Nicaragua vivió este domingo unas elecciones que casi carecieron de actos de campaña y que son consideradas una farsa por sectores de la oposición, cada vez más debilitados, en las que el presidente Daniel Ortega y su esposa y compañera de fórmula, Rosario Murillo, obtenían el 71,3% de los votos.
Los primeros resultados recibidos el lunes se basaron en el conteo del 21,3% de las juntas receptoras de votos.
Un total de 4,34 millones de nicaragüenses estaban habilitados para elegir a su próximo presidente y vicepresidente, 90 diputados ante la Asamblea Nacional y 20 representantes ante el Parlamento Centroamericano.
Como síntoma de la falta de transparencia electoral, la jornada no contó con la observación de la Organización de Estados Americanos (OEA) ni la Unión Europea, ni la participación del principal bloque opositor.
El cierre de los centros de votación se dio a las 18 hora local (00.00 GMT del lunes).
Dos sondeos recientes daban la victoria a Daniel Ortega, con más del 50% de los votos, casi sin que haya movido un dedo. A diferencia de otras campañas, Ortega prácticamente no salió a la calle a buscar votos, ni mostró músculo político con esos mítines de antaño que convocaban a centenares de miles de seguidores tras su Mercedes Benz.
A punto de cumplir 71 años, el mandatario busca la reelección junto a Rosario Murillo, su compañera en la vida y en la política y la cara más popular de su gobierno, ahora reconvertida en candidata oficial a la vicepresidencia.
Cinco candidatos más se presentan como aspirantes a la presidencia, pero las encuestas no les dan ninguna opción y los críticos consideran que no son parte de la oposición real, la cual ha sido diezmada en los últimos meses mediante fallos de la autoridad electoral y de la Suprema Corte, organismos que varios consideran afines a Ortega.
"¿Quiénes son esos candidatos? En la boleta electoral, el rostro del comandante Ortega está acompañado de otros cinco señores que se han puesto saco y corbata para la foto, pero a quienes nadie conoce", escribió esta semana el ex vicepresidente sandinista Sergio Ramírez en un artículo de opinión en el diario La Prensa.
Ortega, un ex comandante guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional, llegó por primera vez a la presidencia en 1979 tras una cruenta guerra civil que acabó derrotando la dictadura de Anastasio Somoza.
Gobernó hasta 1990, cuando perdió las elecciones, pero regresó al poder en 2007. Desde entonces ha sido reelegido en dos ocasiones y ahora se acerca a su tercer mandato de cinco años, muy cuestionado porque los opositores consideran que está utilizando las instituciones para afianzarse en el poder mediante argucias que pueden ser legales, pero no democráticas.
"No vale la pena perder tiempo y votar. Ya todo está arreglado", opinó Glenda Bendana, una vendedora de un centro comercial de Managua. "Aquí no nos han quitado el derecho a votar, sino el derecho a decidir. Ortega se quiere morir en el poder y dejar a su esposa en su lugar".
Para el analista político nicaragüense Cairo Amador, esta ha sido la campaña "más deslucida y menos brillante de los últimos años". Los movimientos del gobierno para debilitar a la posición, aunque legales, "han hecho que estas votaciones estén en cuestión", agregó.
Además de elegir mandatario para los próximos 5 años, se renovará el Parlamento nacional y se elegirán los diputados para el Parlamento Centroamericano.
Las críticas a la forma de gobernar de Daniel Ortega comenzaron a partir de 2010, cuando logró que la Corte Suprema de Justicia, dominada por magistrados afines al sandinismo, declarara inconstitucional el artículo que impedía que un presidente pudiera ser reelegido de forma consecutiva. Para sus detractores, fue el primer paso para intentar perpetuarse en el poder.
Sin embargo, sus seguidores destacan la relativa estabilidad económica del país y los bajos niveles de violencia, comparados con los de sus vecinos, Honduras y El Salvador. Además, muchos nicaragüenses alaban los programas sociales puestos en marcha por los sandinistas, de la mano de Rosario Murillo.
En julio, la autoridad electoral tomó una decisión que prácticamente diezmó a la oposición: destituyó al principal líder opositor, Eduardo Montealegre, y a 28 legisladores, entre activos y suplentes, por no reconocer al sucesor de Montealegre, Pedro Reyes, a quien los destituidos consideraron un títere de Ortega.
Desde entonces, los sectores opositores más duros quedaron fuera del juego político y se agruparon en el llamado Frente Amplio por la Democracia y Ciudadanos por la Libertad, que ha pedido a los nicaragüenses que se abstengan de votar, porque consideran que los contrincantes de Ortega son en el fondo sus "colaboradores". Han dicho que las elecciones del domingo son una "farsa electoral".
"Además de que no hay por quién votar, no hay por qué votar. Por eso llamamos a la población a que manifieste su rechazo al proceso sin participar", dijo Irving Dávila, militar retirado que forma parte del Frente Amplio.
El presidente del Poder Electoral, Roberto Rivas, afirmó que los que llaman a la abstención son una minoría. "Se trata de un grupo minúsculo de personas que quiere hacer creer que aquí hay anomalías, pero el pueblo sabe que aquí ha habido un proceso electoral en paz y tranquilidad y la mejor encuesta se verá el domingo", dijo el viernes en una entrevista con la cadena Telesur.
Algunos expertos no coinciden. "A simple vista se nota que existe total complicidad entre los cinco partidos que participan supuestamente contra Ortega. Todos saben que no son representativos, que lo único que buscan es hacerle el juego a Ortega y que éste les permita pequeñas cuotas de poder en la Asamblea Nacional", dijo el analista político Carlos Tünnmermann.
"Yo no colaboro con nadie más que con el pueblo de Nicaragua", contestó por su parte Maximino Rodríguez, candidato a la presidencia por el Partido Liberal Constitucionalista, que maneja el ex presidente Arnoldo Alemán, considerado "socio" del gobernante sandinista desde el pacto del 2000, cuando las instituciones del Estado fueron repartidas entre militantes y simpatizantes de ambos partidos.
Si Daniel Ortega es reelegido, el panorama que enfrentará no será sencillo. Su principal socio económico, Venezuela, vive una crisis terrible y Estados Unidos promueve una iniciativa —actualmente en manos del Senado— para que las instituciones internacionales no den préstamos a Nicaragua a menos que el país tome "medidas efectivas para realizar elecciones libres, justas y transparentes".
Con información de Luis Galeano (AP)