La badmintonista Carolina Marín utilizó un curioso recurso a lo largo del torneo. Un punto, un grito fue la fórmula con la que obtuvo su primera medalla de oro.
La española se volvió insoportable para cualquiera de sus oponentes, ella lo sabía y ése era su objetivo. Algunos fanáticos del deporte llegaron a acusarla de tener una conducta antideportiva.
"Tienes que demostrar que no te vas a rendir para que no piensen que te pueden vencer, para ponerlos nerviosos", aseguró Carolina Marín cuando transitaba los cuartos de final.
Su rival, en esa etapa del torneo, fue la coreana Ji Hyung Sung, quien terminó llorando en la zona mixta. "No sé si las rivales me tienen respeto, yo desde luego no se los tengo. Yo he venido a ganar", reconoció Marín.
En semifinales, se topó con la china Li Xuerui. Allí también venció y admitió: "Siempre analizo a mi rival. Por ejemplo, a las chinas les influye mucho cuando les gritas, porque ven que sigues ahí luchando, que no te rindes. Si no lo haces, piensan que estás apagada y se refuerzan".
La dos veces campeona del mundo, llegaba a la final para medirse frente a la india Pusarla Venkata Sindhu terminó ganando por 2 sets a 1, pero lo curioso fue que el encuentro fue muy parejo al inicio, pero a partir de los constantes alaridos de la española, su rival empezó a errar con mayor frecuencia.
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Su estrategia causó una gran polémica, cuando pasó de celebrar sus propios puntos a festejar los errores ajenos. Los medios españoles comenzaron a hablar del espíritu olímpico y el roce con la actitud antideportiva.
Finalmente, la andaluza de 23 años no cambió su actitud y se convirtió en la primera medallista de oro en bádminton femenino no asiática de la historia.