Al final de su audiencia pública este miércoles, el papa Francisco bromeó con un grupo de bomberos de la brigada francesa de la localidad de Fort de Domont que se encontraban presentes en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Fotógrafos pudieron registrar cómo, durante unos instantes, el Sumo Pontífice lució un casco como el que portan los bomberos durante sus labores, pero con los colores del Vaticano, y sonrió ante los presentes.
Por otra parte, en la audiencia pública, el Papa reflexionó sobre la llamada de Jesús a Mateo, quien era un recaudador de impuestos en nombre del imperio romano y, por eso, era considerado por los fariseos como un pecador público. Recordó que a Cristo esa condición no le importó y lo invitó a seguirlo, además de compartir su mesa con publicanos y pecadores, ofreciendo también a ellos la posibilidad de ser sus discípulos.
Sostuvo que, con esos gestos, indicó que él no miró su pasado, su condición social o los convencionalismos exteriores, sino que los acogió con sencillez y les abrió un futuro.
"Esta actitud de Jesús vale también para cada uno de nosotros: ser cristianos no nos hace impecables. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón", aclaró.
Abundó en que la vida cristiana es "una escuela de humildad que se abre a la gracia", en la que se aprende a ver todos los hermanos "a la luz del amor y de la misericordia del padre".
"Jesús no excluye a nadie. Él es el buen médico que se compadece de nuestras enfermedades. No hay ninguna que no pueda curar. Nos libra del miedo, de la muerte y del demonio", apuntó.
LEA MÁS: