Un fuerte olor a basura podrida da la bienvenida a todos los viajeros que aterrizan en el aeropuerto internacional de Río de Janeiro, la flamante ciudad olímpica. El hedor no procede de ningún vertedero, sino de las aguas negras de la bahía de Guanabara, que en apenas unas semanas acogerán las pruebas de vela durante los Juegos Olímpicos. El regatista argentino Santiago Lange, que conquistó dos medallas de bronce en los Juegos de Atenas 2004 y Beijing 2008, respectivamente, ya se prepara en la 'Cidade Maravilhosa'.
"Es obvio que la bahía está muy contaminada, lo vemos todos los días, hay días que está mejor y otros que está peor, porque cuando llueve llega mucha más basura, pero es lo que hay. No se puede pretender que la limpien en dos años. Desde el principio supe que eso no iba a pasar", explica a Infobae Lange, que a sus 53 años y después de superar un cáncer de pulmón competirá por sexta vez en unos Juegos, esta vez en la nueva modalidad mixta de catamarán Nacra junto a Cecilia Carranza. Aunque aspira a conquistar medallas, "lo que más ilusión me hace es competir junto a mis hijos", confiesa.
Limpiar el 80% de la bahía antes de los Juegos fue la promesa estrella de las autoridades de Río de Janeiro para convencer al Comité Olímpico Internacional (COI) de que los Juegos dejarían un importante legado verde en la ciudad. A falta de pocas semanas para que arranquen las competiciones, Lange, como otros atletas que ya se preparan en Río, constata que apenas ha habido avances.
Cajas de madera, botellas y bolsas de plástico de todas las formas y colores, animales muertos, muebles, colchones o incluso un brazo humano forman parte del paisaje habitual de la bahía
No obstante, Lange acepta las condiciones: "Éste es el campo en el que nos toca competir y más allá de la contaminación, es un puerto muy bonito". Además, en cuanto a la competición, "afecta a todos por igual" el encontrar o no objetos en el agua. "Ojalá que nuestro deporte ponga un grano de arena para que se haga pública la situación y con el paso del tiempo la gente tome consciencia, presione y las aguas realmente se descontaminen", completa.
Cajas de madera, botellas y bolsas de plástico de todas las formas y colores, animales muertos, muebles, colchones o incluso un brazo humano –que apareció flotando el pasado mes de febrero— forman parte del paisaje habitual de la bahía. Se calcula que cada día cientos de ríos y canales depositan en sus aguas ente 90 y 100 toneladas de basura sin depuradora alguna que filtre las tuberías. Para los diez millones de habitantes del área metropolitana de Río la bahía es una simple cloaca a cielo abierto.
"Todos esos objetos son un peligro porque pueden engancharse por debajo del barco al apéndice e interrumpir la navegación", comenta con preocupación el regatista español Fernando Echávarri, medallista de oro en Beijing 2008. Echávarri también se encuentra en Río desde hace semanas y no da crédito cada vez que sale a navegar: "Pensé que esta vez, tan cerca de los Juegos, el agua estaría más limpia, pero no. Si se esfuerzan es posible limpiarla, pero estoy hablando de la suciedad física, no de la contaminación química o bacteriológica, que llevaría años".
LA AMENAZA DE LA 'SUPERBACTERIA'
Y es que debajo de la contaminación más visible se esconde otra más dañina: a los coliformes fecales, virus y todo tipo bacterias que van directamente de las alcantarillas de Río a la bahía se les ha sumado recientemente la bacteria KPC. La también conocida como 'superbacteria' es inmune a los antibióticos y puede causar la muerte a personas con problemas en el sistema inmunológico. Al riesgo de contraer enfermedades estomacales, respiratorias o incluso la hepatitis A se une ahora una nueva amenaza.
"Es una nueva bacteria que viene de la falta de tratamiento del agua, ya que se cree que está asociada a los residuos de centros médicos y hospitalarios", explica el ambientalista Sérgio Ricardo, que lamenta que las autoridades estén minimizando la gravedad del asunto, a pesar de que esta nueva inquilina de la bahía ya está presente incluso en las aguas de la playa de Copacabana, según investigadores de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Además de ser la playa más famosa de Río, aquí nadarán los atletas del triatlón olímpico y de natación en aguas abiertas.
Según el Gobierno del Estado de Río el lugar donde competirán los regatistas "está dentro de los parámetros internacionales de 'balneabilidad', es un agua apta para el baño". Ricardo replica: "El Gobierno manipula los resultados de sus análisis, porque una constatación de la contaminación y el riesgo a la salud perjudicaría a la industria del turismo".
Ante este panorama las críticas a nivel internacional no se hicieron esperar. La Federación Internacional de Vela pidió hace tiempo trasladar las competiciones olímpicas a la vecina localidad de Búzios, en mar abierto y con aguas cristalinas. El Ayuntamiento de Río se negó a perder la jugosa oportunidad de colocar la fotogénica imagen de los veleros junto al Pan de Azúcar en las televisiones de medio mundo. Ahora el reto es que la bahía salga guapa en la tele, aunque sea con un maquillaje de última hora. Las autoridades centran los esfuerzos en apartar la basura flotante. En los últimos meses, una decena de 'ecobarcos' recogen los residuos –unas 40 toneladas al mes, según el Gobierno del Estado— y se instalaron 'ecobarreras' en las desembocaduras de varios ríos para evitar que la basura llegue el mar. Para ecologistas como Sérgio Ricardo son medidas "limitadas, ineficientes y paliativas" que no resuelven el problema.
LOS PESCADORES, ABANDONADOS A SU SUERTE
El campo de regatas estará situado muy cerca de la boca de la bahía, donde el agua se renueva constantemente gracias a los aportes del océano. Dentro de lo malo, el nivel de contaminación no es nada si se compara con la realidad que se vive unos kilómetros más adentro, donde el agua de la bahía está más estancada. En la Ilha do Governador, a 25 kilómetros de la Marina da Gloria desde donde partirán las competiciones, las playas están vacías. Poco antes de romper las olas dejan ver un color verde que es cualquier cosa menos una invitación al baño. Sin embargo, cada día unas 20.500 personas tienen contacto directo con esas aguas: son los pescadores de la bahía.
"Están muy preocupados con los atletas que vienen aquí y se van al cabo de unos días. Pero, ¿y las personas que viven desde hace años dentro de esta agua? ¿De esos no se preocupan? ¿Unos tienen valor y otros no?". Son las reflexiones en voz alta de un irritado Nilson, que hasta hace unos años se ganaba la vida pescando gambas y cangrejos. Dejó de hacerlo porque las redes salían cada vez más vacías.
A pesar de la contaminación extrema, miles de pescadores malviven vendiendo pescado repleto de metales pesados a empresas que hacen la vista gorda con tal de poder obtener el producto a precios irrisorios: "La situación es muy grave, o vendes el pescado para comer o te mueres de hambre", se justifica Nilson.
Él es uno de los miles de pescadores que se vieron afectados por un vertido de petróleo de la empresa estatal Petrobras en el año 2000. La ruptura de un oleoducto provocó el vertido de más de 1,3 millones de litros de petróleo en la bahía. Para los ecologistas esa catástrofe ambiental marcó un antes y un después. 16 años más tarde los pescadores aún batallan para que la petrolera les pague una indemnización por el desastre. "Se habla mucho de que la bahía está contaminada, pero esto no siempre fue así. Antes el agua era limpia y pura. Ahora ya ni se ven delfines. Antes veía muchos, ahora se acabó todo".
*con información y video de Germán Aranda