Un nuevo estudio, que empleó tecnología sofisticada de imágenes para analizar los cerebros de 47 niños de entre tres y cinco años, encontró cambios estructurales asociados a la cantidad de tiempo que cada pequeño pasaba frente a pantallas. Los niños que jugaban más horas con tabletas o teléfonos tenían una menor estructuración de la materia blanca del cerebro, en particular en zonas vinculadas al desarrollo del lenguaje. También se veían afectadas de manera negativa otras aptitudes vinculadas a la alfabetización, como la función ejecutiva, el proceso que participa del control y la autorregulación.
“Los medios con pantallas prevalecen cada vez más en los hogares, las guarderías y las escuelas,” dijo a Cincinnati.com John Hutton, autor del estudio y director del Centro para el Descubrimiento de la Lectura y la Alfabetización del Hospital de Niños de Cincinnati. Estos hallazgos, agregó, alertan sobre “los efectos en el cerebro del tiempo de exposición de pantallas en la primera infancia, de manera tal que profesionales, legisladores y padres puedan establecer límites saludables”.
El trabajo de Hutton se suma a otros estudios que comprobaron las consecuencias negativas en el desarrollo de los niños que pueden tener tabletas, teléfonos, computadoras y televisores. Uno de ellos, publicado en abril de 2019, mostró que a mayor tiempo de exposición a las pantallas, menor plazo de atención en los niños de preescolar. Un mes antes, otra investigación halló que el uso de celulares demoraba la aparición del lenguaje expresivo en bebés de 18 meses.
“Este estudio plantea preguntas sobre si al menos algunos aspectos del uso de medios con pantallas en la primera infancia podría causar que la estimulación del cerebro, en esta etapa veloz y formativa de su desarrollo, resultara por debajo de lo óptimo”, dijo Hutton a Science Daily. Todavía no se puede determinar si el tiempo de exposición a las pantallas implica “riesgos de largo plazo para el desarrollo neuronal”, agregó, por lo cual es necesario continuar la investigación para “comprender y estipular límites adecuados al uso de tecnología”.
El grupo sobre el que trabajó Hutton estuvo compuesto por 27 niñas y 20 niños de entre tres y cinco años, acompañados por sus padres. Los pequeños hicieron primero los exámenes estándar para medir el desarrollo cognitivo y luego a resonancias magnéticas de difusión, que permitieron estimar la integridad de la materia blanca en el cerebro. El investigador dio a los padres un cuestionario para la evaluación del tiempo que los hijos pasaban con teléfonos y tabletas, basado en los criterios de la Academia Nacional de Pediatría (AAP) sobre tiempo de exposición a las pantallas, el examen ScreenQ.
Cuanto más alto era el ScreenQ —es decir, cuanto más tiempo pasaba un pequeño con un medio de pantalla— menor resultaba el nivel del lenguaje expresivo, la capacidad para nombrar objetos y las aptitudes emergentes para la alfabetización. También se correspondía con menor integridad de la materia blanca del cerebro, que afecta la organización y la formación de la capa de mielina alrededor de los nervios (que permite una movilidad más rápida de los impulsos nerviosos) en partes vinculadas a la función ejecutiva del lenguaje.
Es posible que el estudio de Cincinnati marque el comienzo de cambios en las recomendaciones de la AAP. Por hora, se aconseja que para los niños de menos de 18 meses se evite por completo la exposición a las pantallas, excepto para videollamadas. Loas padres de niños de 18 meses a dos años que quieran comenzar una exposición programada puede elegir medios digitales con programación de alta calidad y mirarlos con sus hijos, para ayudarlos a entender lo que ven. Y entre los dos y los cinco años se recomienda un límite diario de una hora con programación de alta calidad.
La AAP también sugiere que se designen espacios y momentos para interactuar, o simplemente estar, sin pantallas: la comida, por ejemplo, o los dormitorios.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: