Bimbo tenía un crimen por encargo. Uno más. No era uno político. Pero en principio consistía en un "trabajo" fácil y no debía despreciarlo. Era el 22 de febrero cuando le asignaron la tarea a este sicario de Bogotá. Debía asesinar a un reciclador en la localidad de Bosa de la capital colombiana.
Pero algo falló. Más precisamente, su arma. Huyó antes de que respondieran con fuego su misión. Pero al escapar, percibió que una pareja que ingresaba a su vivienda con su vehículo lo había visto. No quería dejar testigos y no vaciló: asesinó al conductor del automóvil, Ángel Giovany Aparicio, un paramédico. A su lado estaba su novia, quien desesperada y aterrada lo sostuvo en sus brazos los segundos finales de su vida.
En un principio, los investigadores no creían en la versión de la mujer. Afirmaban que Aparicio había sido víctima de una bala perdida durante una balacera. No creían que había sido fusilado. Pero ella -cuyo nombre no trascendió por razones de seguridad- sabía bien qué había ocurrido esa noche.
Fue entonces que decidió comenzar a investigar y colaborar junto a la Sijín Bogotá para el esclarecimiento del caso. Para ello -con la ayuda de los detectives policiales- ideó un plan perfecto: creó varios perfiles falsos en las redes sociales y comenzó a rastrear conocidos por la zona en que operaba el criminal. Poco a poco fue dando con él. Conocía su supuesto alias y su nombre, que fueron aportados por los investigadores. Pero necesitaba pruebas para incriminarlo. Hasta que el hombre cayó en la trampa por Facebook.
La mujer lo conquistó, ganó su confianza plena. Intercambiaron mensajes todos los días, de todo tipo. Orales y escrito. Ella le enviaba fotografías sexuales, incluso. Le contaba que estaba sola, que había sido condenada y que cumplía la sentencia en su casa. Decía pertenecer a una peligrosa banda criminal. Por el momento, sería difícil que se conocieran. Pero le indicaba que estaba ansiosa y continuaba mandándole fotos íntimas, sin que su rostro apareciera.
Ciego, él también comenzó a contarle sobre su vida. A confesar. Le relató varios homicidios, pero sobre todo el que más le importaba a ella: el de su novio, el paramédico Aparicio. Al escuchar el mensaje que Bimbo le enviaba por el sistema de mensajería, la joven sintió que la sangre se le congelaba. Pero también sabía que tenía la prueba que tanto necesitaban las autoridades para hallar justicia.
El accionar de la mujer no sólo sirvió para poner tras las rejas al sicario, sino también para poner fin a una peligrosa banda delincuencial de Bogotá: Los Cápsulas, un grupo criminal dedicado al narco y a los asesinatos por encargo que opera desde hace 10 años en Bosa, Piamonte y Humberto Valencia, según consignó el diario El Tiempo. Quince de sus integrantes quedaron detenidos.
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