Mauricio Macri, un Presidente corrido a la derecha con un gabinete de centro

Aunque nadie lo admitirá en público, los funcionarios lograron suavizar muchos de los proyectos de Mauricio Macri

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Lo comenzaron a sospechar primero los propios operadores de PRO en el Congreso; después los diputados y senadores peronistas, tanto del Frente para la Victoria (FpV) como de otros bloques, como el Justicialista y hasta el Frente Renovador de Sergio Massa. Mauricio Macri estaría monitoreando los vaivenes del proyecto de doble indemnización por despido con firmes intenciones de vetar lo que salga aprobado, ya sea en forma total o parcial. En esa lógica amarilla, la sanción legislativa le permitiría al Presidente dar una clara señal política de que hay un gobierno que toma decisiones, en un sentido muy concreto y con un rumbo ideológico determinado: aquel en favor de los mercados, la inversión y en contra del encarecimiento de los costos laborales (de paso podría agregarse que la doble indemnización ha demostrado ser un buen slogan político pero de pobres resultados). ¿La misma letra de la década del 90 un tanto conocida? Puede ser. Pero, como dice Mirtha Legrand, el público se renueva.

¿Todos están de acuerdo en el PRO con este camino más cercano a la derecha que ha tomado Mauricio Macri desde que es Presidente y que lo alejo del centro en el que se encontraba cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad y durante la campaña electoral? Las respuestas son dos. Por un lado la última palabra siempre la tiene el Presidente. Por el otro, ningún funcionario va a dejar de defender en público sus decisiones, aunque no esté de acuerdo. Lo que no significa que necesariamente lo compartan.

En ese sentido dicen que las reuniones con el Presidente hay que tratar que no sean un lunes. Los fines de semana parece que son tremendos en la intimidad presidencial. La referencia tiene que ver con los amigos y funcionarios cercanos a Mauricio Macri, la mayor parte de ellos provenientes de la adolescencia en el colegio Cardenal Newman.

Es verdad que hay diferencias entre Marcos Peña y Gabriela Michetti o entre el jefe de Gabinete y Alfonso Prat-Gay; también entre este último y Rogelio Frigerio. Tampoco se llevan del todo bien Peña y Emilio Monzó, Patricia Bullrich y Eugenio Burzaco o Prat-Gay y Federico Sturzenegger. Pero esas, en última instancia, son diferencias casi naturales surgidas del roce diario de la gestión de gobierno.

Todos los involucrados lo negarán, pero muchos de los principales funcionarios del Gobierno han logrado matizar, suavizar, edulcorar muchas decisiones del Presidente que no compartían o directamente lo han convencido de postergarlas. Veamos:

Macri no cree que haya habido ningún error de comunicación en los aumentos

-El 14 de diciembre, horas después de haber asumido, Macri decidió nombrar por decreto dos jueces de la Corte Suprema. German Garavano, después de atragantarse con la novedad, la defendió en público a capa y espada. El ala política del Gobierno, desde Peña hasta Monzó, se enteró de la noticia cuando ya era un hecho consumado. La paciencia de Michetti y de Federico Pinedo y la necesidad de no tener una pelea con el Senado convencieron al Presidente de mandar los pliegos al Congreso. Por ahora los nombramientos no salen y muchos amigos personales del Presidente le están recordando la "anécdota". No por casualidad, se comenta en la Casa Rosada, la medida fue tomada un lunes.

-Los aumentos de electricidad y gas y de colectivos y trenes. "Si el Presidente tuviera que elegir a los dos ministros más cercanos a su corazón serían Juan José Aranguren y 'Guillo' Dietrich. Macri no cree que hubo ningún error de comunicación. Piensa que los aumentos anunciados no solo eran necesarios, sino que en realidad debiera haber más antes de fin de año", explicaba a este periodista, un funcionario que está dispuesto a dar la vida por Macri.

-El aumento salarial a los docentes. Macri no quería pasarse del 23% o 25% anual. Cuando Esteban Bullrich, viendo que las clases no comenzaban, recalculó el Fondo de Incentivo Docente y logró subir el techo al 34 por ciento, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. La idea original de la Casa Rosada quedó archivada. Pero Bullrich –con una rapidez de reflejos que salvó el inicio de las clases– la pasó mal durante un par de horas.

-El Presidente no quiere poner un centavo más en Fútbol para Todos. De nada sirve recordarle que durante la campaña electoral prometió que se mantendría el sistema de televisación gratuita de los partidos por TV abierta hasta el 2019. "Por cada 35 millones de pesos que pongo en el fútbol, dejo de construir un jardín de infantes", explica el Presidente. Fernando Marín, Fernando de Andreis y José Torello están buscando que los privados compren antes de agosto los derechos de TV del fútbol.

Macri no quiere poner un centavo más en Fútbol para Todos

-Sacarle la exclusividad a los jueces federales de Comodoro Py para investigar la corrupción política. Los que conocen los tribunales dicen que el anuncio de este proyecto fue la chispa que encendió a la Justicia federal contra la clase política, por ahora enfocada en la década K, pero dejando alguna causa abierta contra la administración PRO, como Panamá Papers. Al Presidente no le importan las consecuencias y quiere seguir adelante con la idea.

-La prioridad absoluta de Macri es bajar la inflación, aunque eso signifique profundizar la recesión de la economía –heredada de los dos últimos trimestres de Cristina Kirchner y Axel Kicillof– y generar desempleo. No por nada Sturzenegger es el titular de la autoridad monetaria dispuesta a sostener tasas sobrenaturales del 38% cada siete días. Al Presidente lo convencieron y él mismo sabe que no se puede pasar con la quimioterapia sobre la economía. Por eso acepto un ministro de Economía "importado" de la Coalición Cívica como Prat-Gay, mucho más moderado que su natural preferido Carlos Melconian. En lograr que el Presidente comprenda los costos sociales de algunas medidas cumple un rol clave Marcos Peña.

-Si bien siguió el día a día de la negociación con los holdouts, lo único que le interesaba a Macri era cerrar el conflicto, más allá del monto final a pagar. Jamás le gusta pagar de más y disfruta como una regla de oro lograr alguna diferencia a favor. Esto ya se sabe desde las épocas en que Diego Maradona lo tildó de "cartonero Báez" en Boca.

La prioridad es bajar la inflación, aún cuando eso signifique profundizar la recesión y el desempleo

-El alineamiento puro y duro con Estados Unidos. Susana Malcorra habla de relaciones normales, pero cada gesto del Presidente suena más a carnales. Puede verse no sólo en el trato dispensado a Barack Obama cuando vino a Buenos Aires, sino en el ordenamiento de la política exterior y en muchos aspectos de la interior –seguridad por caso- siguiendo las ideas de Washington. En esto debe señalarse que en general casi toda la clase política, salvo el cabezadura mundo kirchnerista, muere por dar una charla o visitar alguna conferencia en Nueva York o cualquier ciudad norteamericana. En el mismo sentido, es obvio que a Macri no le parece para nada mal una teórica caída de Dilma Rousseff en Brasil. Su única preocupación con el país vecino es su pronta recuperación económica por la repercusión que tiene en nuestra economía.

-El histórico y persistente ninguneo a Sergio Massa. Muy influenciado por Jaime Durán Barba, Macri no cree en él. Esta que pasó fue la peor semana en la relación entre el Gobierno y el Frente Renovador. Es posible que esto se refleje a la hora de votar en Diputados los proyectos de indemnización por despido.

-El no reconocimiento a nada de lo que hizo y dejó el kirchnerismo. Esto se vio el 1º de marzo cuando el Presidente inauguró las sesiones ordinarias. También se reflejó en las duras posturas que Marcos Peña –un dialoguista– tuvo en Diputados contra el bloque del Frente para la Victoria.

-Macri está contentísimo con las posturas duras de Patricia Bullrich en materia de piquetes y marchas callejeras. En la reunión que mantuvo con los jefes de seguridad de las fuerzas hace quince días les pidió severidad y rapidez en los cortes de calles. Aquí el problema es serio, porque ninguno de los que debe aplicar el protocolo de cortes de Bullrich está de acuerdo con él. Y en la negativa –que es evidente– se incluyen a las autoridades locales de la Ciudad de Buenos Aires, los jueces y fiscales de instrucción y a las propias fuerzas, como la Policía Federal, la Metropolitana, Gendarmería y Prefectura. También en este tema Peña edulcora algunas posturas presidenciales con el argumento –cargado de sentido común– de que la democracia no puede tolerar un muerto más por la represión.

Marcos Peña cumple un rol clave en lograr que el Presidente comprenda el costo de algunas medidas sociales

-El Presidente hace un culto del no seguimiento de la coyuntura. Esto quizás en el tiempo derive en un elogio, pero viniendo de dos presidentes -Néstor y Cristina Kirchner- que trataban la coyuntura y la anécdota como acción política, hoy parece extraño y raro. El no uso de cadenas nacionales y las escasas referencias del Presidente al resto del mundo con nombre y apellido –la excepción fue la mención a Miguel Ángel Pichetto- le permiten vivir en un mundo ideal donde sus dos únicas preocupaciones es contar con recursos para poner en marcha un ambicioso plan de Obras Públicas nunca visto y cómo hacer que las consecuencias sociales de las medidas económicas no impacten de lleno en la población. Este último aspecto –muy presente en el discurso presidencial desde hace tres semanas- es la excepción que confirma la regla de un Macri derechizado. Pero cuidado, un Presidente alejado de la coyuntura, también puede derivar en un gobierno autista.

-Los despidos de empleados públicos. Cuenta la leyenda que en diciembre hubo ministros que hicieron despidos innecesarios para que el Presidente se enterara de la decisión. No fue para nada casualidad que todos los ministros cada 24 horas se la pasaran anunciando cesantías como si nada. La leyenda concluye contando que muchos de esos funcionarios terminaron recontratando a muchos de aquellos empleados despedidos (nos abstenemos de dar los nombres de los ministros por razones obvias).

-La publicidad oficial del Estado nacional que depende de la Secretaría de Medios de Comunicación es la más baja de la historia. Aquí también debe consignarse el hecho de que el Gobierno está todavía gozando de una luna de miel mediática –que comenzó tarde– y que se mantiene más de la cuenta. Quizás por eso no eche mano del recurso más habitual de todos los gobiernos argentinos para relacionarse con los medios de comunicación.

-En el mismo sentido al Presidente no le importa lo que sucede en los medios públicos. Esto es maravilloso, porque permite que la línea editorial de la Televisión Pública y Radio Nacional sea del Estado y no del gobierno. Pero esta postura puede tener un riesgo: la muerte lenta de esos medios y el ingreso en un peligroso estado de letargo y agonía por falta de presupuesto.

Muchas de estas medidas son aceptadas por muchos argentinos. No por nada Macri llegó a la Casa Rosada tras el ballotage. Pero muchas de las ideas del Presidente pueden tener costos sociales y políticos imposibles de pronosticar. De ahí que sus hombres más cercanos tratan de matizarlas o directamente de postergarlas, parafraseando al gran Dante Panzeri y su "dinámica de lo impensado".

Muchas ideas no necesariamente cuentan con apoyo popular. Quizás por eso Macri, un chairman empresario en estado puro, no se rodea de duros, sino de flexibles y dialoguistas. Un nuevo combo: un Presidente corrido a la derecha, pero con un gabinete de centro.

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