La polémica literaria del año: ¿estuvo bien o mal desenmascarar a Elena Ferrante?

Una nota de investigación concluyó que la exitosa best seller italiana que firma con seudónimo es en realidad la traductora Anita Raja. Escritores y periodistas cuestionan la ética de la revelación periodística

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El 5 de octubre se leyó en el primer mensaje de @AnitaRajaStarn: "Abro este perfil de Twitter y pronto lo cerraré. Estaré aquí sólo el tiempo necesario para explicar".

Y el segundo explicó: "Lo confirmo. Soy Elena Ferrante. Pero esto, creo, no cambia nada en la relación que los lectores tienen con los libros de Ferrante".

Tercero: "Esos libros son y seguirán siendo de Elena, no míos. No pretendo hablar de ningún modo en primera persona, ni daré entrevistas ni divulgaré comunicados".

Cuarto: "Me resulta vulgar y peligrosa la manera en que se eligió fingir que se desenmascarba una identidad violando la privacidad y las reglas. Pero tengamos paciencia".

Quinto: "Sólo quisiera pedir, ahora que la curiosidad que ha durado años se ha saciado ya, que me djen vivir (y escribir) en paz".

Último: "Repito: nunca hablaré sobre Elena Ferrante, ni responderé en su nombre, ni diré nada sobre sus libros. Gracias. Anita Raja."

Mientras los tuits se reproducían en las redes a la toda velocidad, Edizione e/o, la casa editorial de Ferrante, denunció que la cuenta era falsa.

A continuación la mujer que, según la investigación del periodista italiano Claudio Gatti, es la persona detrás del personaje literario que firma libros como Ferrante, desapareció de Twitter.

Otra vuelta de tuerca en una historia que ha acumulado ya muchas.

Los tuits en que una supuesta Anita Raja reconoció ser Elena Ferrante. Aunque su editorial denunció que la cuenta de Twitter era falsa.
Los tuits en que una supuesta Anita Raja reconoció ser Elena Ferrante. Aunque su editorial denunció que la cuenta de Twitter era falsa.

La curiosidad del lector y la explotación de los medios

Días antes Gatti había publicado los resultados de una investigación de las cuentas bancarias de Anita Raja, traductora del alemán al italiano; las de su marido, el escritor Domenico Starnone; sus registros de propiedades inmuebles; los pagos emitidos por la editorial que contrataba los servicios de traducción de Raja y que también publicaba a Ferrante.

Johanna Carrillo, experta en ética del International Center for Journalists (Centro Internacional para Periodistas, ICFJ), argumentó ante Infobae: "Luego de leer las novelas napolitanas me convertí en una fan de Ferrante. Mi opinión personal definitivamente fue en contra de la investigación que acabó con su anonimato, pero si hablamos no de mi opinión, sino de ética periodística pura, la investigación y sus motivaciones son muy debatibles".

Anita Raja, la traductora que fue “desenmascarada” como la real Elena Ferrante
Anita Raja, la traductora que fue “desenmascarada” como la real Elena Ferrante

Silvio Waisbord, profesor de la Escuela de Medios y Asuntos Públicos de George Washington University, señaló algunas razones, y dudas: "Siempre que hay una revelación de la identidad de un autor anónimo se genera ruido, si es alguien famoso, exitoso, de perfil alto, y por los intereses económicos construidos alrededor de mantener en secreto la identidad. Pero también se cruza con cosas personales que son muy difíciles de escudriñar".

—¿Por ejemplo?

—Desde celos hasta chismes… ¿Por qué alguien va a dedicarle tiempo a investigar y revelar la identidad de una autora? Especialmente dado el contenido de la literatura de ella. Si fuera algo político o crítico, revelar su identidad sería relevante. Pero no es el caso. La revelación de identidades es un tema éticamente delicado, con bordes muy complejos. Desde el punto de vista de lo público, a veces se justifica, a veces no. En este caso parece un juego de detectives sin beneficio público.

—¿Qué caso sería de interés?

—En política el caso más obvio es una persona pública que tiene una política pública antigay pero en su vida privada es gay, se podría justificar esa intrusión.

Eduardo Sacheri, quien ganó el Premio Alfaguara 2016 con su novela La noche de la usina, distinguió el trabajo de Gatti de la curiosidad propia del lector. "Una pregunta típica de cuando un lector habla con un autor es si lo que escribe está basado en hechos reales. Existe un deseo de anclar la literatura a la realidad. Querer aprehender al autor detrás de una obra forma parte del mismo lector. Pero eso no permite avasallar la intimidad del autor".

En opinión del escritor argentino —autor también de La pregunta de sus ojos, novela en la que se basó la película El secreto de sus ojos, Premio Oscar 2009— el anonimato de quien creó a Ferrante "no fue una estrategia espuria para generar una sensación mediática, al contrario". De ahí que, aunque la autora publica desde 1992, "la curiosidad morbosa apareció gracias al éxito literario, un éxito literario que se priva de herramientas mediáticas hoy muy en boga. Descubrirla es un acto impúdico por parte de quien lo publicó".

"Nosotros, en el ICFJ, creemos que un buen periodismo ayuda a que la gente tome mejores decisiones en su vida", agregó Carrillo. "Un periodismo riguroso puede últimamente mejorar la calidad de vida de una comunidad. Desde ese punto de vista, esta investigación en particular era innecesaria. No aporta a que mejore la toma de decisiones del público, o a las políticas públicas del país. Ni siquiera una de las partes afectadas, los lectores de Ferrante, se han beneficiado con saber su verdadera identidad. Muchos han considerado la investigación solamente una falta de respeto a la privacidad de una autora que no había escrito nada polémico".

 

El derecho de Ferrante y el del periodismo

El quincenario The New York Review of Books en los Estados Unidos; los periódicos Il Sole 24 Ore, en Italia, y el Frankfurter Allgemaine Zeitung, en Alemania; y la web Mediapart, en Francia, publicaron el trabajo de Gatti sobre la creadora de la saga Dos amigas (La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida).

A diferencia de las revelaciones de Wikileaks o de Edward Snowden, las de "Elena Ferrante: ¿una repuesta?" no causaron siquiera reacciones encontradas, sino un rechazo casi unánime. Sus lectores incendiaron las redes, al punto que Lumen, que publica la obra de ella en castellano, lanzó la campaña #YoSoyElenaFerrante en Facebook.

La escritora británica Jeannette Winterson reflexionó en The Guardian más allá de la ira de los fanáticos de Ferrante: "Esas cuentas [la información bancaria y los registros de compra de propiedades de Raja y Starnone] no son los Panamá Papers ni tapaderas ni sobornos ni pagos secretos a una amante secreta. La mujer en cuestión no era una política ni un empresario al estilo [Silvio] Berlusconi. Pagaba sus impuestos. Quería vivir tranquilamente y seguir adelante con su trabajo".

—Ese argumento sobre lo que es materia de investigación periodística (lo público, no lo privado) ha chocado con otros que sostienen que Elena Ferrante es una figura popular y como tal el trabajo de Gatti es ético. ¿Qué opina usted? —preguntó Infobae al escritor colombiano Juan David Correa, director de la revista cultural Arcadia , y de Semana Libros, la editorial asociada a ella.

—Si el periodismo es seguir cuentas bancarias privadas para revelar la identidad de una escritora cuyas novelas hablan por sí solas hemos perdido la batalla. Pero no lo creo: el periodismo seguirá siendo el borrador de la historia, muy a pesar de esa tendencia narcisista de querer brillar aun a costa de los demás.

Carrillo separó dos aspectos del trabajo de Gatti: "Metodológicamente el periodista realizó un periodismo investigativo, pero desde el punto de vista ético debió haber hecho un mejor ejercicio. Como parte de nuestras capacitaciones a periodistas de todo el mundo, le entregamos a los periodistas diez preguntas que se deben hacer antes de decidir si publicar un artículo. Dentro de ellas está la verdadera motivación detrás de la investigación y, sobre todo, analizar los resultados del impacto.

—¿Por ejemplo?

—¿Cómo van a beneficiar a la sociedad? ¿Es mayor el daño que voy a causar o las cosas buenas que voy a lograr con mi publicación? Me gustaría saber más sobre la motivación real de Gatti, sobre todo porque Ferrante no es una política ni representante del gobierno, es simplemente una escritora que siempre defendió su anonimato. Tampoco hizo acusaciones en su libro que justificarían destapar su identidad.

 

Memoria, ficción y 13 dólares

Gatti argumentó que su derecho a revelar el nombre detrás del pseudónimo se derivaba de algo de gran interés público: la autora mintió a sus lectores.

Escribió: "En una carta escrita a Ferrante el 3 de julio de 2003, que se incluye en Frantamuglia, Sandra Ozzola, la copropietaria de la editorial italiana de Ferrante, le dijo a la escritora que la curiosidad de sus lectores merecía 'una respuesta más general, más allá de las entrevistas de prensa, no sólo para aplacar a aquellos que se pierden en las hipótesis más descabelladas sobre tu identidad real, sino también por un deseo saludable de tus lectores (…) de conocerte mejor'".

De allí nació Frantumaglia, A Writer's Journey (Frantamuglia: la travesía de una escritora ) que se distribuye en los Estados Unidos en noviembre, una suerte de mosaico con cartas, entrevistas y escritura autobiográfica de Ferrante. Allí se dice que ella tiene tres hermanas, que vivió en Nápoles hasta que se escapó de la casa familiar, donde su madre solía expresarse en dialecto. "Ninguno de estos detalles se corresponden con la vida y los antecedentes de Anita Raja", escribió Gatti.

Lo cual no sorprendió a sus críticos en The New Yorker y Vanity Fair: Elena Ferrante es una construcción ficticia, y por ende su biografía puede ser lo que Elena Ferrante diga, no se ata a la de Raja. Pero a Gatti le pareció un argumento válido en nombre del derecho de los lectores a no leer auto-ficciografía en lugar de memorias auténticas. Y la publicación Washingtonian lo defendió: "Existen discrepancias entre el texto de Frantumaglia y la vida de la persona que el NYRB dice que es su verdadera autora. A los lectores se les pide que paguen por este autorretrato (USD 13.21 en Amazon), sin advertirles que sus detalles más finos pertenecen a una persona que no existe". El tema supera, según ese criterio, la exposición contra su voluntad de una persona privada.

"La madre de Raja era una maestra, no una costurera, y no era napolitana. Nació en Worms, Alemania, en una familia de judíos polacos que emigraron de Wadowice", escribió Gatti. "Raja no tiene hermanas, sólo un hermano más joven, y aunque nació en Nápoles se mudó a Roma con su familia a los tres años y allí ha vivido desde entonces".

A Sacheri no le importaron mucho esos detalles: "Si la autora iba a sumar a la construcción de Elena Ferrante apuntes autobiográficos de Elena Ferrante, estaba en su derecho. Y es la decisión de cada lector si compra el libro o no, si lo lee o no". En su opinión, cuando el periodismo investiga más allá del bien común, traspasa un límite básico: "Si hablamos de una red delictiva que le puede hacer daño a personas, o actos de corrupción gubernamental o prácticas sociales lesivas para parte de la población, el periodismo tiene todo el derecho a indagar y a publicar. En este caso no hay bien común involucrado. Sólo el deseo de lucrar con el morbo de haberla descubierto".

En este caso no hay bien común involucrado. Sólo el deseo de lucrar con el morbo de haberla descubierto

Carrillo interpretó los argumentos: "Se le pide a los lectores que paguen 13 dólares en Amazon, pero hay otros elementos a tomar en cuenta. Entiendo que se discute la divergencia entre la biografía real de la presunta autora y lo que dice su libro autobiográfico, pero está claro que la investigación se hizo debido a su fama por las novelas napolitanas, y no por esta nueva autobiografía".

Waisbord, también director de la publicación académica Journal of Communication y autor de Vox Populista entre otros libros, recordó que la decisión de comprar un libro es individual y libre, y comparó: "Günther Grass reveló que él fue miembro de las SS en su adolescencia. Si alguien lo hubiera revelado antes —porque se sabía, pero era conversación de trastienda— hubiera sido diferente, porque tenía que ver con la reputación que él tenía como un escritor alemán de la posguerra y su revisión del pasado, ya que se le habría señalado la omisión de un tema biográfico importante. Eso es diferente del caso de Ferrante. O el de J.K. Rowlings, quien publicó un libro con un seudónimo masculino y su revelación se motivó en que ella es una de las best sellers del mundo".

Anita Raja
Anita Raja

Los hallazgos de Gatti

"Luego de una investigación de meses ahora es posible argüir con fuerza acerca de la verdadera identidad de Ferrante", escribió Gatti. "Lejos de ser la hija de una costurera napolitana como se describe en Frantumaglia, nuevas revelaciones de registros de propiedades inmuebles y financieros señalan a Anita Raja, una traductora de Roma cuya madre alemana escapó del Holocausto y luego se casó con un juez Napolitano".

En base a documentación que recibió de fuentes reservadas, Gatti estableció que durante años Raja tradujo del alemán para Edizione e/o, y ganaba las cifras modestas que se perciben por esa tarea. Pero en los últimos años los pagos de la editorial —que publica a Ferrante— "han aumentado enormemente", algo que le pareció que la convertía en "la beneficiaria contundente del éxito de Ferrante".

Con detalles de números —no sólo los 40 países donde se han vendido los libros de Ferrante, o de cantidades como el millón de copias que los lectores compraron en Italia y los 2,6 millones que compraron de las versiones en inglés— Gatti denunció que en 2014 los pagos de Edizione e/o para Raja "aumentaron en casi un 50%", y al año siguiente "de nuevo, en más de 150%, hasta llegar a una cifra aproximadamente siete veces mayor a la que recibía en 2010". En 2000, en coincidencia con el pago de los derechos de filmación de una novela de Ferrante, Raja compró un apartamento de siete habitaciones en un barrio elegante de Roma; y ahora, en junio de 2016, su compró otro apartamento, más grande y en último piso, en la misma zona, "con un valor estimado entre USD 1,5 millones y USD 2 millones".

 

—Sobre la base de esos datos, los lectores que compraron las novelas de Ferrante, ¿tienen derecho a saber quién está detrás del nom de plume? —preguntó Infobae a la escritora estadounidense Maxine Swann, cuya obra se ha publicado en The Best American Short Stories, O'Henry Prize Stories, Pushcart Prize Stories y la serie Selected Shorts.

—No, los lectores no tienen un derecho a saber quién es el autor. ¿Por qué lo tendrían? Eso echa por tierra la idea misma de un nom de plume. Con un seudónimo uno se aligera de sus coordinadas autobiográficas particulares para poder crear tan libre y expansivamente como le resulte posible. Pensemos en toda la gran literatura que no tendríamos si este presunto derecho se hubiera hecho cumplir a lo largo de la historia.

"Conocer su identidad tiene más que ver con el morbo de indagar en torno a alguien exitoso, no perfecciona nuestra apropiación estética de una obra", agregó Sacheri. "Porque si Elena Ferrante no se hubiera convertido en una autora muy vendedora, seguramente esa indagación no hubiera tenido sentido para el periodismo. Seré muy chapado a la antigua, pero no creo que haya que saber todo de todo el mundo. No creo que tengamos derecho a eso".

Carrillo coincidió: "El periodista no agotó las fuentes desde el punto de vista ético: está bien que haya llamado a la presunta autora y la editorial, pero no se preguntó por los lectores, por ejemplo, qué importancia podía tener esto para ellos. Que no la tiene".

Ferrante insistió en una entrevista con Vanity Fair (realizada como todas por correo electrónico y con la intermediación de la editorial, a razón de una por país y por año): "No he elegido el anonimato —le respondió a Elissa Schappell en un artículo publicado el 28 de agosto de 2015—. Mis libros están firmados. Más bien me he retirado de los rituales que los escritores están más o menos obligados a realizar para sostener sus libros al prestarles la imagen expandible de su autor".

Y agregó: "Hace más de veinte años decidí liberarme de una vez de la angustia de la fama y de la ansiedad de ser parte de ese círculo de gente exitosa que cree que han ganado qué sé yo qué cosa".

—En una era que ha vulnerado la intimidad, con los controles que permite la tecnología y con el cambio cultural que hace que los individuos se expongan a sí mismos, ¿tiene derecho un artista a elegir el anonimato?

—Por supuesto —respondió Swann, autora de Niños hippies , Chicas serias y The Foreigners—. En medio de la variedad de personajes que una figura pública (o cualquiera, en lo que a eso respecta) puede crear hoy, el anonimato es también una opción, y una particularmente novedosa porque es tan infrecuente. Existe una elocuencia en la ausencia que los lectores de Ferrante claramente disfrutan y que ha sido silenciada por el acto de justiciero sin ley de Gatti.

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