberse forjado en La Masía y haber jugado únicamente con la camiseta azulgrana, decidió marcharse al Brescia de Italia. Y además se le esfumó Rivaldo, quien decidió marcharse al AC Milan tras marcar 111 goles en seis temporadas con el elenco catalán.
Tras aquellos malos tragos, llegaría el mandato de Joan Laporta, elegido presidente tras la renuncia de Gaspar, dio el golpe sobre la mesa al fichar a Ronaldinho en 2003. Estuvo cinco años en el club y se convirtió en el líder del equipo dirigido por Frank Rijkaard, ganador de dos Ligas y una Champions League. Sin embargo, después de dos años sin títulos, se apostó al proyecto de Pep Guardiola, quien decidió prescindir de la máxima figura del equipo. 'Dinho' tuvo ofertas de muchos clubes, incluso una del Manchester City, que recién comenzaba con la gestión qatarí, pero decidió ir a Milán para unirse a Pato y Kaká.
Eto'o y Dani Alves, los últimos antes de Neymar
Pep Guardiola, con Lionel Messi como arma letal, construyó uno de los mejores equipos de la historia y revolucionó la forma de jugar al fútbol. Ganó 14 títulos en cuatro años. Sin embargo, con él en el banquillo, el 'síndrome del adiós' se mantuvo latente. Una de las peores despedidas fue la del camerunés Samuel Eto'o, compañero de ataque de Messi y Thierry Henry en la obtención del triplete de la temporada 2008-2009. Antes de iniciar la temporada siguiente, Eto'o formó parte de la operación del Barcelona para contratar a Zlatan Ibrahimovic. La jugada salió muy mal. Eto'o ganó la Liga italiana, la Copa y la Champions League en su primera temporada en el Inter bajo la conducción de Mourinho. El Barça no sólo malgastó 46 millones de euros, también vio a Ibrahimovic marcharse dos campañas más tarde.
La última baja resonante en los pasillos del Camp Nou, antes de la salida de Neymar, fue la de su compatriota Dani Alves, un elegido por Guardiola que ganó 23 títulos con la camiseta del Barcelona. "Fui poco respetado por la junta directiva antes de dejar el club. No puedes jugar por un club a lo largo de ocho años, conseguir lo que conseguimos y no tener al club en tu corazón para siempre. Antes de ir a la Juventus, le hice una promesa final a la directiva. Dije: 'Me echaran de menos'. No lo dije como jugador. Lo que quise decir fue que iban a extrañar mi espíritu. Van a extrañar la sangre que derramé cada vez que me puse la camiseta", escribió el actual jugador del Paris Saint Germain en The Players Tribune.
Aún no han dado con el reemplazo de Dani Alves. De hecho, tras las pruebas fallidas con Montoya y Aleix Vidal, y luego de improvisar con Sergi Roberto, han fichado al portugués Nelson Semedo, quien en uno de sus primeros entrenamientos un altercado con Neymar. Fue uno de los últimos hitos del brasileño antes del adiós que dejó varios cientos de millones dólares en la arcas del club. Será cuestión de ver si el Barcelona escapa a su errática política de fichajes y logra invertir de manera correcta. Aunque a veces el dinero no es la solución. "No veo que 200 ó 300 millones sean más beneficiosos que tener a Neymar", dijo en una conferencia de prensa en Miami el capitán Andrés Iniesta, uno de los pocos capitales valiosos que logró atar el Barça.
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