Usain Bolt tenía 17 años y era tiempo de que sus innumerables triunfos como atleta juvenil, tanto en Jamaica como en torneos internacionales, comenzaran a dar sus frutos en el profesionalismo.
Con esa meta, el joven que ya era catalogado como una promesa por el atletismo mundial, empezó a entrenarse de cara a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
Antes de la cita olímpica, tenía la posibilidad de medirse en el Mundial de Atletismo Juvenil celebrado en Grosseto, Italia, certamen al cual llegaba al límite, por una lesión en el tendón de la corva. Sin embargo, una vez arribado a la ciudad europea, Bolt se vio obligado a abandonar por un nuevo problema.
"Una resonancia magnética reveló un pequeño desgarro en su isquiotibial", explicaba en aquel momento el equipo jamaiquino, que aseguraba que el inconveniente se solucionaría con dos semanas de rehabilitación.
Grecia se vestía de gala para los Juegos Olímpicos y Bolt llegaba como una estrella. Pero otra vez su cuerpo jugaba en su contra. El jamaiquino fue eliminado en la primera ronda de los 200 metros tras sufrir una nueva lesión en el tendón de la corva y se volvía a Jamaica cargado de frustración.
Una vez arribado a su país de origen se le diagnosticó escoliosis al lungo de 1,95 metros. Como consecuencia de su altura y su mala alimentación en sus primeros años de vida, su columna se había desviado levemente hacia su derecha, lo que provocaba que su pierna izquierda fuese 1,5 cm más larga que la diestra.
Bolt cambió de entrenador y contrató al experimentado Glen Mills, quien le reservó una cita con el médico alemán Muller-Wolhlfahrt. El profesional le recomendó un tratamiento basado en fortalecer los músculos de su espalda, para proteger la columna y evitar así las lesiones.
El proceso tardó en dar resultados y en el Mundial de Atletismo 2005 sufrió una nueva molestia y terminó último en la final de los 200 metros. Entonces, decidió tomarse el resto del año para recuperarse y volver en plena condición física la siguiente temporada.
Fue allí cuando Mills lo incentivó a apostar a las carreras de mayor distancia, como los 400 metros. Bolt aceptó el cambio, pero no olvidó que su objetivo era ser el mejor en carreras de 100 metros.
Así, llegó el 2006. Año en el que finalmente pudo dejar sus problemas atrás y transformar su anomalía en un don. En el Mundial de Atletismo de Atenas consiguió su primera medalla de plata y desde allí no se detuvo.
Desde entonces, Bolt transformó la escoliosis en un aliado y los expertos descubrieron que su asimetría al correr, producto de tener una pierna más larga que la otra, sus 1,95 metros de altura y su capacidad, lo convertían en un ser prácticamente inalcanzable en velocidad y, por lo tanto, en el humano más rápido de la historia.
El jamaiquino acumula ocho medallas de oro olímpicas y 11 títulos mundiales, es el dueño de los récords mundiales en 100 y 200 metros y es parte de la historia grande del deporte.
Este sábado, en el marco del Mundial de Londres, competirá en los 100 metros por última vez y el próximo fin de semana, luego de la prueba de 4 x 100 pondrá punto final a su carrera.
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