De los 26 años de democracia que lleva Chile, 22 fueron gobernados por la alianza entre el Partido Socialista y la Democracia Cristiana (la ex Concertación, hoy Nueva Mayoría). Desde 1994 hasta hoy, esta coalición presentó sólo tres candidatos presidenciales: Eduardo Frei (presidente entre 1994 y 2000, y aspirante en 2009), Michelle Bachelet (presidente entre 2006 y 2010, y nuevamente desde 2014) y Ricardo Lagos, que gobernó entre 2000 y 2006, y ahora pretende presentarse en las elecciones del año próximo.
Las derrotas llevaron a un mayor recambio a la principal coalición adversaria (la ex Alianza, ahora Chile Vamos), compuesta por la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional. Pero eso cambió en 2010, cuando llegaron por primera y única vez al gobierno con Sebastián Piñera como candidato. Todo indica que el empresario volverá a ser el principal aspirante de la oposición.
"Hay un fuerte problema de renovación de la clase política en los candidatos a presidente y también a nivel parlamentario y municipal. Son siempre las mismas personas que buscan mantenerse en el cargo. Esto produce un malestar en los ciudadanos, que están aburridos de los políticos", dijo a Infobae Miguel Ángel Lopez Varas, profesor de ciencia política en la Universidad de Chile.
Cómo reemplazar a los fundadores de la democracia
Las causas de esta falta de renovación son diversas, pero la mayoría tiene mucho que ver con el modo en que Chile salió de la dictadura. El terrible régimen de Augusto Pinochet (1974 – 1990) no se derrumbó. Se fue con una minoría importante que lo apoyó hasta el final, expresada en el 44% de apoyo que recibió en el plebiscito de 1988. Esto marcó a fuego la democracia que se formó a partir de 1990.
"Las personas con mayor nivel de participación electoral e identificación partidaria son mayores de 45 años. Esencialmente, quienes defendieron o se opusieron a la dictadura. Lagos es una figura emblemática de la oposición al régimen militar, como también del periodo posterior", afirmó Jeanne Simon, profesora de ciencia política en la Universidad de Concepción, consultada por Infobae.
Los votantes de la ex Concertación, que son los que se opusieron siempre a Pinochet, sienten una admiración muy especial por los dirigentes que se animaron a enfrentarlo. No es fácil reemplazarlos.
"Hay una generación que luchó contra la dictadura, de héroes de la transición a la democracia, que es muy difícil de replicar. Lagos desafió a Pinochet mirando a cámara unos días antes del plebiscito de 1988. Estamos hablando de figuras que derrocaron a la dictadura. ¿Cuál es la épica que puede tener un líder de 40 años?", se preguntó Fernando Rosenblatt, profesor de ciencia política de la Universidad Diego Portales, en diálogo con Infobae.
El de Lagos es un caso emblemático, pero no el único. Frei, impulsor durante el régimen del Comité por las Elecciones Libres, fue otro de los responsables del triunfo del No y del retorno democrático. Bachelet también participó activamente de los movimientos que se opusieron a Pinochet, además de ser hija de un militar que murió torturado por la dictadura en 1974.
Un sistema que privilegió la estabilidad
El reconocimiento a los líderes por lo hecho en tiempos tan difíciles no alcanza para explicar que hayan podido mantenerse tanto tiempo. La comparación con Argentina es interesante en este punto. Raúl Alfonsín, primer presidente de la democracia (1983 – 1989) es una figura comparable a Lagos o a Frei. Sin embargo, tuvo que renunciar meses antes de que finalizara su mandato.
¿Qué diferencia a Alfonsín de sus pares chilenos? Que su gobierno terminó con una hiperinflación galopante y una crisis económica fenomenal. Ningún presidente sobrevive a eso. En cambio, los primeros 20 años de la democracia chilena fueron de una notable estabilidad en la economía. El país creció y redujo drásticamente la pobreza.
"Hay un dicho popular que podría explicar el poco cambio en Chile: mejor diablo conocido que diablo por conocer", dijo Simon. "Los viejos son más astutos en la política partidaria y electoral —continuó—. Saben cómo trabajar el sistema. El hecho de que fueron presidentes confirma que tienen la habilidad. En una época de desconfianza, no hay figuras más jóvenes que hayan mostrado capacidad de responder a los electores mayores como también a la gente joven. Esencialmente, hay una división etaria en la política".
A pesar de todas las razones por las que la renovación ha estado obturada todos estos años, siempre hubo algunos dirigentes dispuestos a desafiar a las conducciones partidarias. Pero el electorado no los acompañó.
"Muchas veces los partido trabajan por ciertos candidatos, pero la opinión pública no termina de apoyarlos —dijo Lopez Varas—. Ha pasado con José Miguel Insulza, que estaba determinado a ser el sucesor de Lagos en 2006, pero nunca logró crecer y terminó siendo Bachelet. Entonces hay una disyuntiva, la gente quiere dirigentes lejanos a la política, pero los ex presidentes son los que concentran más apoyo de los partidos".
No obstante, hoy el escenario no es el mismo de las elecciones pasadas. Chile atraviesa una profunda crisis de desafección política, que tiene como una de sus principales víctimas a Bachelet, que batió un récord de imagen negativa. Quizás haya llegado el momento de cierta renovación.
"Existen oposiciones internas. Alejandro Guillier, un senador independiente cercano al partido radical, es muy popular. Más que Lagos de hecho. En la derecha, el senador Manuel José Ossandón quiere postularse, y renunció a Renovación Nacional para poder ser candidato independiente si su partido proclamara directamente Piñera", explicó Antoine Maillet, profesor del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, consultado por Infobae.
Oportunidades y riesgos del nuevo sistema electoral
El otro gran obstáculo para el recambio fue el sistema electoral que rigió en Chile hasta las elecciones pasadas. El binominal, por el cual en cada distrito se elegían sólo dos candidatos para cargos legislativos. Esto otorgaba muchos incentivos para competir dentro de una de las dos grandes coaliciones, y no por fuera. Así era muy difícil que surgieran candidaturas independientes.
El gobierno de Bachelet modificó la ley. Entre otras transformaciones sustantivas, estableció un sistema de elección proporcional. "El cambio baraja de nuevo las cartas. Cambian los distritos, que ahora son más grandes en cantidad de escaños a elegir. Ahora ya no van a existir incentivos para competir en las grandes coaliciones. Surge la posibilidad de que aparezcan candidatos independientes, aunque aún hay restricciones para la aparición de nuevos partidos. A partir de las elecciones del próximo año va a cambiar todo. Ahí esperamos que haya algún tipo de renovación", dijo Lopez Varas.
Pero no todo es positivo con el cambio. El binominal se mantuvo durante tanto tiempo por una razón: es uno de los grandes responsables de la estabilidad política que mantuvo Chile desde 1990. Mientras en muchos otros países latinoamericanos los gobiernos caían y los partidos desaparecían, los chilenos no tenían que preocuparse por estas cosas. Pero los costos de la estabilidad, como la falta de renovación y la pérdida de representatividad de la política, se hicieron demasiado grandes para la población.
"No vamos a tener el sistema estable que supimos ver en los últimos años —dijo Rosenblatt—. Y vamos tener una combinación peligrosa: sistema de partido fragmentado con apatía política. Las próximas elecciones van a ser las de mayor incertidumbre. Esto pasa cuando los partidos se congelan y no saben procesar internamente nuevas demandas y liderazgos. El sistema electoral que aprobaron no ayuda a construir estabilidad. Antes la habían privilegiado tanto que ahora quieren flexibilizar, lo que está muy bien. Pero la estabilidad también es importante".
Este domingo son las elecciones municipales en Chile. Serán el primer examen del nuevo sistema electoral. Una prueba piloto de lo que serán los comicios presidenciales del año que viene. ¿Habrá renovación?
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