"Mi casa es su casa". Daniel Ortega y Vladimir Putin persiguen los mismos intereses. Se entienden muy bien, a pesar de la distancia física y la barrera que impone el idioma. Por eso mismo, el presidente centroamericano le ofreció a su par ruso las comodidades necesarias para convertir Nicaragua en el nuevo centro de espionaje ruso en América Latina. Un país "llave en mano" para que el Kremlin diseñara su sofisticado sistema tecnológico de inteligencia.
La relación entre ambos jefes estatales se remonta a años atrás. En julio de 2014 Putin visitó tierras nicaragüenses y Ortega lo recibió como en épocas soviéticas. Se rindió ante él y lo adoró: "Su visita es un rayo de luz". Pero fue en junio de 2016 cuando los lazos se hicieron más sólidos y concretos. Un acuerdo militar que incluía la venta de 50 tanques T-72 rusos tenía como agregado la instalación de una base de espionaje electrónico. La fecha no fue casual: coincidió con la expulsión de Managua de tres oficiales diplomáticos de los Estados Unidos esa misma semana. El contrato había sido cerrado en enero de ese año por el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu.
La locación del nuevo búnker ya no es un misterio. El lugar elegido por los rusos para instalarse fue la base de un volcán en la Laguna de Najapa, en las afueras de la capital, y fue inagurado el pasado 7 de abril. La bautizaron Chaika, la identificación en clave de la primera mujer que voló al espacio, Valentina Tereshkova. Lo que comienza a naturalizarse ahora es una palabra que se repite desde hace seis meses en Managua: Glonass. En principio se trata de un sofisticado sistema de navegación y localización satelital. Es la versión rusa del Global Positioning System, reconocido popularmente como GPS. Sin embargo, las pruebas señalan que detrás de esa apariencia se esconde un plan de monitoreo amplio y con fines políticos y militares.
La construcción de la estación de Glonass contó con la participación exclusiva de personal militar ruso, quienes ingresaron al país con el pretexto de instruir al Ejército de Nicaragua en el uso de los tanques T-72. La autorización para el personal uniformado y agentes de inteligencia fue aprobada por el Parlamento local, controlado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Desde 2013, las estaciones de control con su propio sistema satelital ha sido la gran obsesión de Putin. Ortega cumplió con el deseo del Kremlin en un punto neurálgico y estratégico: el centro del continente americano.
A simple vista, en la estación pueden verse los muros de concreto que rodean la base, sus antenas satelitales, dispositivos en forma de globos, edificios rojos y azules y la bandera rusa. Testigos que conocen el lugar contaron a The Washington Post que todos allí son rusos: "No tengo idea de qué sucede allí. Son rusos y hablan en ruso, y todo el tiempo tienen aparatos rusos", explicó una fuente que no quiso ser identificada. La explicación, poco sofisticada, da cuenta de la nula presencia de personal nicaragüense en el edificio.
El sistema tecnológico instalado en Nicaragua fue inagurado hace pocos días y contó con la presencia de Laureano Ortega, hijo del presidente sandinista. "Esta estación es muy importante para Nicaragua y para toda América Central, el uso de los datos recogidos por ella enriquecerá todas las esferas de la industria y de la ciencia", indicó aquel día el heredero. Pese a la fachada científica y de desarrollo económico que se pretende dar al búnker, las intenciones rusas serían más claras y están relacionadas con su influencia política en la región. El sistema Glonass contiene un grupo orbital de 24 satélites y funciona en otros países de Asia y África.
La instalación de esa base de monitoreo y espionaje ruso coincide con otro edificio que el gobierno de Managua le cedió al Kremlin. Se trata de un supuesto "centro de entrenamiento para combatir el narcotráfico" en el cual se capacitaría a personal de seguridad nicaragüense para que combata a la mafia de las drogas. Las sospechas indican lo contrario: sería una sede complementaria a la emplazada en Laguna de Najapa.