En el estado de Sucre, en el norte de Venezuela, la piratería y la guerra entre pandillas se han convertido en un símbolo de la crisis política y económica que envuelve al país tras 17 años de chavismo.
El periódico español El Mundo visitó la ciudad de Araya, donde los pescadores en una de las zonas atuneras del país sufren el robo de mercadería y motores en alta mar y la violencia entre el clan Marval y Los Trakis en tierra.
En septiembre de 2016 seis pescadores estaban listos para volver al puerto con 200 kilos de sardina, bagre y otros peces cuando fueron interceptados por una lancha. Seis encapuchados armados con fusiles y revólveres se llevaron la pesca, las redes y los dos motores. Pero antes de irse, los piratas ejecutaron a tres de los jóvenes pescadores y rociaron con combustible a su padre, Edesio Rodríguez, de 42 años.
Los asesinos no encendieron a mecha y lo dejaron vivir. "Dispararon sin ningún criterio, nadie se opuso, no dijeron nada. Y el que disparó se quitó la capucha para que le viera la cara", relató Rodríguez a El Mundo.
La violenta escena muestra el cotidiano robo que llevan adelante los piratas en esta zona de Venezuela, una de las más pobres del país, pero también el ajuste de cuentas entre las bandas que se disputan lo que queda de Araya.
Y es que el grupo a las órdenes de Rodríguez pertenecía al clan Marval y fueron atacados por miembros de la banda de Los Trakis, cuyo líder es Alexander Vásquez, conocido como El Beta.
La península de Araya, al oeste de Sucre y frente a la capital Cumaná, se encuentra sumida en la pobreza tras casi dos décadas de debilidad institucional, violencia y corrupción.
Se trata, como todo Sucre, de un bastión del chavismo en el que sus candidatos no han perdido una sola elección y los hospitales carecen de medicamentos, los cortes de luz son habituales y la falta de agua corriente hace de la playa y el mar el único lugar para que las personas hagan sus necesidades.
Allí, en la ensenada Caracolillo donde mandan Los Marval, los pescadores salen de madrugada en sus botes maltrechos y regresan cuando el sol eleva la temperatura. En alta mar se mantienen alertas por los piratas que roban todo dejan a los pescadores a la deriva, y en tierra pagan a los grupos de autodefensa locales por protección en medio de la guerra entre los dos clanes.
La piratearía no es nueva en Araya. Desde el siglo XVI holandeses, franceses e ingleses se dedicaron al pillaje de barcos españoles que viajaban a la mayor salina conocida del nuevo continente.
Hubo un tiempo, hace algunas décadas, en que la industria exportadora del atún, hoy desaparecida, parecía estar cambiando esta tendencia.
Pero el gobierno de Hugo Chávez intervino y lanzó una serie de medidas para defender al pescador artesanal. Prohibió la pesca de arrastre y otorgó créditos para la compra de lanchas y motores, por lo que hubo un crecimiento del número de pequeños pesqueros y una merma de las grandes industrias.
Entonces llegó la crisis, y los pescadores tuvieron que vender sus lanchas y motores y se quedaron sin nada. Y ya no había industria pesquera a la cual volver: la inflación llegó al 800% en 2015, y la flota pesquera se redujo un 20% y la pesca un 75%.
"Antes había de todo en las tiendas. No había dinero. Ahora hay algo de dinero, pero no hay nada en las tiendas. Algo se ha hecho mal", dijo Daniel Marchán, secretario de Finanzas del sindicato de Pescalba, a El Mundo.
La pobreza y la delincuencia llegó a Araya. Los viejos pescadores luchaban por generar el sustento, y sus hijos empezaron a coquetear con el crimen.
Ahora, los pescadores salen todos los días a alta mar bajo la amenaza constante de ser atacados por alguna de las bandas y no regresar. Les roban el pescado para su propio consumo, pero están detrás de los motores, ya que el dólar alto y la escasez hace imposible comprar nuevos o importar repuestos.
Gluber Meza, Capitán General del puerto de Sucre y máxima autoridad militar en la región, ofreció una singular explicación a El Mundo: "El robo de motores es un problema mundial que se da también en Europa. No victimicen a Venezuela. Mientras haya compradores, habrá ladrones. Los pescadores tienen que aprender a protegerse".
Por otro lado José Antonio García, representante de la Unión Regional de Trabajadores, señaló: "Respaldamos la ideología del presidente Chávez, pero no el accionar político que ha venido después. ¿Guerra económica, dicen? Guerra es destruir la industria: de una actividad económica rentable se ha pasado a la quiebra por corrupción".
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