Eike Batista, de 60 años, llegó a ser el hombre más rico de Brasil y el octavo del mundo, pero sus proyectos se fueron a pique con el hundimiento de su empresa OGX, que en 2013 se declaró en quiebra.
El empresario, que amasó un gran patrimonio gracias a sus negocios en minería y petróleo, está prófugo de la Justicia. Lo buscan por delitos de corrupción y ahora tiene una celda reservada en Río de Janeiro.
La Policía Federal allanó ayer su residencia y sus oficinas en el marco de investigaciones sobre una vasta red de corrupción conocida como Lava Jato que operó en Río de Janeiro y que supuestamente dirigía el ex gobernador de ese estado Sergio Cabral, preso desde noviembre pasado.
También se lo acusa de haber manipulado el mercado de valores mediante el uso indebido de información privilegiada para vender acciones de OGX.
De hecho, la Gran Corte de Justicia de las Islas Caimán bloqueó esta semana bienes de Batista por valor de 63 millones de dólares, a pedido de fondos que habían invertido en sus negocios petroleros.
Hijo de Eliezer Batista, un ex ministro de Energía y ex presidente de la antigua estatal Vale do Río Doce, privatizada en 1998 y hoy llamada solamente Vale, el empresario nació en cuna de oro pero el dinero que heredó lo multiplicó en forma exponencial, al punto de amasar unos 30.000 millones de dólares.
Mediante inversiones de riesgo y gracias a relaciones políticas, Batista creció en el mundo de los negocios desde 1982, cuando fundó el Grupo EBX, que operaba en minería, petróleo, diamantes, energía, logística y hasta en la industria del entretenimiento.
A inicios de la década de 1990 amplió sus actividades a Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Estados Unidos, Canadá, Congo, Grecia, República Checa, Rusia y Australia, pero sin perder de vista sus operaciones en Brasil.
En 2010 fue incluido entre las diez personas más ricas del mundo por la revista Forbes, que le atribuyó una fortuna de casi 30.000 millones de dólares, cuya tercera parte habría ganado sólo durante 2009.
En esa época donó 13 millones de dólares a la campaña para la promoción de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016, que finalmente la ciudad obtuvo con un firme apoyo político del gobierno de Lula.
Con una vida ostentosa, hasta no hace muchos años se codeaba con personalidades de la política y la farándula planetaria, como la cantante Madonna, a quien donó unos 7 millones de dólares para campañas sociales alrededor del mundo.
Batista adquirió entonces el tradicional hotel Gloria y la marina que serviría de sede a las competiciones olímpicas de vela, pero en 2010 el empresario que parecía convertir todo en oro comenzó a caer en desgracia, lo que analistas del mercado atribuyeron al descontrol en que habían caído sus inversiones.
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Con información de EFE, AFP y AP