El 25 de junio de 2009, en el mítico Madison Square Garden, la historia de la NBA comenzó a reescribirse con una serie de inesperadas decisiones. Larry Riley, quien fue General Manager de los Golden State Warriors desde ese mismo año hasta 2012, se presentó al draft con una elección entre ceja y ceja, una verdadera obsesión.
El directivo de la franquicia que actualmente se encuentra en Oakland tenía decidido apostar por un joven que venía realizando grandes actuaciones en los Wildcats del Davidson College: Stephen Curry, hijo de Dell, ex Charlotte Hornets, entre otros equipos.
Esa noche sobresalían los nombres de Blake Griffin (fue elegido en el pick uno, por Los Ángeles Clippers), James Harden (tercer lugar, por los Oklahoma City Thunders) y DeMar DeRozan (Toronto Raptors, en el noveno puesto); pero en los Warriors no había dudas sobre lo que podía aportar el base.
El principal problema para Golden State eran los Minnesota Timberwolves, entidad que poseía los picks 5 y 6. Los de Minneapolis pasaron al frente para anunciar las elecciones de Ricky Rubio y Jonny Flynn (jugó en la NBA hasta 2012 y luego comenzó una travesía por diferentes ligas).
Riley no pudo contener su alegría y saltó de su asiento. Su gran anhelo estaba disponible y tomó una sabia decisión, pese a que todos los scouts le habían recomendado inclinarse por otra opción (por su físico, no lo consideraban con una buena capacidad defensiva y aventuraban una difícil adaptación). Curry pasó oficialmente a formar parte de la Dub Nation.
Ya en su primer partido, que fue derrota ante Houston Rockets por 108 a 107, el point guard demostró que llegó para hacer historia: 14 puntos y siete asistencias. En esa temporada, formó parte del quinteto ideal de rookies (denominación para los debutantes) y en el All-Star Game de 2011 ganó el desafío de habilidades.
Aunque una serie de lesiones y operaciones en sus tobillos pusieron en duda su futuro, Curry continuó liderando al equipo y en el draft del 2011 arribó su socio perfecto. Riley nuevamente mostró tener un ojo clínico y apostó nuevamente por el hijo de otro ex jugador. Con la llegada de Klay Thompson, la liga vio el nacimiento de una sociedad que será recordada por varios años: los Splash Brothers.
Al siguiente año, la franquicia dio uno de los mejores e inesperados golpes. En la elección 35 apostaron por Draymond Green. El ala-pivot se transformó en un verdadero diamante, debido a su enorme capacidad defensiva y su buen aporte en ofensiva. Luego, en 2013, apostaron por Andre Iguodala, quien era agente libre.
La última gran decisión que tomaron los Warriors fue en Mayo de 2014. La eliminación en el séptimo partido de la primera ronda ante los Clippers marcaron el adiós de Mark Jackson. La directiva, con Myers y Lacob a la cabeza, volvieron a sorprender y dieron con otro gran acierto al apostar por un inexperto Steve Kerr.
El ex Chicago Bulls y ganador de cinco anillos como jugador, fue el eslabón que faltaba para que la franquicia se transformarse en una verdadera potencia. En solamente tres temporadas, Golden State se adjudicó en dos oportunidades el campeonato y perdió una final.
Los Warriors son una de las tres franquicias fundadoras que aún continúan con vida, al igual que Boston Celtics y los New York Knicks; con la salvedad que nacieron en Filadelfia, luego se mudaron a San Francisco y en 1971 hicieron base en Oakland, su actual casa.
Solamente habían alzado el trofeo en tres oportunidades, hasta esta refundación que comenzó ese 25 de junio de 2009 y que promete marcar una verdadera época. Con la filosofía y estilo de juego de Kerr asentada, sumada a la llegada de Kevin Durant, todo hace indicar que estos Golden State Warriors continuarán reinando la liga y marcarán una era, como lo hicieron los Bulls de Michael Jordan y los Lakers de Magic Johnson.
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