En general el anonimato, la estrategia que eligió la persona que firma sus libros con el seudónimo de Elena Ferrante, no aumenta las ventas de los libros: a los autores se les exige un trabajo posterior a la escritura, que es la promoción para la venta. Ella se negó a hacerlo desde 1992, cuando publicó su primer libro. Cuando no era famosa.
Según métodos desde la interpretación a los logaritmos, la profesora de historia Marcella Marmo y el escritor Domenico Starnone —marido de Anita Raja, a quien el periodista italiano Claudio Gatti señaló como la autora del cuarteto napolitano— fueron incluidos en la lista de esta-sí-es- Ferrante que se armó en los últimos años como resultado de lo que el diario británico The Guardian llamó "el juego de salón literario favorito —y cada vez más absurdo— de Italia".
El tema de la identidad del autor ha sido atractivo siempre.
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"Es fascinante por varias razones", dijo Eduardo Sacheri, Premio Alfaguara 2016 con su novela La noche de la usina. "Siempre uno está pensando si es el que reflejan sus obras o no. Hay preguntas constantes sobre la identidad del autor en circunstancias comunes, cuando se divulga la identidad verdadera. Esta historia se sostuvo sobre ese piso de fascinación".
Gatti objetó en el inicio de su primera nota-revelación: "Desde que la primera novela de Elena Ferrante se publicó en Italia en 1992, y en especial desde el éxito sensacional de las cuatro novelas que componen el cuarteto napolitano (2011-2014), ha existido mucha especulación sobre la identidad de la escritora".
—Si el misterio sobre el nombre tras el seudónimo lleva más de veinte años, que Gatti la investigue luego de las ventas millonarias recientes, ¿le agrega interés público?
—Me parece un trabajo de falsa astucia periodística —dijo a Infobae el escritor colombiano Juan David Correa , director de la revista cultural Arcadia y del sello Semana Libros—. Y lo digo porque no creo que descubrir la identidad de una escritora que ha insistido en mantenerse al margen de la banalidad de la industria editorial, para quizás rodear su obra con un aura distinta (no ahora cuando es famosa sino desde siempre) sea algo que controvierta la banalidad de este mundo, y muy al contrario, la afirma.
El argumento de la minifalda
"En una época cuando la fama y la celebridad se persiguen con desesperación, la persona detrás de Ferrante aparentemente no quiere ser conocida. Pero el éxito sensacional de sus libros hizo que la investigación de su identidad fuera virtualmente inevitable", escribió Gatti. Y exasperó en particular a las lectoras de Ferrante: "Ha renunciado a su derecho a desaparecer detrás de sus libros", agregó, en referencia a las entrevistas que otorgaba, a razón de una por país y sólo por correo electrónico intermediado por sus editores.
—La escritora británica Jeannette Winterson respondió a eso: "Es el argumento de la minifalda: ella se lo buscó". ¿Qué opina usted? —preguntó Infobae a la escritora estadounidense Maxine Swann, autora de Niños hippies , Chicas serias y The Foreigners, además de editora fundadora de la revista cultural The Buenos Aires Review.
—Estoy de acuerdo con Winterson. Como si el espíritu lúdico de Ferrante con respecto a su identidad debiera ser castigado. Ella debe o bien estar completamente encerrada en un convento o completamente expuesta al público.
"No lo había pensado en esos términos, pero la imagen de Winterson me parece estupenda —se sumó Sacheri—: responsabilizar a Elena Ferrante. Si ella había decidido dar una entrevista por país y por año y mediante el correo electrónico, está en su derecho. Es ridículo que el periodista la responsabilice con el argumento 'Ah, ya algún reportaje había dado'".
Dos de los nombres máximos de la narrativa estadounidense, J.D. Salinger y Thomas Pynchon, eligieron la privacidad. El autor de El cazador oculto (también traducida como El guardián entre el centeno), vivió buena parte de su vida como un recluso: publicó por última vez en 1965, dio una última entrevista en 1980, fue fotografiado contra su voluntad a la salida de un supermercado en 1988 y murió en 2010. Los libros del autor de El arcoiris de gravedad se publican con una imagen en blanco y negro de un jovencito, y cuando en 1997 CNN lo fotografió de sorpresa, negoció la destrucción de esas imágenes a cambio de una entrevista. Allí Pynchon dijo que no era un eremita, solamente que no se exponía para la prensa.
"Ahí tenemos otras mediatizaciones del vínculo entre el autor y los lectores: la reclusión, marginarse de cualquier posibilidad de contacto", apuntó Sacheri. "¿Hubiera estado bien que los secuestrásemos y los sometiéramos a un reportaje público? En aras de que dijeran "la verdad" —muy entre comillas— armábamos un grupo comando y los obligábamos a ir a un set de televisión y que nos contara sobre sus obras… Del mismo modo, poner ese reflector impúdico sobre la identidad de Elena Ferrante me parece un abuso".
—¿Cuánto importa, en esta revelación, el hecho de que Ferrante sea mujer?
Swann: —Mucho. Pynchon y Salinger nunca fueron expuestos de esta forma. Esto no le hubiera sucedido a un autor varón. Intervienen varios factores: en enojo porque una escritora mujer sea extremadamente exitosa (más allá del reino de la literatura infantil), un deseo de (como mínimo) reducir su trabajo a lo autobiográfico, luego más furia cuando esa categoría encuentra resistencia (Gatti asegura que "ella mintió" sobre ciertos atributos del personaje Ferrante que no se corresponden con el pasado real de la autora revelada).
Sacheri: —Creo que si se hubiese tratado de un autor varón podría haber sucedido lo mismo. Tiene más que ver con la prepotencia de una sociedad que pretende tener derecho a saberlo todo.
El derecho a callar
En ocasiones el misterio ha funcionado como un recurso publicitario.
"Le funcionó al autor de Colores primarios, Joe Klein", recordó Silvio Waisbord, profesor de la Escuela de Medios y Asuntos Públicos de George Washington University y autor de Vox Populista . Había también una cuestión legal —el personaje se parecía demasiado a Bill Clinton—, pero también de marketing. Siempre es curioso por qué conservar a un autor en el anonimato: tiene que haber mucha confianza hacia el libro".
Además, el misterio puede ser el pacto de un autor con sus lectores, como detalló el argentino Sacheri, autor también de La pregunta de sus ojos, novela en la que se basó la película El secreto de sus ojos, Premio Oscar 2009: "Casi todos publicamos con nuestro nombre y nuestra fotografía, nos presentamos públicamente y conversamos con nuestros lectores. Ese pacto está bien. Si esta autora decidió enmascarar su identidad en una autora ficticia, y los lectores disfrutaron sus libros y les pareció bien no encontrar entrevistas abundantes ni toparse con su fotografía en la solapa de sus libros, es otro juego igual de legítimo. Y no lo hizo para venderle la exclusiva de la revelación a un medio a cambio de una fortuna: ya no se hubiera tratado de defender la privacidad sino de especular con el momento para venderla mejor".
Johanna Carrillo, experta en ética del International Center for Journalists (Centro Internacional para Periodistas, ICFJ) opinó que Gatti podría haber tomado otros caminos: "Si se hubiera hecho las preguntas éticas debidas y hubiese puesto los pros contra en una balanza, pienso que habría decidido no publicar los resultados de su investigación", dijo. "Meritorio desde el punto de vista ético es lo que hicieron medios como The New York Times o Vanity Fair que entrevistaron a Ferrante bajo sus propios términos y respetando su anonimato. Desde mi punto de vista estos tomaron una decisión más ética y respetable".
—En su artículo, Winterson habló, peyorativamente, del periodismo ¡Hola! ¿Qué opina del papel de los medios en el caso?
Waisbord: —El caso tiene visos de escándalo, mueve el avispero… Es una historia excitante para el mundo literario. Hay publicaciones muy receptivas a este tipo de información, o de batahola. Eso explica el enorme interés inclusive de medios prestigiosos.
Sacheri:—Hoy, cuando la literatura busca muchas veces una sobre-exposición mediática, que una autora haga el camino inverso es una decisión estética respetable. Y debería haberse respetado. Vivimos en una época en la que casi se nos priva del derecho al silencio. Muy a menudo los medios piden opiniones sobre los temas más diversos… y a uno le queda poco margen para decir "No sé" o "No tengo ganas de emitir opinión pública". Se avanza sobre nuestro derecho a callar. Por supuesto, dada la dinámica de los medios, la opinión de un intelectual es importante por dos segundos, ¡pero guay de que uno los prive de esos dos segundos!
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