Para la ciencia, el paracetamol puede reducir la capacidad de entender el dolor ajeno

Gran revuelo causó esta conclusión a la que llegaron dos prestigiosas instituciones médicas de los Estados Unidos sobre uno de los analgésicos más populares del mundo. Ya se había descubierto que también disminuye emociones positivas, como la alegría

Guardar
 Shutterstock 162
Shutterstock 162

Está claro que el acetaminofeno o paracetamol es un fármaco con propiedades analgésicas muy popular en el mundo entero. Es bien tolerado y sirve tanto para combatir el dolor de cabeza como para bajar la fiebre; e incluso se lo recomienda como alternativa contra el dolor para las embarazas, en reemplazo del ibuprofeno. Sin embargo, para la ciencia podría impactar de forma negativa en la conducta: puede reducir la capacidad de una persona de identificarse con el dolor físico o emocional de los demás, afectando la empatía.


A esa conclusión llego un grupo de científicos de los Institutos Nacionales de Salud y la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, tras realizar un experimento con más de 200 estudiantes universitarios. Los resultados del informe fueron publicados en la revista científica Social Cognitive and Affective Neuroscience.


"No sabemos por qué el paracetamol está teniendo estos efectos, pero es preocupante", expresó a través de un comunicado el psicólogo y autor principal del estudio, Baldwin Way. "La empatía es importante. Si uno está teniendo una discusión con su cónyuge y acaba de tomar acetaminofeno, esta investigación sugiere que se podría ser menos comprensivo y reflexivo sobre lo que uno hizo para herir los sentimientos del otro".


El acetaminofeno es un ingrediente presente en más de 600 medicamentos diferentes.


En el primer experimento, se pidió a 80 participantes que tomen un líquido. La mitad de los sujetos recibieron 1000 miligramos de paracetamol. La otra mitad ingirió una bebida sin la droga. Después de una hora, se pidió a todos los integrantes que evaluaran el dolor experimentado por personajes de ficción en ocho escenarios diferentes. En algunos de los casos, el personaje atravesaba un trauma físico, en otros, un trauma emocional. En general, aquellos que habían tomado el acetaminofeno clasificaban el dolor de los personajes como menos graves que los que habían consumido el placebo.


Un segundo experimento expuso a los participantes a pequeñas ráfagas de ruido. En el estudio se les pidió que calificaran el dolor de otro participante (anónimo), que también había sido sometido a los sonidos desagradables. Una vez más, los que habían recibido el paracetamol definieron el dolor de la otra persona como menos grave en comparación con los participantes que habían bebido el líquido placebo.


Como parte de otra prueba, en la que los participantes tenían que juzgar escenas de rechazo social, se dividieron de la misma forma que en el experimento del ruido. "En este caso, los participantes tuvieron la oportunidad de identificarse con el sufrimiento de alguien que simulaba estaba pasando por una experiencia dolorosa a nivel social", dijo Way. "Aún así, los que tomaron paracetamol mostraron una reducción evidente en la empatía. No estaban tan preocupados por si herían los sentimientos de la persona rechazada".


El acetaminofeno es consumido a
El acetaminofeno es consumido a diario por miles de personas alrededor del mundo.

Los dos experimentos se basan en estudios previos que identifican una región que puede ser la clave para la respuesta empática de una persona. La ínsula anterior, ubicada en la profundidad de los pliegues entre la frente y los lados del cerebro, es donde se integran mente y cuerpo. También juega un papel clave en la conciencia humana, incluyendo la conciencia emocional. Cuanto menos dolor siente una persona, menos capaz será de conectar emocionalmente con otra.


"Debido a que la empatía regula la conducta prosocial y antisocial", señalan los autores, "estas reducciones de la misma inducidas por drogas plantean preocupaciones sobre los efectos secundarios sociales más extendidos del paracetamol".


Por Amy Ellis Nutt, ganadora de un premio Pulitzer, The Washington Post.

Guardar