Diálogo en Venezuela: ¿Estrategia para ganar tiempo o la única salida posible?

La oposición al chavismo está dividida repecto a la negociación con el Gobierno con la mediación del Vaticano. Avances y limitaciones de un proceso de desenlace incierto

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El saludo entre Jesús Torrealba
El saludo entre Jesús Torrealba y Nicolás Maduro en el primer encuentro del diálogo (EFE)

"Algunos consideran el diálogo inútil porque piensan que no llevará a nada concreto (…) Pero el camino del diálogo es la única salida para Venezuela". La sentencia pertenece a Monseñor Claudio María Celli, la persona que designó el papa Francisco para acercar posiciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición.

Luego de que el chavismo decidiera cerrar todos los canales democráticos, al suspender la juntada de firmas para el referéndum revocatorio, Venezuela quedó al borde del estallido. El proceso de diálogo, que cuenta con la mediación del Vaticano y de la Unasur y el respaldo de Estados Unidos, apareció entonces como una vía de escape.

"El diálogo es positivo, aunque mucha gente crea que es ingenuo pensarlo así. La coyuntura es muy brava. Hay personas comiendo de la basura. Los profesores universitarios están cada vez más flacos porque no les alcanza el sueldo, que es una cuarta parte del salario mínimo. Es una situación muy difícil, pero todavía no tenemos la tragedia colombiana ni salvadoreña. La mesa del diálogo nos cayó del cielo. Ahora se abrieron las expectativas", dijo Ignacio Ávalos, profesor de la Universidad Central de Venezuela y miembro del Observatorio Electoral Venezolano, consultado por Infobae.

Su visión contrasta con la de otros analistas y dirigentes políticos, que ven lo que está pasando como un retroceso. Uno de ellos es Diego Arria, ex gobernador de Caracas y embajador de Venezuela ante la ONU, hoy exiliado en Estados Unidos. "¿Qué tenemos que negociar nosotros si lo único que se está reclamando es el derecho a votar en un referéndum revocatorio? —se preguntó ante Infobae—. Esto no es un diálogo, es una negociación en la cual le han dado la imagen al mundo de que hemos llegado a la normalidad, y bajaron la presión que sentía el régimen. Es falso que no había otra alternativa. Se podía mantener la presión internacional y local. Era mejor opción que entregarse a un acuerdo que es una vergüenza".

El plenario de la mesa
El plenario de la mesa de diálogo contó con la participación del enviado del Vaticano y los ex presidentes de la Unasur (EFE)

Avances y limitaciones

El 30 de octubre se realizó la primera reunión formal entre las partes, en la que se acordó crear cuatro mesas de trabajo para discutir el respeto a la soberanía, la reparación a las víctimas, el cronograma electoral y la situación económica del país. Estuvo encabezada por el presidente y contó con la presencia de los mediadores: Celli por el Vaticano, y los ex presidentes Ernesto Samper (Colombia), José Luis Rodríguez Zapatero (España), Martín Torrijos (Panamá ) y Leonel Fernández (República Dominicana) por la Unasur.

La oposición estuvo representada por Jesús Torrealba, secretario general de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henri Falcón de Avanzada Progresista (AP), Carlos Ocariz de Primero Justicia (PJ) y Timoteo Zambrano de Un Nuevo Tiempo (UNT). Voluntad Popular (VP), el partido del encarcelado dirigente Leopoldo López, declinó participar por considerar que no estaban dadas las condiciones para una negociación.

A pedido del Vaticano, la MUD se acogió a una tregua en las movilizaciones callejeras de protesta. Las mesas de negociación empezaron a abordar los distintos temas y todos se volvieron a reunir el sábado 12 de noviembre. Luego de tres semanas, se llegó a algunos principios de acuerdo, que incluyen concesiones de ambos lados.

El Gobierno prometió liberar algunos presos políticos, aceptar el ingreso de ayuda humanitaria y consensuar el nombramiento de dos nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE), que mantiene bloqueado el revocatorio. La oposición también debió ceder. Primero en la terminología utilizada en los acuerdos suscritos, en los que por ejemplo se refiere a los presos políticos como "personas detenidas".

También aceptó hablar de "sabotaje y boicot" a la economía, el pretexto oficial para no hacerse cargo de su pésima gestión. Y admitió retirar de la Asamblea Nacional a sus tres diputados del estado de Amazonas cuyo mandato fue revocado por la Justicia chavista con el argumento de un fraude inverosímil que habría sido realizado por la oposición. Además se resignó a repetir las elecciones, a lo que se oponía firmemente, porque era una forma de reconocer irregularidades que no cometió.

"Nunca he visto en un diálogo que una de las partes renuncie a sus derechos constitucionales, como es la potestad de la Asamblea Nacional a investigar a los demás poderes públicos. Además han aceptado negociar la designación de los rectores del Consejo Electoral como si no fuera una potestad de la Asamblea, y reconocieron el supuesto de que hay sabotaje y guerra económica, lo que no es cierto", dijo Arria.

El argumento opositor ante esas críticas es que en una situación normal no tendría sentido hacer esas concesiones. Pero en Venezuela no hay normalidad. Hay un gobierno que se niega a cumplir con las leyes, y que si bien perdió el respaldo popular, tiene un control casi total de las Fuerzas Armadas. ¿Cómo forzarlo entonces a cumplir la ley? Ante ese escenario, una negociación se les presenta como la única alternativa no violenta de resolución del conflicto.

Leonel Fernández, Monseñor Claudio María
Leonel Fernández, Monseñor Claudio María Celli, Ernesto Samper y José Luis Rodríguez Zapatero (EFE)

Las divisiones en la oposición

Las cosas que cedieron los representantes de la MUD enfurecieron a VP y a los sectores más duros, que los acusaron de ser cómplices de Maduro. María Corina Machado, uno de los halcones, dijo el jueves que el diálogo ya fracasó. "La vía es el juicio popular a Maduro en la calle. Vamos a convocar a ciudadanos a firmar por la destitución de Maduro", agregó.

Para dar una respuesta a los sectores más combativos, y para aumentar la presión sobre el gobierno, Torrealba anunció a comienzos de la semana que volverían a la calle a protestar. "Se acabó la tregua que nos pidió el Vaticano. Nosotros cumplimos, el Gobierno no. La agenda de lucha ya está retomada en toda Venezuela", afirmó. Aunque aclaró que eso no significa romper las negociaciones. "Lo que hagamos en la calle debemos reformarlo en el diálogo. Calle activada y diálogo político, lo uno sin lo otro no avanza", agregó.

"La oposición está muy dividida, pero su gran capital es la unidad —dijo Ávalos—. Sólo tiene vida en el formato unitario. Por eso yo creo que no habrá rompimiento. Las razones para estar unidos siguen pesando más. La calle tiene sus bemoles. Se habla mucho de 'la toma de Miraflores', pero no hay cómo no pensar que eso produciría muertes. El poder del Estado y de ejercer la violencia lo tiene el Gobierno. Es mejor que estemos dialogando".

Este jueves se produjo el primer gesto concreto de Maduro: le concedió la libertad al diputado opositor Rosmit Mantilla, preso desde mayo de 2014 por protestar. La magnitud de la noticia se puede medir en el cambio de postura de VP. El diputado Freddy Guevara, uno de sus principales voceros, celebró la decisión y afirmó que "refleja algo de credibilidad en el proceso de diálogo". Incluso anticipó que si se repiten este tipo de medidas su partido podría sumarse a las conversaciones.

"Los distintos sectores de la oposición conviven y ninguno quiere romper. Hay una presión muy fuerte hacia la unidad. Pero pareciera que se va legitimando de forma más abierta la existencia de dos tendencias dentro de la MUD, algo que todo el mundo sabía de antes, pero que no era tan explícito. Imagino que si se planteara un calendario electoral tendrían que hacer primarias y cada uno presentaría a sus candidatos. Eso quizás lleve a tener que cambiar las reglas de juego dentro de la Mesa, que es lo que quiere el sector más crítico", explicó Ricardo Sucre Heredia, profesor de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la Universidad Central de Venezuela, en diálogo con Infobae.

Rosmit Mantilla, el dirigente de
Rosmit Mantilla, el dirigente de Voluntad Popular liberado

La difícil salida electoral

Henrique Capriles, ex candidato presidencial de la MUD, señaló que el objetivo de la próxima cita del diálogo, pautada para el 6 de diciembre, es fijarle fecha a un proceso electoral "que permita cuanto antes un cambio pacífico, constitucional y democrático en el país". Para sustentar su posición, presentó un estudio de opinión realizado por la encuestadora Datanalisis que muestra que el 73,6% de los venezolanos estarían dispuestos a votar en un referéndum revocatorio en 2017.

"No lo veo posible —dijo Sucre—. Si bien es un derecho, como depende de la fuerza política de cada uno nunca lo vi factible este año. Incluso la posibilidad de que sea en 2017 parece bastante reducida. Una solución electoral distinta al referéndum la vería más posible, pero no demasiado".

Para Arria darle impulso al revocatorio fue un error desde el comienzo. "Lo hicieron porque Capriles pensó que si se hacía este año, con Leopoldo López y Antonio Ledezma presos no habría competencia y era una elección casi automática para él. Así cerraron la posibilidad que planteamos muchos de una asamblea constituyente, la única manera de relegitimar los poderes públicos. Para otros posibles precandidatos es mejor dejar al gobierno hasta 2018 para estar más fuertes en dos años. Son arreglos poco transparentes".

Referéndum, elecciones anticipadas o una transición acordada hasta las elecciones presidenciales de 2018. Ninguna de estas alternativas parece viable sin diálogo. Al menos no sin que haya mucha sangre de por medio.
"La experiencia en todos los países, muchos de América Latina, es que si se suspende el diálogo ahora lo vamos a tener que reanudar en otro momento. Y ese otro momento será en peores condiciones. Con más deterioro del país, más muertos. Las postergaciones son para peor. Estamos destinados a dialogar, así que sigamos haciéndolo", concluyó Ávalos.

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