El comandante cubano Fidel Castro falleció a los 90 años, según anunció su hermano Raúl en la televisión estatal. El impacto de su muerte es el de una figura suprema. Su poder alcanzó todas la esferas de la sociedad y el deporte fue uno de los sectores en los que dejó una huella profunda, por el desarrollo deportivo de la isla y la abolición al profesionalismo.
Bajo su extenso mandato, que comenzó con la victoria de la revolución cubana en 1959, el deporte cubano se elevó a niveles superlativos, convirtiéndose en una potencia a nivel mundial, sobre todo en el ámbito olímpico. Aunque también este amante del fútbol, pitcher de beisbol y jugador de baloncesto en su época de estudiante, limitó el sueño de muchos talentos con sueños de trascender las fronteras.
Un delantero "muy bravo" en La Habana
Siempre fue un aficionado del deporte madre de Cuba: el béisbol. Aunque a principios de los 40, en el colegio de Belén, un centro jesuita de enseñanza de La Habana, se animó a formar parte del equipo de fútbol que dirigía el sacerdote catalán Pedro Pablo Ferré Elías.
"Era un futbolista de calidad regular. Pero era corpulento, musculoso, un jugador muy fuerte y, sobre todo, muy bravo. Ocasionalmente jugaba. No era un jugador titular en el equipo, pero le gustaba el fútbol", recordó Armando Montes de Oca Arce, quien fuera compañero de equipo suyo, en un artículo publicado en el diario El País en 2014.
También jugaba ocasionalmente al baloncesto de adolescente. Y fue beisbolista en su época de estudiante universitario. El miembro del Salón de la Fama de las Grandes Ligas, Monte Irvin, contó que se enfrentó a Fidel Castro en 1947, cuando el comandante estudiaba en la Univeridad de La Habana: "Él quería ser pitcher. Tiraba muy duro pero no tenía un buen control. Era un jugador de práctica para nosotros. Nunca pudo ser incluido en una nómina."
La isla que se transformó en potencia olímpica
Antes de su llegada al poder en 1959, los hitos del deporte de Cuba se era básicamente logrados por al béisbol y el boxeo. Ocasionalmente, conseguía logros en deportes periféricos como los de José Raúl Capablanca en el ajedrez o Ramón Fonst en la esgrima.
Castro creó las Escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) y, con ellos, se fundaron los Juegos Nacionales Escolares, donde los estudiantes de todas las edades comenzaron a forjar talento en las disciplinas de boxeo, béisbol, judo, ciclismo, atletismo y esgrima, entre otros.
En los últimos 56 años, la proyección deportiva ha sido muy importante, al punto de transformarse en un potencia olímpica. Entre los Juegos Olímpicos de Roma 1960 hasta los de Rio 2016, Cuba ha conquistado un total de 207 medallas -72 de oro, 65 de plata y 70 de bronce-.
Sin embargo, así como fomentó los sueños de muchos deportistas, también los enjauló en dos ocasiones al impedir la participación de los atletas cubanos en los Juegos de Los Angeles 84 y Seúl 88. La primera como obediencia al bloque comunista y la segunda para complacer a Corea del Norte.
Los logros no pueden negarse, aunque sea cuestionable el costo económico y político, por usar los triunfos del llamado "deporte revolucionario" como una bandera de propaganda política del régimen.
La jaula del profesionalismo
En 1961, Fidel Castro eliminó el profesionalismo del deporte y cerró bruscamente el flujo de talentosos peloteros a las Grandes Ligas de los Estados Unidos. Fue en un momento en el que Cuba era la principal fuente de jugadores extranjeros de la prestigiosa MLB.
El mejor béisbol del mundo se perdió a una generación brillante de jugadores isleños. Omar Linares, Luis Giraldo Casanova o Antonio Pacheco, entre otros, hubieran encandilado al béisbol estadounidense. Quedó demostrado en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, cuando la selección cubana de béisbol se colgó la medalla de oro al derrotar a Estados Unidos.
Al abolir el deporte rentado, el dictador esclavizó no sólo a los peloteros, sino a todos los deportistas de cualquier disciplina, quienes eran obligados a dedicarle sus triunfos.
Diego Maradona, su gran amigo
Fidel Castro tuvo relación con varias figuras del deporte mundial, pero ninguna como la que forjó con el astro argentino Diego Armando Maradona, quien se internó en Cuba en el 2000, para someterse a una dura desintoxicación y salir de uno de los momentos más duros de su vida. Se admiraban mutuamente desde la primera visita del ex futbolista a Cuba en 1987, ya siendo campeón del mundo.
Otra de las grandes visitas que tuvo fue la de Muhammad Alí, en 1996, marcada por la relación hostil entre los caribeños y los estadunidenses, que pasaba por un mal momento histórico. El legendario boxeador Ali visitó Cuba invitado por la Cruz Roja Internacional. La imagen con Castro pidiéndole que lo golpee en la barbilla recorrió el mundo.