El crudo informe de The Washington Post sobre los "venezolanos hambrientos que inundan las ciudades brasileñas"

El periódico estadounidense narra la realidad que viven miles de personas que huyen del régimen de Nicolás Maduro en busca de un plato de comida o remedios para sus enfermedades. El creciente número de migrantes satura los servicios del estado brasileño de Roraima

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Miles de venezolanos llegan a
Miles de venezolanos llegan a Brasil en busca de un futuro mejor (The Washington Post)

"Rosibel Díaz solía llamar cariñosamente 'mi chico gordito' a su hijo de 4 años. Ella no pudo soportar cuando éste empezó a sentir hambre". Así comienza un artículo de The Washington Post que narra la cruda realidad que viven miles de venezolanos.

En noviembre, Díaz empacó las pertenencias de su familia y abordó un autobús con el niño y su hija de 11 meses para escapar del hambriento interior de Venezuela. Ahora vive bajo una lona azul en un callejón cubierto de basura de Pacaraima, pueblo fronterizo brasileño, donde pide comida.

"No voy a regresar", dice la mujer, que perdió su trabajo como auxiliar de enfermería. "Estamos sobreviviendo aquí", agrega.

Cerca de 10.000 venezolanos están llegando a Brasil cada mes en busca de alimentos y medicinas, dicen las autoridades brasileñas, acampando en las calles e inundando los servicios gubernamentales en las ciudades fronterizas mal preparadas para recibirlas.

Venezuela, rica en petróleo, ha sido un destino de inmigrantes durante buena parte de su historia. Ahora es un lugar del que huir. La escasez crónica de alimentos, la violencia desenfrenada y el comportamiento errático y a menudo paranoico del presidente Nicolás Maduro han convertido los pasos fronterizos en válvulas de escape.

Los venezolanos cruzan a Roraima,
Los venezolanos cruzan a Roraima, en el norte brasileño (The Washington Post)

Es un éxodo por tierra, mar y aire. Los más acomodados pueden dejar el país en aviones pero esto no es para todos. Frágiles embarcaciones transportan a pequeños grupos de inmigrantes a Curazao, Bonaire y otras islas del Caribe a poca distancia de la costa norte de Venezuela.

Pero esos números son pequeños en comparación a las decenas de miles que llegan a pie a Brasil y Colombia cada mes, ya sea para viajes de compras de emergencia o estancias de larga duración.

El colapso económico de Venezuela y el caos político han dejado a sus vecinos temerosos de una crisis humanitaria a gran escala que podría traer un número aún mayor de migrantes necesitados.

"Estamos trabajando con la certeza de que las cosas empeorarán", dijo en una entrevista Gustavo Marrone, el funcionario de inmigración de más alto rango en el Ministerio de Justicia de Brasil. "La cuestión de la inmigración sólo puede arreglarse cuando se trata el problema en el origen, no en el destino", enfatizó.

Los servicios del gobierno brasileño se están hundiendo bajo el peso de la súbita afluencia de inmigrantes venezolanos. Su llegada ha abrumado a Roraima, un estado pobre y escasamente poblado.

Las ciudades fronterizas del lado
Las ciudades fronterizas del lado brasileño se ven desbordadas por la cantidad de venezolanos (EFE)

Los venezolanos representan el 60% de todas las visitas hospitalarias a lo largo de la frontera, según el Ministerio de Salud en este estado norteño.

Las infecciones por enfermedades de transmisión sexual se disparan desde la llegada de tantas prostitutas venezolanas. En diciembre, el gobernador de Roraima declaró el estado de emergencia y apeló a la ayuda federal para hacer frente al enjambre de fronterizos.

Los venezolanos pueden ingresar a Brasil sin visa y permanecer por 90 días, pero incluso los venezolanos que no tienen pasaportes pueden saltar puntos de control formales para ingresar ilegalmente al país. Pacaraima está rodeada por una reserva indígena que se extiende a lo largo de la frontera, lo que facilita su paso por Brasil.

La crisis es similar en las ciudades de Colombia a lo largo de la frontera con Venezuela. Las autoridades del país cafetero el año pasado registraron 6 millones de visitas de venezolanos que cruzaron a su país, muchos de ellos para la compra de alimentos y otros bienes que se han vuelto escasos en la nación petrolera.

(Por Marina Lopes y y Nick Miroff / The Washington Post)

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