George Sadok, un piloto brasileño de 41 años, que estaba de vacaciones junto con su esposa y a su hijo de cinco años, se despertó por los gritos en medio de la noche. Salió de su camarote y se encontró con una escena que jamás esperó presenciar.
Una precaria embarcación de unos nueve metros de eslora flotaba a la deriva a pocos metros del barco en el que viajaba de México a Florida. A bordo había 18 personas desesperadas, que apenas se podían mover y que sólo atinaban a pedir agua y ayuda con la poca energía que les quedaba.
El crucero Brilliance of the Seas, de la empresa Royal Caribbean, envió una lancha para rescatar a los cubanos, que habían salido 22 días antes con la ilusión de llegar a la costa de los Estados Unidos. Pero como les ocurre a muchos de quienes emprenden la misma travesía, la vulnerabilidad extrema de su transporte y la bravura de las aguas terminaron frustrando sus planes. De hecho, habían zarpado 27. Nueve murieron en el camino, y los sobrevivientes debieron arrojar sus cuerpos al agua.
"La tripulación del crucero tuvo muchas dificultades para embarcar a las personas por su delicado estado de salud. Contaron que habían tenido que beber su propia orina para mantenerse con vida", contó Sadok al portal brasileño G1, que difundió el video.