La tapadera de esta Mata Hari española -nacionalizada uruguaya- resultó tan efectiva que no fue sino en 1991, ya muerta la espía y "muerta" también la URSS, que se conoció su secreto. Podemos imaginar la sorpresa de los muchos amigos que "María Luisa" de Las Heras cultivó en el ambiente intelectual y político del Montevideo de la década del 50-60 cuando Vasili Mitrokhin, un burócrata de la KGB, vendió a los ingleses archivos robados del servicio secreto ruso, y así se enteraron de que esa respetable señora española, nacionalizada uruguaya y dedicada al comercio de antigüedades, era en realidad una espía a las órdenes de Moscú, estalinista acérrima y mujer de armas llevar.
En su larga foja de servicios al Kremlin figuran actividades de policía soviética durante la Guerra Civil Española -incluyendo el horrendo episodio del secuestro y ejecución del sindicalista Andreu Nin-, la supervisión de los operativos para asesinar a León Trotsky en México, el lanzamiento en paracaídas tras las líneas enemigas durante la Segunda Guerra Mundial, las transmisiones clandestinas por radio, el entrenamiento de otros espías… Y lo que interesa especialmente aquí: más de quince años de residencia en la capital uruguaya dedicados a montar y brindar soporte operativo a la red de espías que la KGB desplegó en el continente americano.
"Era amiga de mi madre y muchas veces nos cuidaba a mi hermana y a mí. La 'gallega', como la llamábamos, evidentemente era una señora sin escrúpulos. Nos cuidaba… ¡ella, la que planificó el asesinato de Trotski! La recuerdo como una señora muy correcta. Buena, pero no muy simpática", dice Víctor Ramos, hijo del historiador y ensayista Jorge Abelardo Ramos, y que vivió en Montevideo de 1962 a 1968 y conoció en ese tiempo a la insospechada espía de la KGB. Su madre, Faby Carvallo, estaba muy vinculada a la intelectualidad uruguaya, el mismo ambiente en el cual se movía "María Luisa".
Su desembarco en Montevideo constituye en sí mismo una brillante operación de espionaje que supera la trama de cualquier ficción. En el París de la posguerra, "María Luisa" sedujo al pianista y escritor uruguayo Felisberto Hernández. No fue casualidad. Era el "blanco" asignado por sus jefes del servicio secreto soviético que la habían reclutado, como a muchos otros militantes comunistas españoles, durante la Guerra Civil (1936-1939). El ya consagrado autor se enamoró de quien creía era una diseñadora de alta costura. Se casaron en 1949 y se instalaron en Montevideo.
Felisberto Hernández murió en 1964 sin saber el papel que involuntariamente había jugado en el entramado del espionaje soviético en Sudamérica, al abrirle a "María Luisa" no sólo las puertas del Uruguay sino también las de los círculos intelectuales del país, donde, entre otros, trabó una amistad bastante estrecha con Alberto Methol Ferré, pensador uruguayo que conoce una renovada fama póstuma -murió en 2009- desde la llegada de Jorge Bergoglio a la Santa Sede, ya que este historiador, filósofo y teólogo es considerado uno de los principales inspiradores del pensamiento del hoy Papa Francisco.
"Una de las cosas que comentaba Methol Ferré, al enterarse de quién había sido María Luisa, era, además de su total sorpresa, la perfección de la maniobra de encubrimiento, porque Felisberto Hernández era fanáticamente anti-comunista, incluso escribía brulotes contra el comunismo en el diario El Dia, ¡y estaba casado sin saberlo con una espía soviética! La maniobra era perfecta", dijo a Infobae Luis Vignolo, periodista uruguayo cuyo padre frecuentaba a Methol Ferré.
"María Luisa también era amiga de la hermana de Methol Ferré y estaba en general muy bien relacionada con gente del ambiente intelectual uruguayo. A ninguna de las personas que la trató en esos años se le cruzó jamás por la cabeza ni la menor sospecha sobre sus actividades clandestinas", agrega Vignolo.
España, donde todo empezó
"Recia, insondable y salvaje": así la imagina el escritor cubano Leonardo Padura en su best seller El hombre que amaba los perros, una suerte de biografía novelada de Ramón Mercader, el estalinista español que asesinó a León Trotsky, en cuya trama África de Las Heras -tal era su exótico nombre- juega un importante papel.
Nacida en Ceuta el 29 de abril de 1909, África fue bautizada así por su padre, alcalde de la ciudad, y enamorado de ese continente. Pese a pertenecer a una familia acomodada, educarse en un colegio de monjas y tener un tío general, en la década del 30 África se convirtió al comunismo. Los tiempos previos a la Guerra Civil la encuentran militando en las juventudes comunistas de Barcelona. Por esos años conoce a otro camarada, Ramón Mercader -futuro asesino de León Trotsky-, cuatro años menor que ella. Ambos serán reclutados en 1937 por los servicios soviéticos. Leonardo Padura les atribuye un apasionado romance en esos años de guerra y fervor revolucionario o, más bien, un loco amor de él no del todo correspondido por ella, y hasta una hija en común. Verdadero o no, lo que sí es cierto es que ambos fueron convencidos de trabajar para Moscú por la madre de Ramón, Caridad del Río. En la novela de Padura, África es una revolucionaria exaltada, de estricta disciplina militante, que desprecia la república "burguesa" española y que le contagiará a él el "odio cerval a León Trotsky" y la "veneración por Stalin". Para ella, nada está antes que la causa. "El amor es un lastre y un lujo que no podemos darnos", le dice la África de ficción a Ramón Mercader. Y, en la despedida, le dice: "Yo soy un soldado y voy a donde me manden".
Considerando su historia posterior, es un retrato verosímil. Como en la pareja de The Americans, la serie de Fox, ella es más aguerrida y está más convencida que él de la justicia de su causa. Al menos así los retrata Padura.
Los caminos de África y Mercader se separan pero no se bifurcan: ambos serán entrenados por la KGB para convertirlos en perfectos espías. A ella le dan el nombre clave de "Patria". A él lo envían a México para acabar con Trotsky, irreductible enemigo de Josef Stalin quien, pese a haber concentrado ya todo el poder en la Unión Soviética, no tolera las críticas que el derrotado fundador del Ejército Rojo le sigue formulando desde el destierro.
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Mercader apela a la misma estratagema que África usará después con Felisberto: seduce a la secretaria de Trotsky, Sylvia Ageloff, para que ella lo introduzca en la casa del exiliado, en Coyoacán. Desde un primer atentado fallido, por un comando del que formaba parte el pintor muralista David Alfaro Siqueiros, la casa de Trotsky había sido rodeada de un muro y tenía custodia permanente. Mercader logra reunirse a solas con el líder ruso, momento que aprovecha para clavarle una pica en el cráneo, una herida que le causará la muerte un día después. Pero el ejecutor de Trotsky no puede escapar. Es herido y reducido por la custodia. Será juzgado y condenado en México.
Años más tarde, se supo que África de Las Heras estaba en México en esos momentos, coordinando en las sombras lo que sus camaradas Siqueiros y Mercader hacían en la superficie. De allí tuvo que partir con cierta precipitación para evitar cruzarse con Alexander Orlov, el jefe del espionaje soviético en España, ahora desertor, y que podía reconocerla.
Siguiente parada: Moscú, su patria espiritual por la cual estaba dispuesta a todas las traiciones. Allí aprende el oficio de telegrafista y otras habilidades. Cuando Alemania lanza la ofensiva contra Rusia, África es arrojada en paracaídas sobre Ucrania, tras las filas enemigas, donde actúa como operadora de radio en un grupo de partisanos. Permanecerá allí hasta fines del 44.
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Terminada la guerra, África aparece en París, donde un Felisberto Hernández, que ya tiene dos matrimonios en su haber, caerá en las redes tendidas por la ya aguerrida agente secreta soviética. Según Alicia Dujovne Ortiz, autora de una novela inspirada en "Patria", La muñeca rusa, África de Las Heras era muy "liberal" en lo amoroso o sexual, algo no tan corriente en la época y que en su caso era un arma más para el espionaje.
Amistades trotskistas
"Después de separarse, mi madre se va a vivir a Uruguay con mi hermana y conmigo -cuenta Víctor Ramos-. Recordemos que mis padres eran los únicos trotskistas del Uruguay. La cuota alimentaria con que mi padre aportaba a la familia era con libros de la editorial Coyoacan que ingresaba clandestinamente de Argentina. Con la llegada a Montevideo de nuestro pequeño grupo familiar las pocas librerías de Montevideo fueron atestadas de libros editados por padre, Mi vida y La revolución Rusa de León Trotski y varias revistas y periódicos que debieron enardecer a 'la gallega', que entonces no decía nada. pero ahora sabemos que tenía un odio profundo al viejo traidor de Coyoacán… Qué ironía…"
¿Qué hacía ella en Uruguay? "¿Vieron la serie The Americans? -pregunta Ramos-. Bueno, ella era la proveedora de pasaportes uruguayos para los espías soviéticos que iban al resto de América y especialmente a Estados Unidos". Para quienes no vieron la serie es la historia de una pareja de espías rusos que vive en Estados Unidos fingiendo ser norteamericanos. El modus operandi de "Patria" era similar al usado por el matrimonio ruso que inspiró la serie. África de Las Heras buscaba en pueblos del interior del Uruguay los datos de fallecidos de muy corta edad. Conseguía las partidas de nacimiento de esos niños y con eso tramitaba el pasaporte.
Raúl Vallarino, periodista uruguayo que acaba de publicar una biografía sobre África, Mi nombre es Patria, lo explicó así a BBC Mundo: "Si había un agente que tenía que instalarse en Ecuador, por ejemplo, o en Chile, tenía que pasar por Uruguay primero para que le hiciera los documentos María Luisa, o sea, África. Ella era la jefa de todo el servicio de espionaje en toda América del Sur".
Víctor Ramos cree que Uruguay fue elegido como base por la KGB por su estabilidad, su supuesta neutralidad y porque no había roto relaciones con la URSS.
"Yo espiaría a Perón -dijo Alicia Dujovne Ortiz en una entrevista de hace unos años-, pero ella necesitaba conseguir verdaderos pasaportes uruguayos para los topos, los espías soviéticos que 'dormían' en Montevideo, para que pasaran como uruguayos, aunque tuvieran acento raro, a Estados Unidos, para hacer sabotaje atómico".
"¿Que le interesaba a la URSS de la posguerra de la Argentina? -reflexiona Ramos- La provisión de alimentos. El PC (argentino) era una herramienta más para llegar al mundo empresarial y cultural. Cuando, al llegar Eisenhower a la presidencia de Estados Unidos en 1953, Perón intenta un acercamiento con Estados Unidos, eso desata una gran agresividad hacia Perón del PC que se vuelca con todo al golpe del 55".
El matrimonio de África y Felisberto Hernández duró poco, apenas un par de años. El tiempo necesario para que ella obtuviese la nacionalidad uruguaya. Luego "María Luisa" pidió el divorcio.
Poco después, la KGB le envió a África otro marido. Eran tiempos en que era mejor para una mujer ser la "señora de", sobre todo con fines de inserción social. Esta vez se trató de un agente, como ella. Valentino Marchetti -su verdadero nombre era Giovanni Bertone-, de nacionalidad italiana. Con el cambio de marido, viene un cambio de ocupación. El matrimonio abre una casa de antiguedades en Ciudad Vieja. A diferencia de su esposa, que posaba de apolítica, Bertone tenía un perfil un poco más alto y, al parecer, era menos rígido y dogmático que ella. "Un tipo muy sociable que se interesaba en la política y frecuentaba las tertulias en el bar Sorocabana en la avenida 18 de Julio", recuerda Ramos.
"El grupo político literario de Montevideo -sigue diciendo- era muy heterogéneo: se destacaba el filósofo y pensador católico Alberto Methol Ferré, el entonces socialista y luego tupamaro, Pepe Mujica, el escritor y político Vivian Trías, brasileños en el exilio producto del golpe militar de 1964, como el derrocado presidente Joao Goulart, y Leonel Brizola, amigo del Che Guevara. También mis padres, claro, Jorge Abelardo Ramos y Faby…."
No cabe duda de que esas presencias convertían a Montevideo en una ciudad interesante para los espías de todo el mundo.
Pero en 1964, África enviudó sorpresivamente. Tanto, que la policía uruguaya abrió una investigación. El rumor de un involucramiento de la propia "María Luisa" en el sospechoso fallecimiento de su marido circuló entre quienes la conocían. Claro que nadie imaginaba motivos políticos en aquel momento.
La lectura que hace Ramos ahora sobre ese episodio es muy distinta. Cree que todo se relaciona con los cambios en la Unión Soviética tras la muerte de Stalin (1953) y la llegada al poder de Nikita Krushev, hecho que marca cierta apertura en el régimen y una revisión de los crímenes estalinistas. Eso explicaría el envío de un agente con un posicionamiento menos rígido que el de su "esposa". Años después, la caída en desgracia de Krushev, en octubre de 1964, también sería el factor desencadenante de la viudez de África de Las Heras.
"Mientras que María Luisa entretenía a los chicos -yo tenía entre los 7 y 13 años en ese período-, dice Víctor Ramos, Valentino se hacía el socialdemócrata y en realidad medio lo era, ya que el cambio en la URSS con Nikita Krushev así lo ameritaba. Pero cuando derrocan a Krushev y vuelve el stalinismo a la Madre Patria de África, ella no dejó pasar un mes y envenenó a su Comisario Político".
Ramos, como se ve, lo dice sin vueltas: "Le habían puesto un jefe socialdemócrata, pero apenas se fue Krushev, ella se lo quitó de encima. La cronología es exacta: el marido de María Luisa muere un mes después de la caída del jefe del Kremlin".
Luis Vignolo recuerda que, al quedar viuda, África le regala a Methol Ferré una imagen religiosa similar a las de las Misiones Jesuíticas, tallada por el italiano y le dice que Marchetti había dedicado sus últimos días a tallarla. "Methol interpretaba que esa imagen era como la objetivación de la pérdida de fe que él había experimentado en la causa soviética que hasta entonces había servido", dice Vignolo.
"La muerte repentina de Valentino llenó de sospechas a la policía -recuerda Víctor Ramos- pero al poco tiempo la cosa quedó en la nada. Intuitivamente, mi madre, tomó distancia de María Luisa".
Epílogo ruso
Ramos también cree que indirectamente su madre tuvo que ver con la salida de "Patria" de Uruguay, por su amistad con Raymond Molinier, trotskista francés, fundador de la Cuarta Internacional, instalado en Buenos Aires y que viajó varias veces a Montevideo a visitar a Faby Carvallo. Molinier podía reconocer a África de Las Heras y, tal vez por ese riesgo, ella fue llamada desde Moscú en 1967. Sin embargo, regresó un par de veces más al Uruguay.
El regreso de Africa a la URSS fue con honores. Para entonces, ya tenía el grado de Coronel de la KGB y fue condecorada con la Orden de Lenin. Hasta 1985, cuando se retira, se dedica a formar nuevos agentes, transmitiendo su larga experiencia en la materia.
África de Las Heras murió en 1988, sin ver el derrumbe del sistema por el cual fue capaz de asumir todos los riesgos, engañar, traicionar, espiar, robar, matar… y, como en la serie de moda, casarse con hombres que no amaba para construirse una doble identidad.