En todo el país hay una atmósfera de entusiasmo y fervor por la visita apostólica del papa Francisco. No es para menos, según una encuesta realizada por Datexco en 2011, un 80% de los colombianos son católicos, cifra que se ve reafirmada por El Anuario Pontificio 2017 y el "Annuarium Statisticum Ecclesiae" 2015 de la Santa Sede, en el cual Colombia aparece como el séptimo país más católico del mundo con 45,3 millones de bautizados. Sin embargo, otra encuesta de la Universidad de Vanderbild en su proyecto Barómetro de las Américas y denominada Religión en Colombia, arrojó que el 58,21% de los colombianos son católicos.
Sea cual sea la medición que más se acerque a la realidad, la verdad es una, el catolicismo sigue siendo la religión con más fieles en el país suramericano.
Se espera que el Pontífice arribe a tierras cafeteras a las 4:30 pm del 6 de septiembre, a bordo del Sheperd One (Pastor uno) de Alitalia. Colombia será el sexto país latinoamericano que visite el Santo Padre luego de Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Cuba. Sin duda es el acontecimiento del año. Es tal la expectativa de su llegada, que según los colombianos ya están ocurriendo milagros.
Los políticos están trabajando a fondo y las obras se están ejecutando. La Alcaldía Mayor de Bogotá – por ejemplo – ha pavimentado y reparado las vías por las que Su Santidad transitará en el papamóvil; ha pintado los grafitis de los edificios gubernamentales y los andenes están impecables. Es normal escuchar uno que otro bogotano decir con desparpajo, "ojalá 'pachito' pasara por mi barrio".
Empero, en el país consagrado al Sagrado Corazón de Jesús no ocurre nada si no da réditos políticos. El Gobierno Nacional ha buscado instrumentalizar la visita del Papa para la consolidación de su agenda política. Ayer, en horas de la mañana, el Presidente de la República Juan Manuel Santos en un acto de tozudez y desvergüenza, afirmó que Francisco llegará a una Colombia "nueva" y "distinta", en esto tiene razón si se refiere a que la constitución fue reemplazada por un acuerdo ilegítimo con las FARC (ilegítimo porque fue rechazado por la mayoría de los ciudadanos en las urnas), tiene razón si se refiere a que alcanzamos la deuda externa más alta de la historia, superando los US$116.000 millones (56% del PIB), tiene razón si le está comunicando que la corrupción alcanzó límites inenarrables en su administración, tiene razón si expone que su Gobierno ha desdibujado la división de poderes haciendo que las altas cortes no sean cortes sino cortesanas del ejecutivo, y tiene razón si quiere evidenciar que polarizó el país entre supuestos "amigos" y "enemigos" de la paz.
Santos parece no tener límites, dijo que "el Papa llega entonces en un momento único de nuestra historia, cuando volteamos la página de un conflicto absurdo y encaramos con ilusión el futuro". El conflicto en Colombia no ha terminado, y tener que decirlo es una perogrullada, se estima que al menos seis frentes de las FARC no se desmovilizaron, entre ellos el Frente Primero Armando Ríos, uno de los más ricos y sanguinarios de la guerrilla marxista leninista. Los pilotos norteamericanos y la excandidata presidencial Ingrid Betancourt estuvieron secuestrados bajo su custodia y la toma a Mitú fue perpetrada por dicho frente.
De forma oportunista el presidente Santos también anunció en su alocución, que el Gobierno y la guerrilla terrorista del ELN habían llegado a un acuerdo para el cese al fuego bilateral ¡Cómo si ello fuese un gran logro! ¡Cómo si significara una victoria para el país y no la claudicación ante el crimen! El 2 de septiembre – tan sólo un par de días antes de su anuncio – los guerrilleros del ELN admitieron que asesinaron al ciudadano ruso que tenían secuestrado desde el 2016, a su vez, el 31 de agosto atacaron una patrulla fluvial de la Armada, dejando como saldo tres militares heridos y un militar desaparecido, entre otros atentados. Cabe entonces preguntarse, ¿esto es paz? ¿esta es la paz cristiana de la que nos habla Francisco o acaso se trata únicamente de una consigna política?
Resulta curioso cómo los áulicos de Santos desde distintos sectores han intentado derribar cualquier vestigio de confesionalidad en el Estado colombiano. Arengan aquí, que Colombia es un Estado laico, allá, que la religión es una demostración de la ignorancia del tercer mundo, acullá, que debemos deshacernos de nuestra fe al ocupar cargos públicos, como si se tratase de un abrigo que dejas en un perchero a las afueras del Congreso, el ministerio o el palacio de justicia. No obstante, si se trata de legitimar alguna política gubernamental, la religión resulta fundamental.
Resta decir que los colombianos esperamos con ansias la visita del Papa Francisco, que estamos prestos a escuchar su mensaje de paz y reconciliación genuino, pero no queremos más toqueteos y manipulación a nuestra fe. El derroche en publicidad gubernamental, que más parece publicidad política pagada – con nuestros impuestos, por supuesto – es escandaloso y nada tiene que ver con la austeridad de Francisco. Ojalá que Juan Manuel Santos esté atento cuando el Beatísimo Padre se enfile contra los políticos corruptos, sus palabras le caerán como anillo al dedo.