Pocos días después de decidir quedarse en Rio de Janeiro como refugiado, el congoleño Popole Misenga, de 23 años, presenció una escena en la calle que le recordó a una infancia marcada por la guerra en su país. "Este tipo me ha traído aquí para matarme", pensó al llegar junto a un nuevo amigo africano a la favela de Cidade Alta, en la región más pobre de la ciudad, y darse cuenta de que había narcotraficantes armados que mandaban en el vecindario.
Hoy, Popole y su compatriota Yolanda Bukasa, también refugiada en Río, de 28 años, viven los días más felices de su vida tras saber que serán los anfitriones del equipo de refugiados de todo el mundo que disputará los Juegos Olímpicos el próximo mes de agosto por primera vez en la historia. La lista la completan la nadadora siria residente en Alemania Yusra Mardini; Ramis Anis, también nadador sirio residente en Bélgica; el maratonista etíope con domicilio en Luxemburgo Yonas Kindle y los corredores de Sudán del Sur residentes en Kenia Yiech Pur Biel (800 metros lisos), James Nyang Chiengjiek (400m), Anjelina Nada Lohalith (1500m), Rose Nathike Lokonyen (800m) y Paulo Amotun Lokoro (1500m).
"Cuando empecé a entrenar en Río, no me imaginaba que podría llegar a unos Juegos, lo hice simplemente porque me gusta. Luego me dijeron que estaba en una lista con 46 nombres y ahora que estoy en la definitiva estoy muy, muy feliz", reconoce Popole, que anima "a que todos los refugiados del mundo no paren de practicar el deporte que les gusta". A Yolanda, que reconocía semanas antes de ser seleccionada que aún vivía grandes dificultades en Brasil y no estaba totalmente adaptada, la noticia le encendió los ojos en lágrimas de emoción: "Sabía que no podía dejar el judo, porque si lo dejo es casi como morirme. Gracias a dios, no morí. La vida también es lucha, yo estoy luchando por una victoria también en la vida, por tener un día una familia de nuevo", relata. "Lucharé por una medalla", expresan los dos congoleños sin titubear.
Para alcanzar ese sueño, Popole y Yolanda cuentan con el apoyo del Instituto Reação, un proyecto social que enseña judo en regiones pobres de la ciudad desde 2003. El entrenador de ambos es Geraldo Bernardes, que fue seleccionador olímpico en cuatro Juegos (Seul 88, Barcelona 92, Atlanta 96 y Sydney 2002). Geraldo confía en el buen nivel de ambos para la alta competencia y señala que "aunque han tenido menos tiempo para entrenarse, en total un año y cuatro meses, ese tiempo aquí entrenando en ocasiones con la selección olímpica brasileña y compitiendo en torneos locales tal vez equivalga a más que un ciclo olímpico en su país, donde el nivel es inferior". "Para nosotros, el cambio que supone en sus vidas participar en los Juegos equivale a una medalla de oro", completa.
El Comité Olímpico Brasileño está ayudando a los atletas con pequeñas becas para material, transportes y comida, pero los judocas siguen viviendo serias estrecheces económicas que les vienen acompañando toda la vida y seguramente estas mermen ahora que el Comité Olímpico Internacional asumirá los costes de su preparación final y sus gastos durante la competición.
En 2013, cuando ambos participaban en Río en el Campeonato del Mundo de judo, Yolanda decidió huir de la concentración ante el maltrato recibido por los responsables de la federación congoleña, que no les daban "ni comida ni dinero para el transporte", denuncia Popole, y se dedicaban a irse de fiesta con el dinero de la expedición. Yolanda durmió algunos días en la calle y unos días después Popole decidió seguir sus pasos. Perdió una pelea que luchó "con hambre" y empezó a rondar las calles, "llorando" y en busca de algún africano que le ayudase. "Encontré a un africano que me explicó que en Cáritas podían ayudarme a conseguir un visado de refugiado, aunque no un hogar o comida. Pero pensé: soy un hombre, me buscaré la vida". Yolanda, que es mujer, tomó la misma decisión y allí empezó el camino que va a culminar en los Juegos Olímpicos.
Yolanda y Popole se conocieron en un campo de refugiados en Kinshasa, ciudad a la que llegaron huyendo de los tiros y bombardeos de sus respectivas regiones natales, destruidas por una guerra compleja que todavía no se ha cerrado y que en su fase más sangrienta, entre 1997 y 1999, dejó 11.000 víctimas y desplazó a 800.000 personas. "Popole es mi familia aquí en Brasil", cuenta ella, que afrontaba su vida en Brasil con pesimismo hasta que entró en la lista olímpica.
"En mi país siempre tuve miedo de morir y aquí aún lo tengo, convivo con armas cada día", dice sobre su vida en la favela. "Un día, cuando llevaba sólo un mes aquí, la policía entró en la barriada para hacer una operación policial y yo salí corriendo. Me dijeron que eso sería peor aún, que podrían pensarse que estaba huyendo por algún motivo. Ahora entiendo mejor cómo funciona pero sigo pidiendo a dios cada día no morir por una bala perdida", cuenta. "Aún no tengo como pagar mi propia vivienda y tengo que vivir en la de los otros", reflexiona con tono crudo y mirada profunda.
Para Popole, que consiguió algún que otro trabajo, la vida ha mejorado algo más y hoy está casado con una brasileña con la que tiene una hija carioca. Los Juegos, para él, pueden ser "una forma de que mis familiares me vean por la televisión, me reconozcan y pueda reencontrarlos un día", dice, sobre todo pensando en su hermano, pues su madre y el resto de su familia fallecieron por la guerra, al igual que los parientes de Yolanda.
Desde el año 1997, Congo vive una espiral de violencia y guerras diversas entre varios grupos por el control de un territorio rico en piedras preciosas. De allí huyeron Popole y Yolanda para la más amable realidad de Rio de Janeiro, donde las espectaculares playas, el clima soleado y las exuberantes colinas repletas de vegetación tropical conviven no obstante con una desigualdad de la que ambos han sido testigos en su cara más dura. De los 8.000 asilados que viven en Brasil, son los dos escogidos como los anfitriones, aunque representarán bajo la bandera olímpica a un país de 20 millones de refugiados en todo el mundo.
Este sabado 30 de julio, Popole Misenga lloró al contar su historia en conferencia de prensa antes del inicio de los Juegos Olímpicos.
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