"Insistir, persistir, resistir y nunca desistir", es la frase de cabecera de Claudia Umpiérrez. La tiene un su biografía de Twitter y la publicó en un tweet el 5 de septiembre pasado, un día después de convertirse en la primera mujer árbitro en dirigir un partido de Primera División del fútbol sudamericano.
Su debut fue en la Fecha 2 del Campeonato Uruguayo Especial, en el duelo en el que Boston River aplastó 5-1 a River Plate. Se plantó con su 1,80 metro ante los 22 futbolistas. Mostró ocho tarjetas amarillas y una roja. Tuvo una buena actuación. Sin embargo, ella elige como momento más destacado a la previa del partido, donde fue aplaudida por ambas hinchadas.
Claudia, de 33 años, además es abogada y trabaja en el Banco de Seguros del Estado. Está casada con un colega del silbato, Gabriel Popovits, a quien conoció mientras estudiaba arbitraje. Son padres de Naomi, de 2 años. Se apoyan entre sí, se alientan y tienen un sueño en común. Quieren formar parte de la misma terna:
-¿Siempre te gustó el fútbol?
-Vengo de una familia muy futbolera. Mi papá, Julio, fue entrenador. Tengo dos hermanos varones y además mi tío, Rubén "Pico" Umpiérrez, jugó 17 años al fútbol profesional en Francia. Así que desde chica consumía mucho fútbol. De adolescente yo jugaba en un cuadro de barrio que dirigía mi abuelo en Pan de Azúcar, dónde me crié. Jugaba con mis amigas, con mis tías, siempre andaba con ellas. Enfrente de mi casa tenía cancha del Club Deportivo Estación. Siempre el fútbol fue una parte importante en mi vida.
-¿Y por qué elegiste el arbitraje?
-Cuando me mudé a Montevideo para estudiar abogacía, me enteré del curso. Me pareció una buena oportunidad para aprender el reglamento y una salida laboral para ayudar a mis padres, quienes se habían hecho cargo de todos los gastos que implicaba mudarse del interior a la capital a estudiar. A ellos no les gustaba la idea, pero los intenté conquistar por ese lado, que dirigiendo los fines de semana podía ahorrar algo de plata. Me recibí en el 2005 y empecé a dirigir de forma oficial. A partir de ahí, no lo solté más.
-¿En qué momento te diste cuenta que estabas para dirigir en la Primera División?
-Cuando recién me recibí, el director de la escuela de árbitros Ernesto Filippi -ex referee internacional e integrante de la Comisión de Árbitros de la Conmebol- me decía que me venía buen perfil, que tenía buen físico a pesar de ser mujer (mide 1,80 metros) para imponer presencia, y que podía andar bien. Como me lo decía alguien de su experiencia, me entusiasmaba a seguir. Pero después estuve cuatro años en la categoría más baja y, al ver que no subía, me desmotivé. La gente de mi generación ascendía y yo estaba estancada. En 2008, que tenía 21 años, pensé en dejar porque me quitaba mucho tiempo y me perdía de hacer cosas. Mis amigas me pedían que siga y lo hice porque justo cambiaba la parte dirigencial en el colegio. En 2010 me dieron el escudo internacional de FIFA, así que en dos años subí todo lo que no había subido desde que empecé. En 2012 fue al Mundial juvenil, ahí empecé a sentir que podía tener un futuro y, al estar en segunda, me sentía cerca del fútbol de primera.
-¿Qué te exigieron en el Colegio de Árbitros para dirigir al máximo nivel?
-Les pregunté y empezaron con el tema de que había que rendir pruebas físicas de hombre. Yo las rendía, pero me después me decían que no había cupos. Acá en Uruguay estaba el caso de Laura Geymonat, que fue árbitro asistente en Primer División, con buenas actuaciones pero nunca fue jueza principal. El antecedente de una chica estaba, pero no de árbitro principal. En 2013, quedé embarazada y fui mamá en 2014. Dirigí una final de Tercera División con mi bebé en la panza. Estaba de un mes y medio, lo consulté con mi ginecólogo y me autorizó. Encima cuando me dieron la devolución del partido, me dijeron que había posibilidad de dirigir en Primera División, pero sin saber de mi embarazo. Mi esposo me pedía perdón, tenía culpa porque pensó que me había sacado la posibilidad de subir. Por suerte, quedó la sensación de que no ascendí sólo por el embarazo. Cuando pude volver a entrenar, tuve que bajar 20 kilos. Llegué a entrenar hasta tres veces al día. El entorno me ayudo mucho, había toda una logística para ver quién se quedaba con mi hija cuidándola de mañana o de tarde. Después me designaron al Mundial femenino de Canadá, donde estuve de cuarta árbitro en la final, y todo eso generó buenas sensaciones. A nivel local me iba bien, y volví hablar para ver si podía ascender. Por suerte fueron honestos conmigo, porque di la prueba física de hombres y quedé en el tercer puesto del ránking. Como quedaron tres vacantes, llené uno de los tres cupos.
-¿Sabías que te iba a tocar dirigir tan rápido? ¿Cómo te enteraste de la designación?
-No tenía ningún indicio, pero yo especulaba con que podía darse en las primeras fechas porque en la primera fecha debutó Antonio García, uno de los tres que ascendimos, así que quedábamos dos árbitros por debutar. Los miércoles acá en Uruguay sale la designación, así que estábamos pendientes con mi esposo. En un momento el se fue a cerrar un negocio que tiene con los hermanos y al rato me llamó por teléfono para decirme 'te felicito, vas a debutar'. Yo no había visto nada. Él se encargó de darme la noticia.
-Con el partido a la distancia, ¿con qué momentos te quedas?
-Me quedo con la previa del partido, con ese momento en que me levanté en mi casa y dije 'es hoy, llegó el día'. Con los mensajes de mis amigos, mi familia y la sensación esa de que lo había conseguido. Después fue lindo llegar a la cancha, que me saluden los jugadores y tener mi propia hinchada. Por primera vez, en 14 años, había como 30 personas que me habían ido a ver exclusivamente a mí. El broche de oro fue una ola de aplausos de las dos tribunas. No tenían por qué, pero fue un lindo gesto.
-¿Volviste a verlo? ¿Te reprochás algo?
-El partido entero no lo vi. Pero vi un compacto y después tuve el análisis técnico en el Colegio de Árbitros. Lo bueno que los protagonistas del partido fueron los jugadores. Siempre hay cosas para mejorar, pero tuve una buena charla con Roberto Silvera, el ex árbitro que me tocó de veedor. Yo soy muy receptiva, trato de aprender constantemente y escuchar gente de experiencia. De lo que él me dijo me quedó el 95%. De repente algo se te pierde, pero la mayoría de las cosas que me dijo fueron positivias y sirven para crecer. El análisis fue positivo.
-¿Hay diferencias entre un árbitro mujer y un hombre?
-Yo creo que no existen. Obviamente que hay diferencias físicas, porque nosotras tenemos que entrenar el doble de lo que entrena un hombre para poder rendir lo mismo. Pero a la hora de dirigir todos somos diferentes, incluso los árbitros varones entre sí. Cada uno tiene su personalidad. No hay diferencias por temas de genéros. Quizás un jugador pueda tener su preferencia.
-¿Cómo te llevás con la tecnología en el fútbol y el nuevo reglamento?
-Todo lo que sirva para ser justicia está bueno. Hay que ver como se implementa. Pero, por ejemplo, la tecnología de gol que usamos en el Mundial fue buenísima. Porque es algo que al ojo humano a veces le resulta imposible de determinar. Si ayuda al equipo arbitral, está bueno. Y los cambios también, pero eso no lo tenemos que analizar mucho. Hay que estudiarlos y ponerlos en práctica. Eso es lo importante.
-¿Tenés referentes dentro del arbitraje?
-No trato de copiar a nadie, yo siempre estoy alerta y miró todo. En los cursos internacionales que compartimos, por ejemplo en los Juegos Olímpicos, siempre estoy atenta a todo. A nivel local, está la árbitra asistente Mariana Corbo, que participó de todos los torneos de FIFA a nivel internacional, y ella fue un poco la que abrió el camino de mi generación. Siempre nos transmitía lo que vivía en los torneos. Nos demostró que hay que pelearla, que se puede. Ojalá ella y Luciana Mascaraña lleguen rápido a Primera División.
-¿Qué opinás de la árbitro que en España hizo echar a un hincha que le gritó "andá a lavar los platos"?
-Sí, la leí la nota. De hecho, tenemos un par de grupos de whatsapp con árbitras y la compartimos. Fue una reacción buenísima. Lo que comentábamos es que si fuera por esos gritos acá en Sudamérica, no jugaríamos ningún partido. Una vez me pasó de ir a ver a mi esposo y le empezaron a decir 'tu señora debe estar con tal o con cual'. Le toqué el hombro al tipo y le dije "¿sabés que no? porque la mujer soy yo y hace 40 minutos que me estás insultando". Él estaba con la mujer también y quedó mal con ella. La gente me felicitaba por haberlo avergonzado. Yo a mi familia le pido que no vaya a la cancha, porque no quiero que mis padres o mis hermanos pasen un mal momento como ese. Han ido alguna vez, en momentos importantes, pero cuando empieza el partido ellos sufren. Yo no me entero lo que me gritan.
-¿Qué fue lo más insólito que te gritaron en una cancha?
-De todo. Una vez, una señora me gritó "Olivia, andá a cocinarle a Popeye". Lo bueno era que me veía flaca por lo menos. Los hinchas son muy originales. A veces te hacen reír. También te gritan otras cosas que son demasiados groseras. Lamentablemente, pasa. Está socialmente aceptado, es parte de la profesión y hay que estar preparado.
Sueño cumplido! 4/9/16 un día que jamás olvidaré! gracias a tod@s los que me acompañaron, fue hermoso tener hinchada pic.twitter.com/qss8EZjsWS
— Claudia Umpierrez (@DraClau06) September 5, 2016
-¿Cuál es tu siguiente sueño después de dirigir en la Primera División?
Hoy todavía estoy disfrutando el logro de haber dirigido en el fútbol de primera. Intentó estar tranquila y disfrutar de que conseguí algo que me costó muchísimo. Mi principal objetivo ahora es asentarme en la categoría y ganar experiencia, credibilidad entre los jugadores. Yo tengo una historia pero no importa ahora. Me tengo que hacer un nombre en el fútbol profesional, partido a partido. Aunque a corto plazo, me gustaría salir con mi esposo en la misma terna. Hacer un partido juntos sería un sueño de los dos. Armar el bolso juntos en casa y salir a la misma cancha.